¿Qué se vota aquí?

O a quién. Porque lo del PP ya no hay forma de entenderlo. Oyéndoles no se sabe si éstas son unas elecciones municipales y autonómicas o generales, europeas o galácticas. Ni, por supuesto, quiénes se presentan.

Zaplana se ve obligado a explicar en un acto que él no es el candidato, aunque se prodigue más que Camps, que actúa de telonero. Mientras que la carta que recibo solicitándome el voto para el PP va firmada por Aznar, que no sólo no se presenta sino que no va a volver a presentarse.

Pero la parafernalia argumental de Aznar en esta campaña es la de un camorrista en bronca permanente, armando la tangana con quien se tercie, sea agitando el espectro de las dos Españas, asustando a viejecitos o desgañitándose anunciando la llegada del lobo feroz. Aznar ha salido del armario ideológico y exhibe sin recato su íntima pulsión azul profundo, mientras se permite calificar a las otras opciones como la España negra. Él, con su alma de charol. Genial.

La fuga de votos centristas, espeluznados por quien los engañó durante algún tiempo, es tan significativa que sólo así cabe entender el giro tremendista hacia la derecha que imprime Aznar a su campaña. Y ni aún así, porque ante el miedo a la abstención de sus electores ha terciado el arzobispo de Valencia en su última pastoral, obviando a la Constitución española, para proclamar que "la abstención no es moralmente lícita". Manca finezza. Desesperados los veo.

Segundo Bru es portavoz del PSOE en las comisiones de Economía y Presupuestos del Senado.