La vuelta a los orígenes del 'alumno aventajado'
Ruiz-Gallardón regresa al Ayuntamiento 20 años después
Veinte años le ha costado a Alberto Ruiz-Gallardón Jiménez volver al Ayuntamiento de Madrid. El "jovenzuelo impertinente" que en 1983, recién comenzada su carrera política con 24 años, cansaba con sus encendidos discursos al alcalde-profesor Enrique Tierno Galván, vuelve ahora, con 44, al escenario que le vio dar sus primeros pasos. Si lo hace con intención de quedarse, como trampolín hacia La Moncloa o como adiós definitivo a la política (al cierre de esta edición los sondeos dudaban entre darle la mayoría absoluta o la simple), sólo él lo sabe. Pero lo que es seguro es que este Ruiz-Gallardón no es el mismo Gallardín del que se mofaban entonces sus adversarios: ha depurado su imagen de alumno aventajado y ha depurado su discurso: en los ochenta se declaraba orgulloso de ser "de derechas", hoy es símbolo de lo que se ha venido en llamar "centro", y hay quienes, incluso, lo sitúan más a la izquierda.
Una evolución que no le ha hecho pensar en ningún momento en cambiar de partido. Ingresó en Alianza Popular a los 18 años, de la mano de quienes siguen siendo hoy sus dos referentes: su padre, José María Ruiz-Gallardón, y su mentor, Manuel Fraga. A los 27 fue secretario general interino del partido y, a pesar de su posterior y mal disimulado divorcio con la dirección del PP, Ruiz-Gallardón siempre ha estado en la Ejecutiva del "único" partido, dice, en el que militaría. Pero, al tiempo que mantenía la disciplina, apuntaba ya un afán de independencia y una ambición individual que han marcado su trayectoria.
En 1987 dio el salto a la Comunidad, donde ejerció ocho años la oposición a Joaquín Leguina. Derrotado en 1987 por el socialista y en 1991 por una coalición PSOE-IU, tuvo que esperar a 1995 para convertirse, a los 36 años, en presidente regional. Repetiría en el cargo cuatro años más tarde.
Gallardón es, a ojos de muchos, un político atípico: no le gusta el fútbol, ni los toros ni las procesiones. Sus aficiones son menos castizas: las motos, el automovilismo, las películas de Walt Disney y los cómics de Tintín. Pero, por encima de todo, la lectura y la música. Sobrino-nieto de Isaac Albéniz, dice que aspira a trabajar algún día como crítico musical.
Partidarios y adversarios lo tienen por un hombre culto y brillante -ganó las oposiciones a fiscal a los 23 años-, despiadado en el debate pero cordial en las distancias cortas. El desencuentro con ciertos sectores del PP ha ido paralelo a sus cacareadas amistades con adversarios como José Bono y el propio Leguina. Casado y con cuatro hijos varones, vive en la misma casa del centro de Madrid en la que nació. Ha dicho infinidad de veces lo que le hubiera gustado ser -"intérprete de piano"-, pero siempre usa la misma respuesta para eludir confesar lo que le gustaría ser: "Mi futuro no está escrito".
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