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25 de mayo

El Sr. Aznar quiere convertir esta campaña municipal y autonómica en un plebiscito sobre su política, con trampa incluida. Si gana, dirá que su política está convalidada por las urnas. Si pierde, podrá argumentar que las elecciones son locales y no sobre política general. Así coloca a los ciudadanos en una dificultad que explica el nivel de indecisión que aparece en las encuestas.

En la política exterior, aunque no habla de la guerra de Irak, a la que se refiere como crisis o conflicto, inicia su campaña electoral desde la Casa Blanca con un razonamiento inconsistente. Ahora, decía refiriéndose a la inclusión de Batasuna en las listas del Departamento de Estado, algunos tendrán la respuesta a las ventajas de nuestro apoyo a la estrategia del Sr. Bush. Foto de campaña: Aznar-Bush o PP-Bush. ¡Por fin sabemos la razón de nuestra implicación en la guerra de Irak! La afirmación es ofensiva para Estados Unidos, para Francia, y para tantos países dispuestos a cooperar en la lucha contra el terrorismo (de ETA o de Al Qaeda) y para la inteligencia de los ciudadanos.

¿Si nuestra política no fuera de alineamiento con la errática estrategia belicista, aunque cumpliéramos con nuestra obligación de cooperar en la persecución de los terroristas integristas, Estados Unidos no actuaría en reciprocidad ayudándonos en la lucha contra ETA? ¿Qué diríamos de Francia, cuya cooperación es clave para nosotros y cuyos servicios se ofrecen a Marruecos para detener a los terroristas que atacaron a la Casa de España y a lugares relacionados con la comunidad judía?

Cuando tratan de explicarlo, empeoran las cosas. Mientras nosotros, afirma Aznar, tengamos un problema de terrorismo (ETA), tenemos que ser solidarios con los demás que sufren ataques terroristas. De nuevo se equivoca dramáticamente. Si fuera como él dice no estaría justificada la ayuda de Francia contra ETA. Si fuera como él dice, desaparecida ETA, no tendríamos la obligación de cooperar con los demás, incluido Estados Unidos, en la lucha contra la amenaza terrorista.

Todo sirve para desviar la atención sobre la cuestión principal. Nos hemos alineado con una estrategia de pax americana, y ahora estamos implicados en una ocupación ilegal de Irak, que no conduce a la disminución de la amenaza terrorista. Es lo menos que se puede constatar al día de hoy, viendo el caos en que se encuentra Irak, seguido de los atentados de Arabia Saudí o en Marruecos, para ni hablar del rebrote dramático de los ataques suicidas en Israel.

Al menos la Administración de Bush y el Gobierno británico son capaces de alertar a sus ciudadanos sobre los nuevos ataques del terrorismo internacional, y tratan de tomar las medidas de protección adecuadas. Pero aquí, el Gobierno niega la realidad, que sus propios servicios de inteligencia advierten, sobre la amenaza que pesa sobre nosotros.

Actuar contra el terrorismo siempre implica asumir amenazas de los grupos violentos. Así ha sido siempre y será porque estos grupos actúan sobre el efecto acción-reacción, como hemos comprobado tantas veces. La cuestión es, por tanto, diferente.

En primer lugar, es un error irresponsable negar la realidad o tratar de ocultarla con argumentos tan patéticos como el de la ministra de Exteriores, cuando sale al paso del riesgo afirmando que La Casa de España en Casablanca es una institución privada, no oficial. Incomprensible.

En segundo lugar, lo que se discute no es la solidaridad en la lucha contra el terrorismo internacional (como no se discute en el caso de ETA), sino la estrategia más eficaz para combatirlo. No parece que quieran enterarse del fondo del problema, aunque sea crucial para su desenlace.

Una vez más, para nuestra desgracia porque será el Gobierno el que tome las decisiones que nos afectarán a todos, hay que recordar cosas elementales que venimos diciendo.

La estrategia de guerra de conquista, de bombardeos masivos y ocupaciones territoriales, como la de Irak, saltándose a la torera la legalidad internacional, puede conducir a un empeoramiento de la seguridad internacional, con brotes crecientes de terrorismo suicida. Desde Mubarak al Papa, pasando por Francia o Alemania, advierten en esta dirección.

Sin embargo, la estrategia de coordinación de servicios de inteligencia y acciones policiales para perseguir a los diez y ocho mil terroristas fanáticos y suicidas dispersos por el mundo (según las estimaciones del Instituto de Estudios Estratégicos de Londres), es la única que nos puede llevar a disminuir la amenaza. El efecto negativo de la fractura internacional frente a la estrategia de guerra preventiva y unilateral puede ser el debilitamiento de la confianza necesaria para coordinar los servicios de inteligencia. El efecto positivo de esta estrategia, en sentido contrario, sería sumar a un número creciente de países -occidentales o islámicos- que comparten la percepción de la amenaza.

