Pasa la tuna
El jueves, en el hospital Clínico, muchos médicos y enfermeras, la mayoría, creo yo, llevaban una pegatina donde se leía "Personal insuficiente" -me cuenta una de las chicas de la peluquería-. Por todas partes había unos carteles que explicaban que el Partido Popular se está cargando los hospitales de la Seguridad Social porque les interesa privatizar la sanidad... Bueno, eso, pero muy bien explicado. Cuando lo leí, me acordé de ti y pensé, mira, a lo mejor le sirve a Almudena.
Esto sucedió a las once de la mañana. Dos horas más tarde, a la una, la cultura madrileña, representada por creadores de todos los ámbitos en un número muy superior al de quienes han dado la cara en elecciones anteriores, hizo público un manifiesto pidiendo el voto para la izquierda y en contra de la candidatura del Partido Popular.
Los organizadores habían pedido expresamente -todos lo sabíamos, lo dijo Mariano Barroso antes de empezar a hablar, y lo repito yo aquí, y lo subrayaría con tinta roja si pudiera, ex-pre-sa-men-te- a los candidatos a quienes apoyaban que no acudieran al acto. Y por eso estaba allí ese implacable oportunista que se llama José María Mendiluce.
Todo esto ocurrió el jueves, a menos de 48 horas del fin de la campaña electoral, y todo me sirve. El compromiso del personal sanitario del hospital Clínico con lo que en definitiva no es otra cosa que la calidad de vida de todos los ciudadanos -una actitud que se expresa a base de pegatinas en pasillos y salas de espera con mucha más contundencia, mucha más eficacia que la que es posible articular en el discurso de un candidato-, la sensibilidad electoral de mi peluquera, que se acordó de mí al leer un cartel mientras a su hija le inmovilizaban un dedo roto, y la traicionera astucia de José María Mendiluce, que optó naturalmente por hacer trampas para asegurarse una foto en los periódicos. Claro, que se llevó algo más, una clamorosa exigencia de que retirara su candidatura, porque la cultura de Madrid se juega mucho en estas elecciones. Más o menos, todo. Ni más ni menos que todos los demás.
Eso lo sabemos todos los madrileños, todos lo comprendemos, y José María Mendiluce, que al parecer ha utilizado su candidatura para intentar chantajear a Trinidad Jiménez -tú me nombras teniente de alcalde y yo me retiro, me han dicho que dijo, y yo no sé si es verdad, pero me lo creo-, lo sabe también.
-No votar es votar a Ruiz-Gallardón -una chica se lo decía muy claro a su novio, en el metro, el otro día.
-No te pases -intentaba defenderse él-. No votar es no votar.
-Ahora no -insistía ella con una fe conmovedora, moviendo mucho las manos, abriendo mucho los ojos, poniendo mucho calor en cada sílaba-, en estas elecciones no. Ahora, si no votas, votas a Ruiz-Gallardón, no seas bruto, piénsalo... Y además -añadió, cogiendo al chico por un brazo y enfrentándolo a un cartel del candidato de la derecha-, míralo, anda... Si es igual que un tuno.
-¿Qué? -él se volvió a mirarla con una sonrisa.
-Pues eso, que parece un tuno, uno de la tuna, ¿no? Mi madre dice que es clavado al abanderado de la Tuna de Veterinaria de cuando mi padre hizo la carrera.
¡Qué bueno!, pensé yo, al escucharla. Pero qué bueno, y qué verdad, además. A ese chico tan formal, con sus ondas en el pelo, y sus gafas discretísimas, y su corbata de lobo, y su chaqueta de cordero, y esa expresión de asco en la comisura de los labios -fíjense en la foto, por favor-, sólo le falta un toque de terciopelo negro y dos docenas de cintas de colores escritas con bolígrafo: "Para Alberto con cariño". La pandereta la tiene ya, y sabe hacer con ella cosas muy bonitas, de esas que encandilaban a las chicas del montón en las películas del Dúo Dinámico, aunque a mí, la verdad, lo que más me gusta es verle bailar los cascabeles con la nariz cuando recuerda que su padre fue una vez el abogado de Enrique Tierno Galván durante la dictadura.
Y yo, que soy hija de un señor que es tan de derechas que hasta le gusta que le llamen facha, me pongo colorada hasta la raíz del pelo cuando le escucho.
La cultura de Madrid se lo juega todo en estas elecciones, porque todo es cultura. La vergüenza y el decoro, la dignidad y la memoria, el talento y la indignación. También la indignación.
Madrid fue una vez la Capital de la Gloria. Luego pasó el fascismo. Después se movió todo, y, como lo bueno nunca dura, todo dejó de moverse de pronto. Ahora, por fin, quiere pasar la tuna. Eso es lo que nos jugamos, porque este peligro tiene color, y banda sonora. Asómate, asómate al balcón, carita de azucena..., y la caspa nevando a mares sobre Madrid.
Vota.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.