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Entrevista:PAOLO SYLOS LABINI | ECONOMISTA | ENTREVISTA

"La tragedia de Italia es que hay mucho 'listo' suelto"

Considerado, a sus 82 años, como un extremista de izquierdas por las duras críticas que dedica al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, el economista Paolo Sylos Labini acaba de publicar un libro, Berlusconi y los anticuerpos. Diario de un ciudadano indignado, en el que resume todas las razones de su indignación con el magnate de la televisión transmutado en hombre de Estado. En esta entrevista, realizada en su casa de Roma, Labini expresa su confianza en que Europa "nos eche una mano para librarnos de Berlusconi". Sus críticas alcanzan también a la sociedad italiana. "La tragedia de Italia es que hay mucho listo suelto", dice.

Pregunta. La reciente comparecencia de Berlusconi en el banquillo de los acusados, en el Tribunal de Milán, ¿es una prueba de la anomalía italiana?

"Lo tremendo es que yo formo parte de una minoría, y eso no me enorgullece, me da pena. Dicen que soy de extrema izquierda porque me opongo a Berlusconi"
"Hoy día no hay intelectuales de derechas. Son muy pocos y se avergüenzan: o dicen que no son de derechas, o lo admiten con dificultad"
"Andreotti es tan frío que dudo de que haya besado siquiera a su mujer... Fue Riina el que le besó a él. Para demostrar a los demás que lo controlaba"
"Tanto Aznar como Blair saben quién es Berlusconi. Como políticos, procuran utilizarlo. En política se necesita un componente ético, aunque no sea dominante"
"Ciampi, que ama muchísimo a Europa, está siendo humillado por Berlusconi, y si las cosas siguen así, la esperanza es que Ciampi reaccione"
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Respuesta. Ah, es demasiado dulce eso de anomalía. Se refiere usted a la atroz desviación que se ha producido en Italia, que nos aleja de cualquier país medianamente civilizado.

P. Hay quien propone, Berlusconi incluido, resolver la situación reintroduciendo la inmunidad parlamentaria. ¿Que le parece la idea?

R. No quiero decir tacos. A mí me parece atroz. Y encima hay gente de izquierdas que dice que hay que hacerlo por el bien de la patria. Nadar en el fango no es agradable, es mejor nadar en el agua de mar limpia. Hacer leyes con fines propios es atroz, y ésta es en parte la historia de mi libro. Políticos cínicos los hay a montones, pero hay una graduación. Es como las enfermedades: no es igual tener un dolor de muelas que un cáncer de pulmón. No es igual que una bronquitis o un resfriado. Lo tremendo de Italia es que yo formo parte de una minoría, y eso no me enorgullece, me da pena. Dicen que soy de extrema izquierda porque me opongo a Berlusconi. Pero es un sofisma. Inmunidad es impunidad. Hay que comprender la humillación que se siente en una situación como la que estamos viviendo. La Revolución Francesa, como explica Tocqueville, nació de un profundo malestar: la economía, que marchaba mal; un sistema fiscal atrozmente desequilibrado..., sólo el pueblo pagaba los impuestos; los nobles, el clero, nada. Con la idea de la inmunidad hoy, lo que se pretende es que no se pueda castigar a un poderoso, cuando, en democracia, el poderoso debía ser más culpable que los demás. Dicen: "Por el buen nombre de Italia". Pero lo único que se puede hacer por la reputación de Italia es librarse de Berlusconi.

P. Eso es lo que pretende la izquierda italiana.

R. En nuestra situación no tiene sentido hablar de derechas o de izquierdas. Me viene a la memoria una entrevista imaginaria a Al Capone. Se le preguntaba: ¿usted es de izquierdas o de derechas? Y respondía: "Yo soy un honesto delincuente". Honesto porque era sólo un delincuente. Lo angustioso de Berlusconi es que está haciendo cosas que, cuando se vaya, será dificilísimo cambiar, porque inciden sobre las bases de la legalidad, sobre la justicia, el Código Penal. Cuando algo le interesa se hace a toda prisa. ¿Por qué? Porque está rodeado de siervos.

P. En su libro, usted explica los riesgos que corre la salud democrática de Italia al haber una carencia de anticuerpos. Pero acusa también a la oposición política de haber propiciado esta situación al "legitimarle".

