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Reportaje:ELECCIONES 25M | La batalla por el poder municipal y autonómico

Las claves para interpretar el 25-M

Las elecciones deciden hoy la batalla por el poder municipal y autonómico, pero también marcarán la sucesión de Aznar, la progresión de Zapatero, el futuro de Euskadi y la fuerza regionalista

Lo que se vota hoy en las urnas no es sólo una forma de gobernar cada ciudad o cada región, sino buena parte del futuro político del país. Las dos papeletas que servirán para elegir a concejales y diputados autonómicos también se leerán en clave nacional. Los 34,5 millones de ciudadanos que pueden votar hoy para elegir los Gobiernos de los 8.108 municipios de España y de 13 comunidades autónomas tendrán, por tanto, una responsabilidad añadida. Para empezar, el PP no planteará la sucesión de Aznar de la misma manera si esta noche sale fortalecido de las urnas o si, por el contrario, recibe un sonoro varapalo.

Algo parecido puede pasar en Euskadi. Los resultados de las elecciones municipales y forales -que en teoría sólo tendrían que decidir quién arregla las calles de una ciudad, planifica los nuevos barrios o sube o baja los impuestos- darán la pista de si Ibarretxe cuenta con el suficiente respaldo social para arrancar con brío su plan soberanista.

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Hay más. Al PSOE también le servirán estas elecciones para saber si puede emprender la reconquista de La Moncloa con ciertas garantías de éxito. Aunque Zapatero ya era el líder socialista durante los pasados comicios gallegos y vascos, es ahora cuando, por primera vez, se enfrenta a un reto de carácter nacional.

Son las claves de una contienda marcada además por el duelo personal entre Aznar y Zapatero, quienes a pesar de no figurar en ninguna lista se han reservado el papel de protagonistas. Esto no hace más que confirmar que el escrutinio final dibujará un perfil muy preciso del estado general de la política española.

EL PODER MUNICIPAL
La 'batalla de Madrid'

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Aznar y Zapatero han querido que el partido crucial de estas elecciones municipales

se juegue en Madrid. El socialista eligió para ello a Trinidad Jiménez, una mujer de su máxima confianza, muy activa en la campaña de las primarias que le dio a Zapatero la victoria frente a José Bono.

El presidente del PP aceptó el órdago y colocó a su mejor hombre en Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, al frente de la candidatura municipal. Aznar decidió jugársela cuando -bastante antes de la guerra de Irak- recibió unas encuestas sobre Madrid que pintaban bastos. Por si quedara alguna duda de la importancia que para el PP tiene la capital, el presidente ha dedicado casi todas las mañanas de la campaña a dar mítines o charlas por los distintos barrios, explicando las nuevas políticas fiscales, sobre la familia o la inmigración que sólo unos minutos antes había aprobado su Consejo de Ministros. Debe tenerse en cuenta que, si el PP pierde, su esposa, Ana Botella, no será la responsable de los asuntos sociales de la capital de España, sino simplemente una concejala de la oposición.

Un resbalón del Partido Popular en la batalla de Madrid dejaría fuera de la carrera sucesoria a Alberto Ruiz-Gallardón y restaría a José María Aznar influencia sobre el proceso para elegir al nuevo candidato a presidente del Gobierno. Por tanto, también la sucesión de Aznar depende de Madrid.

Con respecto al PSOE, si no gana la capital, se aferrará al cómputo general de papeletas como si en ello le fuera vida. Hace cuatro años perdió por 42.000 votos su batalla municipal en toda España. Ahora sus dirigentes están convencidos de superar ese reto. Una cuestión que al PP le importar poco. Lo que de verdad cuenta para los populares es mantener sus gobiernos municipales más importantes: Madrid, Valencia, Málaga y Zaragoza.

LA SUCESIÓN DE AZNAR
Los tres aspirantes

Como quien interpreta los posos del café, los tres candidatos autorizados a pugnar por la sucesión, Jaime Mayor, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy, esperan que su futuro esté escrito en los resultados de estas elecciones. Mayor ha permanecido muy ausente de la campaña, recluido como está en Vitoria desde aquella mañana aciaga en que llegó tarde a una votación crucial del Parlamento vasco por estar, precisamente, de viaje en Madrid.

Si los resultados de las pasadas autonómicas vascas se repiten ahora querrá decir que el modelo de campaña, diseñado desde la calle Génova de Madrid y planteado desde el enfrentamiento, sigue sin ser rentable, al menos a corto plazo. Computará, por tanto, como el segundo fracaso consecutivo de Mayor Oreja.

