Batalla por la libertad de prensa
El periodista Alí Lmrabet continúa su huelga de hambre pese a los atentados islamistas de Casablanca
En el centro de Rabat está la modesta oficina del semanario Demain. Alí Lmrabet, su director, no la abandona prácticamente desde el 6 de mayo, en que comenzó una huelga de hambre para protestar contra la "persecución" de la que dice ser objeto por parte de la monarquía y los servicios secretos marroquíes. Nutrido tan sólo con agua y azúcar, Lmrabet, tan fortachón físicamente como fogoso intelectualmente, se debilita día tras día. Pero no piensa ceder. En una conversación telefónica con EL PAÍS, Lmrabet declaró ayer en castellano, lengua que este tetuaní domina tan bien como el árabe y el francés, que los atentados de Casablanca no le han hecho cambiar de actitud. "Aunque de aquí me saquen directamente a un hospital o a la cárcel", dijo, "no cesaré hasta recuperar los derechos a poder imprimir libremente mis semanarios y poder entrar y salir libremente de mi país".
Lmrabet criticó con dureza a las fuerzas policiales y los servicios de inteligencia de su país. "Si en vez de dedicarse a perseguir a periodistas, sindicalistas y defensores de los derechos humanos se concentraran en los terroristas, otro gallo cantaría", afirmó.
Antes de los sucesos de Casablanca, las verbenas callejeras que celebraban el nacimiento del primogénito del rey Mohamed VI impidieron a Lmrabet conciliar el sueño durante varias noches. Se desarrollaba así en Rabat uno de esos dramas marroquíes que resumen la complejidad del país: buena parte de la población festejaba de buen grado la continuidad de la dinastía alauí, mientras un periodista luchaba por la libertad de prensa. Y es que Marruecos sólo entrará con paso firme en el siglo XXI el día que haga compatibles la garantía de unidad y estabilidad que supone la monarquía alauí con las ansias de pan y libertad de millones de sus ciudadanos.
El 13 de mayo, Lmrabet abandonó por unas horas la oficina rabatí donde desgrana su huelga de hambre. Fue para comparecer en la sesión del juicio en la que la fiscalía reclamó que pase cinco años en prisión y pague una multa de 10.000 euros, además de ver sus publicaciones clausuradas definitivamente por los presuntos delitos de "ultraje al rey" y "atentado contra la integridad territorial de Marruecos". El juez se pronunciará mañana y Lmrabet no tiene dudas sobre su veredicto. "Me condenarán, porque la justicia marroquí no tiene la menor independencia", augura. Hoy se desarrollarán en España, Francia y otros países actos de solidaridad con el director de
Demain, en francés. y su versión árabe, Douman. Según Robert Ménard, de Reporteros sin Fronteras, lo ocurrido con Lmrabet es "ubuesco, medieval e inicuo".
En cualquier país democrático, Lmrabet sería un periodista incómodo por la franqueza con la que expresa sus opiniones. "Marruecos gira hacia la dictadura", escribió el sexto día de su huelga de hambre. Y como ejemplos citó el caso de un vecino de Tata encarcelado por haber roto una revista en la que figuraba una foto de Mohamed VI, y un rumor que afirmaba que EE UU había trasladado al iraquí Tarek Aziz a Marruecos para poderle interrogar con total libertad. Esos ejemplos son característicos del periodismo impulsado por Lmrabet en
Demain, donde, como en Le Canard
Enchainé, informaciones sólidas como el acero cohabitan con rumores, filtraciones y chistes. Pero en ningún país democrático un director sería juzgado por no aplicar siempre los criterios profesionales de The New York Times.
El pecado de Lmrabet, según la fiscalía, es reproducir una entrevista de Avui con un marroquí republicano y favorable a la autodeterminación del Sáhara Occidental; publicar detalles del presupuesto de la Casa Real, y difundir un fotomontaje satírico sobre políticos del reino.
"Si la democracia termina llegando al mundo árabe no será a lomos de los misiles norteamericanos, sino gracias a esta nueva prensa que, desde Al Yazira a Demain, da la palabra a los ciudadanos y fustiga a los poderosos", dijo ayer Lmrabet. Tiene razón.
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