R. Cierto. Yo mantuve una polémica con D'Alema

[ex primer ministro del Partido de los Demócratas de Izquierda]. Él me reconoció que la Bicameral

[comisión parlamentaria en la que se intentó pactar, en 1997, con el actual primer ministro una reforma de la Constitución] fue un error, pero que no fue sólo idea suya, sino que todos los demás partidos estuvieron de acuerdo. Berlusconi es un imputado judicial, tiene cuentas pendientes de enorme gravedad con la justicia. Corromper a los jueces es un delito tremendo, creo que sólo es peor la pedofilia o la trata de blancas con adolescentes. Así que la izquierda pensó que, con ese lastre, podía tenerlo controlado. Resulta estúpido, porque un delincuente que no tiene nada que perder se lo juega todo a la última carta.

P. Berlusconi tiene también una gran habilidad personal. Nadie niega sus dotes de comunicador.

R. Bueno, lo que tiene es un montón de abogados, gasta en ellos cifras fabulosas.

P. Pero ha conseguido sintonizar con la gente. Ahí está su amplia mayoría electoral. La sociedad italiana tiene un cierto nivel cultural, no estamos hablando de un país tercermundista, y ha votado mayoritariamente a la coalición de Berlusconi.

R. Tampoco hay que sobrevalorar su mayoría. En las elecciones de 2001 obtuvo el 29% de los votos, lo que significa en realidad el 21%, porque mucha gente no vota.

P. Eso ocurre en todas las democracias...

R. Si con ese 21% es capaz de aprobar leyes en pocos días es porque tiene un montón de siervos, y los paga. El ministro de Economía, Giulio Tremonti, que moralmente vale como Berlusconi, ha inventado la alianza con Umberto Bossi [líder de la Liga Norte], que estaba perdiendo arraigo. Cuando la gente de izquierdas [Labini simula grandes risotadas irónicas] dice hay que discutir con calma la situación, yo me digo: ¿discutir qué? El programa de Berlusconi, y lo ha dicho él -para una vez que es sincero no le creen-, es básicamente salvar su negocio: la televisión, el poder político, la publicidad, el dinero, el poder de condicionar la vida social y el de evitar la cárcel para él y para los que pueden chantajearle, como Cesare Préviti [ex ministro de Defensa condenado a 11 años de cárcel por sobornar a varios jueces]. Esto lo ha declarado Filippo Mancuso [ex miembro de Forza Italia]. Éste es su programa, el resto es cero. La nada. A Berlusconi no le importa nada. Cuando ha visto que podía ser arriesgado reformar el sistema, lo ha dejado también.

P. En su libro, usted explica en cierto modo el ascenso político de Berlusconi recurriendo a la historia de Italia. Partiendo de las razones que, a su juicio, han erosionado la autoestima de los italianos. Desde las sucesivas invasiones, el autogobierno de las ciudades del Norte o el mal gobierno de los Borbones en el sur. Y cita además la fuga del rey Vittorio Emanuel III, en 1943, con el mariscal Badoglio, que hace una proclama incomprensible por su ambigüedad, y hasta el atroz final de Mussolini, detenido cuando escapaba de Italia disfrazado de soldado de las SS.

R. Sí, uno se pregunta: ¿por qué Italia es como es? En el libro, lo menciono, está todo en nuestra historia. Una historia contradictoria que explica por qué hay gente de enorme calidad que es difícil encontrar en otros países, aunque en otros países no es necesario que haya gente así.

P. Pero la sociedad italiana ha cambiado mucho. Se la acusa de estar pendiente exclusivamente de las apariencias, de ser muy superficial.

R. Sí. Mucha gente está convencida de que puede sustituir, con la fachada, la sustancia. No es posible, puedes hacerlo por unos meses, un año o dos, pero no más. Al final provocas el desprecio, y cuando lo haces es demasiado tarde para remediarlo. Pero, aparte de las culpas que he citado, en el ascenso de Berlusconi hay que tener en cuenta el efecto de la televisión. Mi amigo Giovanni Sartori, considerado de derechas, pero muy amigo de uno de extrema izquierda como yo, ha escrito un libro, Homo videns, sobre el poder enorme de la televisión. Y el historiador inglés Wells dice que la contribución de la radio al ascenso de Mussolini fue enorme. Y la televisión es cincuenta veces más importante. Esto lo digo para que se comprenda cómo ha podido suceder lo que ha sucedido.