Por su parte, Rato se juega los cuartos en Madrid. Tampoco ha tenido gran presencia mediática en la campaña, pero en este caso no por que haya permanecido ausente. El vicepresidente económico ha optado por una campaña "bajo el radar", donde lo más importante es el contacto con el ciudadano sin que sea necesaria la habitual rúbrica del fotógrafo. Rato se ha pateado los polígonos industriales de la región como si, en vez de vicepresidente, fuera un aspirante de infantería. En ese empeño descubrió un día que llevaba 20 años sin montarse en Metro.

Y además está Rajoy. Si la oposición le achaca la guerra a Aznar, para Rajoy se queda la pesada cruz de la gestión de la catástrofe del Prestige. Uno de los interrogantes más atractivos de esta noche es precisamente ése. ¿Cómo votarán los gallegos después de ver sus playas negras y al Estado ausente? ¿Primará aquel susto sobre la lluvia de millones de euros del Plan Galicia? Si Rajoy sale airoso de este envite, Aznar tendrá mucho que agradecerle. Si no, el presidente también sabe que no es a él a quien se le tienen que achacar las primeras decisiones sobre el petrolero. Su cometido fue más que nada de bombero. Llegó a Galicia, su tierra, cuando las decisiones fundamentales ya habían sido tomadas por Álvarez-Cascos.

LA DISPUTA AUTONÓMICA
13 comunidades en juego

¿Quién gobierna a más ciudadanos en las comunidades autónomas que hoy celebran elecciones? De momento, el Partido Popular gobierna a más de 15 millones. El PSOE, a seis millones. Los socialistas anuncian un vuelco a esa clasificación de una sola tacada: si ganan la Comunidad de Madrid, donde los populares mandan con mayoría absoluta desde hace ocho años a cinco millones y medio de habitantes, se ponen los primeros. Entonces presumirán de haber reconquistado el poder territorial en España con la vista puesta en Cataluña, donde las perspectivas de llegar por primera vez al Gobierno con Pascual Maragall de candidato son grandes.

Las encuestas conocidas pronostican la derrota por los pelos del PP en la Comunidad de Madrid. Esperanza Aguirre ganará en votos y escaños pero no logrará, según las proyecciones demoscópicas, la mayoría absoluta (56 sobre 111 escaños). No es la única batalla autonómica incierta pero es la que inclinaría la balanza en ese duelo de ambos partidos por el número de ciudadanos gobernados.

En Baleares, el PP tiene una oportunidad y media. La oportunidad es ganar con mayoría absoluta. La media oportunidad es convencer a Unió Mallorquina, un partido que con sólo tres de los 59 escaños del Parlamento balear le dio la espalda hace cuatro años y le apartó del poder en favor de los socialistas.

La otra pugna de resultado incierto, donde se dirimen intereses regionales y nacionales, es la de Aragón. Además de unas elecciones autonómicas, se han tomado como un auténtico referéndum al trasvase del Ebro previsto por el Plan Hidrológico Nacional. El PP, según los sondeos, pierde. "Esta noche no estará todo perdido", explica un dirigente popular. Y sus cábalas son éstas: "Con la ayuda del Partido Aragonesista, que se fue con el PSOE hace cuatro años, podemos gobernar otra vez".

Son tres de las 13 batallas autonómicas que se libran hoy en España. Las diez comunidades restantes no evocan grandes emociones. En unas, como Castilla-La Mancha o Extremadura, la pregunta es: ¿Por cuánta diferencia ganarán de nuevo Ibarra y Bono? En las otras, aunque la diferencia no sea tan marcada, la discusión tampoco se centra en quién va a ganar, sino en cuántos diputados conseguirá distanciarse de la oposición. En Valencia, por ejemplo, prácticamente nadie cuestiona que ganará el popular Francisco Camps, mucho menos conocido que su antecesor Eduardo Zaplana. La duda allí es menor, y se reduce a si el nuevo candidato conseguirá mantener a salvo la herencia dejada por el ahora ministro de Trabajo.

EL FUTURO DE EUSKADI
La ilegalización de Batasuna y de AuB

La ilegalización de AuB no sólo ha dejado a los radicales sin posibilidad de votar a su partido natural. También ha situado al PNV ante una perspectiva distinta. El partido de Arzalluz pretende atraerse la mayor parte posible de los votos huérfanos, con el compromiso implícito de utilizarlos en el sentido de la soberanía. De hecho, la resistencia del PNV a disolver el grupo de Batasuna en el Parlamento vasco es, sobre todo, un guiño a ese electorado. Los nacionalistas han fabricado esta semana una imagen -la de Atutxa dispuesto a inmolarse antes de acatar la orden del Supremo- y una estrategia: aplazar hasta el próximo martes la decisión final. Harán una cosa u otra, pero cuando las elecciones hayan pasado, evitando así cualquier desgaste electoral.

