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AGENDA GLOBAL. | ECONOMÍA
Columna
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Pensiones, emigración y campaña electoral

Joaquín Estefanía

¿PARA QUÉ SIRVE el Estado a principios del siglo XXI? Urge dar una respuesta a esta cuestión en cada uno de los modelos sociales. Por ejemplo, en Europa. La ofensiva iniciada en muchos países para limitar el Estado del bienestar (pensiones, seguro de desempleo, educación pública) se basa en la prioridad que se pretende dar al equilibrio de las cuentas públicas -una opción política: el Pacto de Estabilidad y Crecimiento- y en el envejecimiento de la población -una situación objetiva.

Los ciudadanos se encuentran a la vez con la posibilidad de que sus pensiones futuras, aquellas por las que cotizaron durante su vida laboral, se reduzcan de modo sustantivo (teniendo en cuenta, además, que la mayor parte de ellas son muy bajas) y con el hecho de que los que apostaron parte de sus ahorros por los planes privados de pensiones ven reducir su rentabilidad al estar ligados a la evolución de las bolsas de valores. Es decir, no hay salida. Por ello vuelve a ser actual el interrogante: ¿para qué sirve el Estado?

Llegará un futuro en el que 20 de cada 100 ciudadanos en edad de trabajar serán inmigrantes. Esto podría solucionar el problema de las pensiones, pero supone un cambio revolucionario en la sociedad española

Más a más, las pensiones devienen una y otra vez en campo de minas de cualquier contienda electoral como la que hoy termina. La irresponsabilidad de algunos políticos en este caso es abundante. Tanto para manipular el pasado y exagerar el presente (categoría en la que Aznar no tiene competidores) como para silenciar el futuro y ofrecer soluciones simplistas. Tenemos un problema y un instrumento para resolverlo: el Pacto de Toledo. No lo dinamitemos y hagamos del principio "después de mí, el diluvio" el eje rector de la política española.

La actual situación financiera de la Seguridad Social española no es mala, pero ello no se debe sólo o primordialmente a la actuación de las autoridades políticas, sino a la combinación de un buen ciclo económico y una buena coyuntura demográfica. Si alguna de estas dos condiciones cambiase, sobre todo la segunda, habría problemas para financiar las pensiones (alrededor de 7,5 millones de pensionistas cobran una cantidad equivalente al 7,5% del PIB). Es lo que el comisario de la UE Pedro Solbes ha denominado "tener en cuenta la realidad" cuando llamaba a acomodar los gastos sociales al progresivo envejecimiento de la población.

Las pensiones españolas están creciendo menos ahora porque los que llegan a la edad de jubilación son los ciudadanos que nacieron en la coyuntura de la guerra civil. Cuando nos jubilemos los que nacimos en los años cincuenta y sesenta -las generaciones del baby boom-, la situación girará y los excedentes que se pueden acumular hasta el año 2015 devendrán en déficit. Porque habrá más pensionistas y también menos activos que sufraguen el retiro de los primeros dentro de ese pacto generacional que supone el sistema de reparto de las pensiones públicas.

Y aquí entra el papel de los inmigrantes. ¿Hasta qué punto nos ayudarán a sostener nuestro Estado de bienestar? José Antonio Griñán, ministro de Trabajo socialista, ha calculado esta circunstancia (veáse EL PAÍS de 8 de abril pasado): para contrarrestar la reducción de activos por la caída de la natalidad, el Gobierno ha enviado a Bruselas una hipótesis en la que se contempla un aumento de 360.000 inmigrantes en 2000 que se irá reduciendo algo para mantenerse constante después en 160.000 anuales desde 2005 en adelante. "Si esto se cumple... llegará un futuro no demasiado lejano en el que 20 de cada 100 activos serán población inmigrante. De ser así, estaríamos ante el mayor cambio experimentado por la sociedad española en los últimos siglos; un cambio que afectará a todos los niveles de la convivencia y que tendrá trascendencia en todos los órdenes políticos". Otros expertos, como el catedrático Juan José Dolado, son menos optimistas sobre el papel de la inmigración en el arreglo de las pensiones (habría de ser una inmigración muy selectiva).

En cualquier caso, el terreno de la inmigración y de las pensiones da para cualquier cosa menos para la demagogia de las campañas electorales.

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