P. Usted sostiene que Berlusconi es enemigo también de la derecha.

R. Sí, y eso se nota. Hace tres días, un diario tan conservador como The Daily Telegraph ha publicado una crítica durísima contra Berlusconi, puede que más dura de la que hago yo. Y eso porque uno de derechas está más interesado que otro de izquierdas en denunciar este caso. Porque siendo escasa, frágil, la envoltura ética, queda sólo el interés por hacer dinero, que es algo un poco triste. En Italia no existe la derecha. La destrozó Mussolini, porque se colocó en su sitio al combatir el comunismo, el bolchevismo, pero la desfiguró de tal forma que hoy día no hay intelectuales de derechas. Son muy pocos, y se avergüenzan: o dicen que no son de derechas, o lo admiten con dificultad.

P. Al menos los ha habido, como en el caso de Indro Montanelli.

R. Sí, aunque Montanelli admitía ser de derechas, pero no de esta derecha.

P. Quizá haya más casos de intelectuales en sus mismas circunstancias.

R. Yo le doy mucha importancia al papel de los intelectuales, para bien y para mal. De ahí mis críticas a Marx. Porque cometió errores. Aseguró que habría una pro-letarización, cuando en realidad lo que ha crecido han sido las clases medias, y tampoco era cierto que la miseria estuviera creciendo en su época. Era fuerte, pero no creciente. En matemáticas no se puede confundir una línea horizontal con una ascendente. Pero mi crítica principal, la más grave, es que por favorecer su proyecto revolucionario manipuló los datos. Y la crítica de fondo es que, sin citar jamás a Maquiavelo, ha dado consejos maquiavélicos. Lo curioso es que él, que era un erudito, y leía en italiano, y conocía a muchos autores, nunca menciona a Maquiavelo. ¿Por qué? Porque no quería que se notara la terrible semejanza entre él y Maquiavelo. Su responsabilidad es tremenda, aunque la izquierda no lo reconozca.

P. ¿Por qué los intelectuales de izquierda no han hecho nunca una crítica de este tipo a Marx?

R. Porque ni siquiera lo conocen. Pocos se salvaban como idealistas. En Italia, Enrico Berlinguer, y pocos más.

P. Usted es muy pesimista cuando habla de Italia. Ve la sociedad afectada por virus peligrosos. ¿Cuál sería la medicina?

R. Bueno. El problema es que una parte de las clases medias son portadoras del virus. Como decía Piero Gobetti, el fascismo es la biografía del país. Y aquel fascismo, con la porra en mano, ha vuelto a aparecer, empeorado además. Y como le digo, los portadores del virus son una parte de las clases medias. No todos, claro, pero hay muchos miserables que tienen como único objetivo hacer dinero, y son capaces de cualquier cosa para hacer dinero.

P. Un virus para el que faltan anticuerpos. Pero la conclusión que se saca leyendo su libro es que usted considera que Berlusconi, con su grave conflicto de intereses, debería haber sido declarado inelegible.

R. Ya lo dijo The Economist.

P. Pero, al mismo tiempo, Berlusconi, que representa a Italia en estos momentos en el plano político, tiene buenas relaciones con el primer ministro británico, el laborista Tony Blair. Y su sintonía con el presidente español, José María Aznar es también muy grande.

R. Tanto Aznar como Blair saben exactamente quién es Berlusconi. Como políticos procuran utilizarlo. Lo comprendo, pero no lo apruebo, porque, en mi opinión, en política se necesita un componente ético, aunque no sea dominante. Blair, una persona respetable, que invita a cenar a Berlusconi, se avergüenza, como un señor respetable que mete en casa a una prostituta. Y la prensa inglesa, que yo sigo bastante, ni siquiera dio la noticia de esa cena. A Aznar le he visto reírse a carcajadas oyendo las bromas de Berlusconi. La situación es desesperada, pero decía el economista Dennis Robertson que la historia es una señora con una carta de más en la manga, que no se puede prever. Algunas veces, la carta es buena; otras, no. No es que quiera poner mi fe en lo desconocido, pero si Europa nos echa una mano...

