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LA POSGUERRA DE IRAK

31 dirigentes por detener

Guillermo Altares

La baraja con los rostros de los 55 iraquíes más buscados ha sido una de las operaciones de propaganda del Ejército estadounidense más logradas de esta posguerra: casi ningún soldado ha visto las famosas cartas; pero siempre que se produce una detención, antes del cargo o de su importancia dentro del régimen de Sadam, se cita el número y el palo. Siete semanas después del final de la guerra, la baraja se ha ido haciendo más pequeña.

Hasta ayer, 24 antiguos dirigentes iraquíes de la lista de los más buscados estaban bajo custodia de EE UU, siempre dentro de un secretismo total: salvo en algunos casos, como el del viceprimer ministro Tarek Aziz, no se informa de si se trata de una detención o de una entrega voluntaria dentro de una negociación, tampoco se sabe dónde son confinados y casi siempre se informa con días de retraso.

Muchos de los dirigentes más importantes y sanguinarios del régimen siguen en libertad, salvo Alí Hasan Majid, conocido como Alí el químico, responsable directo de las peores matanzas perpetradas durante los 30 años de terror de Sadam, que fue alcanzado por un bombardeo durante la guerra. Los dos hijos del dictador, Qusay, de 36 años, y Uday, de 38 años, cuya brutalidad es legendaria en Irak, permanecen fugados. El diario The Wall Street Journal publicó el viernes que el hijo mayor de Sadam está intentando negociar su entrega. El comandante de las tropas de la coalición en Irak, David McKiernan, negó rotundamente cualquier negociación: "No las hay y no las habrá".

Además de científicos que participaron en los proyectos de armas químicas y bactereológicas, se encuentran bajo custodia personajes siniestros acusados de crímenes de guerra y contra la humanidad como Barzan Ibrahim Hasan, antiguo director de los servicios de espionaje interior, el Mujabarat, la policía política, o Watban Ibrahim, antiguo ministro de Inteligencia y uno de los encargados del asesinato de miles de chiíes durante la revuelta de 1991.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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