Lászlo de Meroe
Últimas noticias sobre el conde Almásy: el explorador y aventurero húngaro en que se basó El paciente inglés conoció a Unity Valkyrie Mitford (1914-1948), la célebre hija nazi del excéntrico y muy británico barón Redesdale que fue amiga íntima de Hitler, amén de cuñada del líder fascista inglés sir Arthur Mosley. La chica, que despertó los celos de Eva Braun, se pegó un tiro en la sien en un parque de Múnich (sobrevivió, con un grave deterioro mental, varios años) al declararle Inglaterra la guerra a Alemania. Unity (creo que las circunstancias me permiten la confianza de llamarla por su nombre), que lanzaba un "¡Heil Hitler!" con mucho garbo, fue una asidua visitante del castillo de la familia Almásy en Bernstein, en la frontera austro-húngara. Así que es posible, ¡cielos!, que ella y yo hayamos dormido en la misma cama.
El arqueólogo húngaro Lászlo Torok visita Barcelona y trae noticias sobre el conde Almásy y Unity Mitford, la valquiria inglesa
A la espera de que se publique la biografía definitiva sobre Lászlo Almásy que ha escrito John Bierman (The real english patient), las últimas noticias sobre el conde piloto amante de las dunas me llegan por dos lados: el estupendo libro de Anna Maria Sigmund Las mujeres de Hitler (Plaza & Janés, 2003), que tiene un sabroso capítulo dedicado a Unity, y, de manera más directa y emocionante, la conversación con un compatriota de Almásy asiduo de un lugar desértico y romántico: la vieja ciudad en ruinas de Meroe, en el Sudán.
Mi informador se llama también Lászlo, es también especialista en viejos enigmas enterrados y también amante del desierto. Si Almásy documentó las pinturas rupestres de nadadores del Wadi Sura y se obsesionó con la búsqueda de la legendaria ciudad de Zerzura y del ejército del rey persa Cambises, sepultado por la arena, este segundo Lászlo ha excavado las enigmáticas capitales y necrópolis de los viejos reinos sudaneses, donde, como escribe Olivier Rolin (Meroe, Anagrama), "todo es inefablemente bello".
Se trata del profesor Lászlo Torok (Budapest, 1914), del Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Hungría y autoridad mundial en el antiguo reino de Kush. Torok, que, con su importante nariz, se parece bastante más al verdadero Almásy que Ralph Fiennes, ha visitado Barcelona para intervenir en un ciclo de conferencias que complementan la maravillosa exposición Nubia, los reinos del Nilo en Sudán (Caixafòrum, hasta el 24 de agosto).
Iinicialmente, el erudito húngaro se mostró algo suspicaz ante mi vehemente interés por Almásy, Kush, Musawarat es-Sufra, los ecos del desierto entre las ruinas y el beso cruel de la arena conjurada por el viento -por no hablar de Las cuatro plumas, al cabo filme sudanés de un compatriota suyo, Zoltan Korda.
Circunspecto y algo avinagrado de carácter, Torok me previno de que no comparte mi visión romántica de la historia y añadió: "No está justificado jamás un acercamiento romántico a la arqueología, que es una ciencia, como la física nuclear". Luego me riñó cuando le interrogué acerca de los misterios de Meroe: "Le hago un ruego de viejo arqueólogo, nunca, nunca use la expresión misterios. En arqueología no hay misterios, hay cosas que aún no sabemos o de las que no hay evidencias".
No obstante, no pudo impedir que me fascinara al contarme, con tono de Herodoto, la historia de Ergamenes, el rey que abolió la costumbre de que los sacerdotes cushitas pudieran obligar al rey a suicidarse, o la de la bella reina guerrera tuerta Amanirenas, la Boadicea meroítica, que venció a las legiones de Roma... Al cabo de un rato, y aunque él no dejó de poner cara de estar haciendo una travesía muy penosa por el Kordofán, ya estábamos hablando de los grandes aventureros húngaros, incluido el épico conde Móric Benyovszky (1746-1786), militar, navegante, miembro de los Húsares Azules y rey de Madagascar (¡con el que Torok reveló tener lazos familiares!).
De una manera natural (e inexorable) llegamos a Lászlo Almásy, con el que Torok, que -confesó- le admira, también tiene algún parentesco a través de los Esterházy. Creyó que me impresionaba al decirme que había pernoctado en el castillo de la familia en Bernstein, hasta que le solté, para su inmensa sorpresa, que yo también lo hice en una memorable ocasión.
El arqueólogo considera que Lászlo Almásy, que sirvió con Rommel, fue algo filonazi, pero nada comparable a su hermano mayor Janos, que parece haber sido todo un elemento (Sigmund escribe que militó en el NSDAP). "Hizo muy infeliz a mucha gente", murmura Torok. Casado con la princesa Maria Esterházy, confinada en una silla de ruedas, Janos vivió una vida bastante disoluta y he oído que exhibía en su escritorio en Bernstein una calavera tocada con un yarmulke, el gorro ritual judío.
Janos fue el que intimó con Unity Mitford (se dice que Hitler, incapaz de afrontar la pasión que la aristócrata le profesaba, se la pasó como amante). Juntos acudían a las grandes celebraciones que tanto le gustaban a ella, como las concentraciones del partido en Múnich o el festival de Bayreuth, y pasaban largas temporadas en el castillo de Bernstein, donde Unity escuchaba las hermosas historias que Lászlo Almásy traía del lejano desierto. Finalmente, fue Janos Almásy el que, por mandato del mismo Führer, se encargó del traslado de la muchacha herida a Londres en 1940, vía Suiza, tras permanecer hospitalizada gravísima a raiz de su intento de suicidio y ser visitada varias veces por un compungido Hitler. Unity Valkyrie, con las facultades mentales muy disminuidas y la bala aún en la cabeza, no llegaría nunca a recuperarse.
Tras departir sobre nuestra muta afición a la esgrima de sable, Torok y yo nos despedimos como dos viajeros que se hubieran encontrado casualmente en la Ruta de los Cuarenta Días, la terrible Darb El Arbe'in, sembrada de viejos huesos de esclavos y camellos. Torok partió a hacerse unas fotos en la exposición, entre los hermosos objetos de su querida Meroe, y yo salí de Caixafòrum al ancho sol, mecido aún en las viejas historias y atrapado en un anhelo de oasis perdidos, mares de dunas y viejas ruinas que disimulan su gastado perfil con un velo anaranjado de arena.
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