P. ¿Se refiere al semestre de presidencia italiano en la UE?

R. Sí, en los seis meses de la prueba tendrá que ser el miserable que es. Por eso yo creo que puede perder fuerza a través de Europa. En la asociación de la Stampa Estera, de Roma, presentamos el otro día un llamamiento pidiendo ayuda a Europa. Nuestra esperanza en estos momentos es Europa. También porque tiene un reflejo interno muy fuerte, aunque no lo parezca, y la prensa extranjera cuenta. Y luego está el presidente de la República, Ciampi, que hasta hace dos meses ha sido muy prudente, demasiado. Pero Ciampi, que ama muchísimo a Europa, está siendo humillado por Berlusconi, y si las cosas siguen así, y además hay nuevos ataques a Europa, la esperanza es que Ciampi reaccione.

P. El presidente de la República no tiene demasiados poderes...

R. Pero si Berlusconi sigue cometiendo estupideces, si continúa insultando a Ciampi, a la izquierda, como ha hecho con Amato y con Prodi, contando con la esperanza de una presión europea y de que la oposición se recompacte, aun con todos sus problemas, puede producirse una caída de Berlusconi..., aunque no hay que hacerse ilusiones.

P. ¿Se refiere a una derrota de Berlusconi en las próximas elecciones o a una caída anticipada?

R. Una caída anticipada. Hay quien se lo ha pedido ya en los periódicos, que se vaya.

P. Pero la caída anticipada del primer Gobierno de Berlusconi en 1994 ha sido señalada por muchos analistas como la causa de que haya regresado después con más fuerza. Porque la gente le ha visto como una víctima.

R. No, eso no es así. Ésa es una variante de la teoría de que la demonización lleva agua al molino de Berlusconi. No la creo. El simple sentido común demuestra que no es así. Las críticas pueden tener poco efecto, pero no el contrario. La víctima se defiende como puede, mintiendo, haciendo el payaso, hablando mal de su mujer. Pero un estudio que se realizó en la campaña electoral de 2001 concluyó que hubo tres cosas muy dañinas para Berlusconi: un programa de televisión donde se habló de sus problemas judiciales, el artículo de The Economist y un llamamiento de intelectuales en el que figurábamos Norberto Bobbio, yo y tantos otros. Estas tres cosas desplazaron entre uno y dos millones de votos, en gran parte de no votantes, contra Berlusconi. Los que le defienden dicen que el que ha robado mucho ya no tiene interés en seguir robando. No es verdad, el que ha robado quiere seguir haciéndolo.

P. Hay que reconocer que Berlusconi no es la única anomalía italiana. En la historia reciente hay algunas más. Hasta Andreotti, que fue durante cincuenta años símbolo político de Italia, ha terminado en un tribunal, aunque al menos en uno de los juicios ha sido absuelto.

R. Pero la absolución no ha sido completa. E incluso la parte de la sentencia de absolución completa está llena de peros. La gente se ha puesto contenta. Decían: es bastante feo que nos haya gobernado un amigo de Totó Riina, menos mal que es falso. Pero no lo es. Claro que esa estupidez de que besó a Riina es falsa. Andreotti es tan frío que dudo que haya besado siquiera a su mujer... Fue Riina el que le besó a él. Para demostrar a los demás que lo controlaba.

P. Lo curioso es que Berlusconi se ha beneficiado en cierto modo de la desaparición de la Democracia Cristiana. Quiero decir, la reacción judicial al escándalo Tangentopoli, que acabó con la clase política de entonces, con la DC y con PSI, ha terminado por producir un efecto indeseado, al menos para la izquierda, y es el éxito electoral de Berlusconi.

R. No, esto no es así. No hay que olvidar que Berlusconi no ha tenido tantos votos, y que pedazos de la Democracia Cristiana están con él. Obedeciendo y combatiendo. O séase, que ha cogido votos democristianos, pero también misinos, y también de la Liga.

P. Usted lamenta en su libro que los jueces de Manos Limpias han quedado en minoría, acorralados casi. Estos días, hasta un izquierdista famoso como Tony Negri declaraba su solidaridad a Berlusconi.