Tratar de confundir a la opinión pública es muy grave. Estamos de acuerdo en la necesidad de luchar contra la amenaza terrorista de ETA que nos afecta directamente. Ese acuerdo se refleja en un Pacto que propuso José Luis Rodríguez Zapatero al Gobierno del PP. Y estamos de acuerdo en luchar contra la amenaza del terrorismo internacional que también nos afecta, como a los demás o con particular incidencia ahora. El desacuerdo, sin duda clave, consiste en la estrategia que debe desarrollarse para ello. No son las guerras, como la de Irak, las que nos aproximarán a una estrategia consensuada, ni entre nosotros ni en la comunidad internacional, porque además de quebrar la legalidad internacional van a producir el efecto contrario al que se pretende. Lo estamos viendo, aunque el Gobierno quiera ocultar esa realidad insoslayable.

Vamos a ir comprobando que este fundamentalismo de nuevo cuño no disminuye las amenazas reales que proceden de los integrismos violentos... No nos sentiremos más seguros, sino menos, con el avance de esta estrategia (EL PAÍS, 3 de mayo de 2003).

Lo más grave es que el Gobierno pretenda que los ciudadanos avalen con su voto municipal o autonómico esta política. Dicen que la oposición ha querido echarlos del poder desde la calle, pero que ahora demostrarán en las urnas que la opinión pública está con ellos. Nunca habrán oído de los socialistas un váyase señor Aznar, porque la opinión pública no está con usted, tal como el mismo Señor Aznar decía hasta el hartazgo, sin pasar por la urnas con su váyase señor González. El día 25 de mayo, los ciudadanos que no estaban de acuerdo con la actitud del Gobierno delPP en la sumisión a la estrategia del Sr. Bush, o en la desastrosa gestión de la catástrofe del Prestige, se verán forzados a que su voto se interprete como un aval a lo que no querían, si su voto va al PP.

Por si fuera poco este despropósito, introducen dos elementos de campaña tan perturbadores como el anterior, con una irresponsabilidad impropia de un gobernante serio.

El primero, referido al Pacto Constitucional, que el Sr. Aznar afirma que está en peligro si gana el partido socialista. El segundo también considera en peligro la unidad de España si los electores se inclinan por el partido socialista.

Los ciudadanos podrían recordar que el señor que así habla del Pacto Constitucional estuvo radicalmente en contra del mismo y recomendó la abstención activa cuando se sometió a referéndum. Eran momentos cruciales del Gobierno de Adolfo Suárez, llenos de amenazas involucionistas alimentadas por actitudes como la del Sr. Aznar. Pero por si la memoria no llegara a tanto, bastaría situarse en los prolegómenos de la llegada al poder del PP para ver las propuestas de reformas de la Constitución que el propio señor Aznar hacía y que ahora le parecen frívolas o irresponsables cuando las hacen otros.

De manera que quien estuvo contra el Pacto Constitucional en los momentos de su difícil gestación y aprobación, rechazando el método del consenso y la práctica totalidad de los contenidos, se presenta ahora como el adalid de su defensa, frente a las fuerzas políticas que lo protagonizaron. ¡Ironías de la historia de la transición o baile de disfraces!

De la misma forma se plantea la amenaza sobre la unidad de España. No sólo por sus escritos en épocas como las referidas (Unidad y Grandeza, titulaba uno de sus más agresivos artículos de entonces, como la carta del responsable del PP y del censo en Nueva York), sino por el incuestionable hecho de que ganara las elecciones, tras casi catorce años de Gobierno socialista, sin que pasara por su cabeza la peregrina idea de usar la unidad de España como argumento contra sus adversarios.

Ahora, después de siete años en el poder, amenaza a los ciudadanos con el peligro para la unidad de España que supondría un triunfo de los socialistas. ¿Si no le preocupaba la cuestión hace ocho o diez años, que existía un Gobierno socialista, por qué le preocupa hoy, tras siete años de Gobierno del PP? ¿Tanto ha empeorado la cohesión territorial de España?

Me temo que las respuestas no llegarán de un Gobierno que no gobierna, aunque mande, que no es lo mismo, porque no comprende ni el pluralismo que fundamenta la ciudadanía democrática, ni la diversidad de España, con sus sentimientos de pertenencia a la tierra chica y a la compartida.

Felipe González es ex presidente del Gobierno español.

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