Al igual que en el resto de España, las elecciones en Euskadi también van a ser un ensayo general del estado de la cuestión. ¿Han perdido apoyos los nacionalistas desde que, hace ahora dos años, se celebraron las elecciones autonómicas? La piedra de toque para hallar una respuesta a eso es Álava, verdadera llave que puede abrir o cerrar los sueños soberanistas de Ibarretxe.

Se suele decir que quien gana la alcaldía de Vitoria gana también la Diputación Foral. De hecho, ahora ambas pertenecen al PP. Si las urnas insistieran en ese sentido, la piedra en el camino que hasta el momento supone Álava para el PNV empezaría a convertirse en un muro.

Con respecto a las alcaldías de las tres capitales vascas, la batalla ya se parece más a la tradicional contienda municipal. Las personalidades marcadas de dos de los actuales alcaldes, Odón Elorza -más donostiarra que socialista- e Iñaki Azkuna -un nacionalista muy enfrentado a Batasuna-, les otorgan una ventaja de salida. No obstante, el PNV intentará reconquistar San Sebastián. Su candidato, Román Sudupe, puede aprovecharse para ser alcalde de las malas relaciones entre Elorza y la popular María San Gil, quienes hace unos meses rompieron con cajas destempladas su alianza de gobierno.

LOS REGIONALISTAS
La fuerza de las minorías

Hay minorías que derriban con facilidad a mayorías. En estas elecciones, los partidos regionalistas intentarán demostrar que sus votos tienen plusvalía. Por ejemplo, Unió Mallorquina, partido regionalista balear y conservador. Con tres escaños de los 59 del Parlamento balear, decidió hace cuatro años un Gobierno de "progreso". Los candidatos a presidente del PP y del PSOE saben que sin el apoyo de esa minoría nada pueden hacer.

En Cantabria, el Partido Regionalista también aspira a convertirse en bisagra, una condición que llena de poder a quien la ostenta. En Aragón, dos regionalismos compiten por desempeñar ese papel y los dos pueden lograrlo. Si las encuestas no engañan, el Partido Aragonesista (Par) puede decidir el Gobierno regional y la Chunta Aragonesista puede dar la alcaldía de Zaragoza.

En Canarias, los regionalistas con mayoría necesitan de uno de los dos partidos nacionales para gobernar. Coalición Canaria intentó un pacto con el PP en la pasada legislatura que salió regular. Hasta el punto de que los diputados populares tuvieron que salir del Gobierno regional. Sólo gracias a un pacto sellado en Madrid, el PP siguió garantizando apoyo y estabilidad en el Parlamento a Coalición Canaria. Las relaciones han ido de mal en peor, ya que los regionalistas canarios atacaron el apoyo de Aznar a la guerra de Irak. Por tanto, la solución al futuro político de las islas no llegará esta noche. El escrutinio sólo dirá quién toma la iniciativa en la negociación para formar Gobierno.

En las ciudades también hay regionalistas que deciden. En Sevilla, la bisagra siguen siendo los andalucistas. Su voto decide la alcaldía desde hace 12 años. En Burgos también cotizan hasta el punto de que gobierna el PSOE con el apoyo de grupos independientes locales. La baza del PP para recuperar la alcaldía pasa por el ex ministro de Trabajo Juan Carlos Aparicio.

IZQUIERDA UNIDA
¿El poder de la calle?

Los dirigentes de Izquierda Unida tienen grabada en la retina la imagen de la calle rebosante de gente gritando su rechazo a la guerra. Las gentes de Llamazares estuvieron en el centro de esas protestas, pero ahora no saben si aquellos ciudadanos llevarán su indignación de entonces a las urnas de ahora; si buena parte de los jóvenes que podrán votar por primera vez -nada más y nada menos que un millón novecientos mil- están más cerca de ellos que de los grandes partidos tradicionales.

"Ahora o nunca" es una consigna que se escucha en los conciliábulos de la coalición, y tiene su explicación. IU cuenta a su favor con que Gaspar Llamazares ha sabido conectar en los mítines, resucitando el orgullo de la izquierda, orientando a su favor la crítica de "rojos" proferida por Aznar. En su contra está que la coalición se encontraba bajo mínimos cuando empezaron las movilizaciones de rechazo a la guerra o a la gestión de la catástrofe del Prestige. Por tanto, las elecciones de esta noche dirán si IU sube o simplemente no desaparece.

Una cuestión que además trasciende del ámbito estrictamente partidario. Los socialistas también estarán muy pendientes de los resultados que alcance Izquierda Unida. Un ligero ascenso de la coalición puede ser vital para que la izquierda consiga arrebatar al PP feudos tan disputados como el de la alcaldía y la Comunidad de Madrid.

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