Métodos de barbarie
Los atentados en Casablanca, apenas cuatro días después de los de Riad, con un saldo de más de cuarenta muertos, entre ellos dos españoles en el perpetrado contra la Casa de España de la ciudad marroquí, y un centenar de heridos, ponen de manifiesto que el terrorismo islamista global, se llame Al Qaeda o no, está de regreso con una gran capacidad operativa para matar por medio de fanáticos dispuestos a inmolarse en sus acciones. Aunque este terrorismo sea anterior a la guerra de Irak, se cumplen los peores vaticinios lanzados desde Occidente, como el del ex ministro británico Robin Cook, o desde el mundo árabe de que ese conflicto traería consigo un rebrote del terrorismo radical islamista, sin haberse preparado suficientemente el mundo, y en especial EE UU, para evitarlo.
Los servicios de espionaje de diversos países apuntan en la dirección de Al Qaeda, la red de redes de grupos terroristas islamistas fundada por Osama Bin Laden. La firma está en la capacidad para un ataque coordinado con tres coches bomba y al menos dos suicidas en Casablanca, y como las tres explosiones simultáneas cuatro días antes en la capital de Arabia Saudí. La "guerra contra el terrorismo" lanzada tras el 11-S por Estados Unidos ha dado resultados sólo parciales. Todo indica que la base se ha reorganizado. En los últimos días, Washington, tras registrar un tráfico creciente de mensajes sospechosos, había avisado de posibles atentados desde Extremo Oriente a África. Varias compañías aéreas anularon vuelos a Kenia y otros países de la zona. Pero, una vez más, el enemigo invisible ha sorprendido al actuar donde no se le esperaba: en Marruecos.
No parece una casualidad. Pues este terrorismo global no busca sólo dañar los intereses occidentales, sino deslegitimar a Gobiernos árabes que han apoyado a EE UU, antes y durante la guerra de Irak, como Arabia Saudí y el aliado central de Washington en el Magreb, Marruecos. En el caso de Casablanca, los blancos parecen haber sido cuidadosamente elegidos no sólo por estar indefensos, sino por su significado: la Casa de España, el Círculo de la Alianza Israelita y un hotel saudí, de un total de al menos cinco objetivos.
Es de temer que estemos en el comienzo de una nueva escalada terrorista de alcance global por unos grupos regenerados, quizás menos centralizados y aún más fanatizados. Sin duda se impone reforzar la cooperación internacional para no darles tregua. Afortunadamente, las relaciones entre España y Marruecos están en un momento de recuperación, pues estamos ante un enemigo compartido. La situación demanda del Gobierno español algo más que condena: solidaridad y cooperación en la lucha contra el terrorismo. También va a requerir un impulso de ayuda económica por parte de España y la Unión Europea, pues los atentados de Casablanca van a tener un impacto sumamente negativo sobre el turismo en Marruecos, una industria esencial para el vecino país magrebí.
De forma preocupante, dado el falso precedente de Irak, EE UU apunta hacia Irán por, supuestamente, acoger a algunos dirigentes de Al Qaeda. Teherán, como otros tantos Gobiernos en el mundo musulmán, condenó ayer estos atentados, que ponen de manifiesto que la guerra de Irak habrá hecho caer un régimen monstruoso, pero no ha servido de nada en la lucha contra el terrorismo global con el que poco tenía que ver. Cabe exigir que ningún país dé cobijo a estos grupos. Pero no cabe seguir ignorando que algunos factores sirven de caldo de cultivo para estos terrorismos. Es urgente encauzar un nuevo proceso de paz entre israelíes y palestinos. La lucha contra estos métodos de barbarie se cargaría de todas las razones. Y es imprescindible evitar caer en la tentación de confundirlo todo: terrorismos, fundamentalismos islámicos e islam, pues se contribuiría así a ese enfrentamiento cultural que buscan estos violentos.
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