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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un análisis profano

José María Ridao

Escrito a raíz de los atentados del 11-S, este ensayo de John L. Esposito constituye uno de los intentos más solventes de escapar a los análisis que, sobre la base de anatemizar el credo religioso musulmán, acaban reproduciendo el mismo patrón de razonamiento en el que apoyaron su ideología los terroristas de Al Qaeda. Lejos de proclamar desde el lado opuesto al de Bin Laden la incompatibilidad del islam con los modelos liberales desarrollados en Europa y Estados Unidos, Esposito restablece la tajante división entre las esferas pública y privada en lo tocante a la fe de los individuos que caracteriza al pensamiento democrático, y aborda a partir de este presupuesto la mortífera amenaza del terrorismo islamista. En Guerras profanas no se emprende, pues, la defensa ni la condena de la religión musulmana, sino una estricta reflexión política acerca de un fenómeno que tiene ya en su haber una estremecedora nómina de víctimas. Siempre desde esta óptica, Esposito trata de desvelar los diferentes pasos que han conducido a una situación como la actual, en la que una constelación de grupos terroristas radicados en el mundo árabe e islámico han llegado a considerar a la única superpotencia como su principal enemigo.

GUERRAS PROFANAS

John L. Esposito. Traducción de Yolanda Fontal. Paidós. Barcelona, 2003. 223 páginas. 15 euros

Al explicar este proceso, Esposito aborda diversas líneas de investigación, tejidas sobre los datos de la historia de Oriente Próximo a lo largo del último siglo. Entre ellas destaca la que subraya la importancia del fracaso de los movimientos panárabes en el reforzamiento de la alternativa panislámica y, a la postre, islamista. Una vez que los pueblos colonizados alcanzaron la independencia y asumieron el Estado como fórmula de organización social, las iniciales esperanzas de libertad y desarrollo se vieron pronto defraudadas: los nuevos gobiernos, en su mayoría laicos y de corte socialista, no se comportaron con sus propios ciudadanos de manera muy distinta a como lo hicieron las antiguas metrópolis. Junto a ello, la progresiva consolidación de Israel, de un Estado construido a partir de un credo, acabó abonando el terreno para la interpretación de los problemas árabes en clave religiosa. "Los estatutos de la OLP", escribe Esposito, "identifican al sionismo como enemigo"; por el contrario, "Hamás rechaza la distinción entre judaísmo y sionismo". La razón última de esta deriva no se encuentra tanto en un deseo de rehabilitar el discurso antisemita clásico, como en la voluntad de legitimar el carácter necesariamente islámico que debe revestir la resistencia de los palestinos frente a Israel.

El análisis de Esposito resulta

particularmente sugerente al abordar otra de las líneas de investigación no suficientemente frecuentada por los trabajos occidentales. En este caso, Esposito rastrea la manera en que las corrientes suní y chií del islam entraron en pugna desde el triunfo de Jomeini, buscando hacerse con el control de la comunidad musulmana en su conjunto. Arabia Saudí, que hasta ese momento había financiado la extensión del wahabismo como contrapunto religioso a las ideas panárabes, se propone a partir de entonces contener la propagación del modelo establecido por los ayatolás iraníes. Un modelo cuyo prestigio se verá incrementado por el hecho de que los chiíes de Hezbolá consiguieron poner fin a la ocupación israelí del sur del Líbano, un resultado hasta ahora inigualado por los gobiernos árabes de la región. Aunque el esclarecedor ensayo de Esposito no se refiera a los últimos acontecimientos ocurridos en Irak, resulta fácil comprender que su razonamiento es válido también para el supuesto de que la mayoría chií consiguiera cuotas de poder importantes bajo la ocupación estadounidense y británica del país. ¿Cuáles serían entonces las consecuencias sobre la totalidad del mundo islámico?

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