Las sandalias del pescador
Si dijera que no me ha sorprendido la acogida que el Papa ha dado a Aznar, su familia y su Gobierno mentiría, aunque cuando vi al Pontífice decantándose en plena guerra a favor de los iraquíes masacrados, y aun encontrándome ya como diría Machado en "esa segunda inocencia que da no creer en nada", la verdad es que me impresionó. Pensé: es posible que el Espíritu Santo le haya iluminado como a Saulo de Tarso y le haya hecho ver que no se puede ir dando la comunión a Pinochet y humillando públicamente a uno de los sacerdotes de la teoría de la liberación delante de todo el mundo como ocurrió en otro de sus viajes por Iberoamérica, cuando amonestó a uno de ellos nada más bajar del avión.
Esperaba que al venir a nuestro país hiciera un gesto de desprecio hacia quienes habían originado y apoyado la barbarie de una "guerra preventiva". Pero, al parecer, nuestro presidente se ha encomendado a san José María Escrivá y el Papa le ha bendecido, mientras Suárez le daba un fraternal y significativo abrazo.
De manera que todos sus fieles ya pueden aparcar la conciencia en algún armario de casa y seguir, como decía Kant, en esa cómoda "minoría de edad mental", donde hay alguien que te exculpa de todos tus pecados y te dice lo que hay o no que hacer y ya pueden ir a votar por el PP tranquilamente antes o después de haber comulgado. Por mi parte, yo, que no olvido a esos pobres musulmanes que se han quedado sin nada, en el sentido literal de la palabra, ni casa, ni hijos ni padres, ni brazos y hasta sin vida; yo, que ya no creo en ningún partido político, iré a votar el día 25 de mayo por alguno de los que gritaron conmigo su no a la guerra.-
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