R. Diga lo que diga Negri, su fiabilidad es cero. Incluso si critica a Berlusconi, lo hará por pura astucia. Y a mí los astutos no me gustan. La tragedia de Italia es que hay demasiados listos sueltos y mucha gente cándida. Por este personaje tengo la mínima estima. Es un miserable, bellaco, sinvergüenza, un incoherente desde el punto de vista intelectual. Es además un pequeño burgués rico, casado con una millonaria. Le desprecio, es un asesino. Ordenó disparar contra un profesor de Padua que yo conozco, en los tiempos en que se hacía el revolucionario.

P. El caso es que, para los electores de izquierdas, las cosas no están particularmente fáciles tampoco. ¿Qué partido le merece más confianza?

R. Son las personas las que cuentan. Giovanni Berlinguer es una persona digna

[dirigente del correntone, corriente minoritaria de izquierdas del ex partido comunista, llamado Demócratas de Izquierda].

P. ¿Comparte usted el entusiasmo general por Sergio Cofferati

[ex secretario general del sindicato de izquierdas CGIL]?

R. Me ha dado muchos disgustos en el último mes y medio. Porque una persona que se presenta como líder no se pone a difundir artículos anónimos. No es correcto. Me llaman moralista, pero es que es incorrecto. Veremos cómo terminan los que pasan de moral. Sabe, yo soy un gran admirador de los puritanos, como cuento en el libro. Porque, aunque pocos lo saben, Inglaterra era un país mucho más corrupto que Italia. Un embajador del Veneto escribía en una nota: "Es un país profundamente corrupto. Terrible por la corrupción, pero extraordinario por su cocina". Exactamente lo opuesto de lo que pensamos hoy de los ingleses. Esto ocurría a finales del siglo XVIII.

P. Y a partir de ahí, el país ha cambiado totalmente.

R. Sí. Es decir, que se puede cambiar. A mí me llaman puritano, y lo considero un cumplido enorme. Los puritanos se enfrentaron a una corrupción que había alcanzado cotas elevadísimas. Los enemigos les dieron ese nombre para fastidiarlos, pero ellos, al final, aceptaron la etiqueta. Y gracias a ellos, a esta matriz puritana, Estados Unidos tiene muchos más anticuerpos que nosotros, pese a Bush, a Cheney, a los hombres de negocios sin escrúpulos. A los puritanos les costó dos siglos, con dos oleadas para limpiar la atmósfera. Primero con Cromwell, luego en la época de la Compañía de las Indias, una etapa terrible.

P. Entonces, ¿se necesita una ofensiva puritana en Italia?

R. Sí.

P. ¿Aunque haya que renunciar a la cocina italiana?

R. Por supuesto.

Un animador del movimiento ciudadano

PAOLO SYLOS LABINI, nacido en Roma el 30 de octubre de 1920 -"mi apellido es de origen español y se remonta al siglo XVI", explica el profesor-, fue miembro del Partido de Azione, una formación moderada en la que militaron, en la última fase del fascismo, algunos de los más conocidos intelectuales y personalidades de la vida política italiana, caso del presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi.

Licenciado en economía en 1942, Sylos Labini completó cursos de especialización de las universidades de Harvard (Estados Unidos) y Cambridge (Reino Unido), donde fue alumno de Schumpeter y Robertson, respectivamente. A su regreso a Italia ha sido profesor de economía política en las universidades de Catania y Bolonia, y más tarde en la Sapienza de Roma. Actualmente está jubilado, pero sigue vinculado a la actividad docente. Autor de diversos libros de corte económico-social, como Ensayo sobre las clases sociales (1974), Las formas del desarrollo y del declive (1984), Carlos Marx: es tiempo de un balance (1994) o Las crisis italianas (1995), entre otros, el ascenso al poder del magnate de la televisión privada Silvio Berlusconi le ha empujado a una actividad pública creciente, como animador del movimiento de los girotondi(corros) en defensa de la justicia y la legalidad, e infatigable polemista. Sylos Labini ha participado, junto al cineasta Nanni Moretti y el director de la revista de pensamiento Micromega, Paolo Flores d'Arcais, en algunas de las multitudinarias manifestaciones contra las leyes aprobadas por el Gobierno de centro-derecha en materia de justicia. Colaborador habitual de la prensa de izquierdas, firmante de escritos de denuncia contra el primer ministro, Sylos Labini se ha convertido, a los 82 años de edad, en una de las más enérgicas voces de protesta contra el poder de Il Cavaliere.

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