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Reportaje:

Contrapoesía

Acracia y contracultura introducen el toque revolucionario en el Festival Barcelona Poesia

La presente edición de los Set Dies de Poesia a Barcelona, que empezó el pasado miércoles, fue anunciada como la más "contracultural" de las siete que se llevan celebradas. En la práctica, ese propósito se concretaba en la noche del viernes en un homenaje exhumación de tres creadores catalanes que perecieron, literalmente, en los años noventa tras fracasar en el intento de atravesar los posmodernos ochenta con el espíritu hippy y libertario de los setenta.

En realidad, tal como explicó el crítico literario Julià Guillamon, en una introducción histórica de lo más oportuna, Pau Maragall, Pere Marcilla y Albert Subirats eran bastante más que poetas. Herederos del movimiento contracultural que despuntó en los primeros sesenta, su actividad artística se manifestaba a través del activismo callejero y sobre todo de innumerables revistas tipo fanzine, que a menudo no pasaban del número 1.

A modo de ilustración, Enric Casasses desenfundó unos cuantos papeles guardados desde entonces y los leyó junto a otros tres supervivientes del periodo, David Castillo, Salvador Rodés y Genís Cano. Formalmente próximos a la poesía fonética y a menudo experimental, la mayoría de los textos oscilan entre el cotidiano hastío debida a una realidad interior maltrecha por los estupefacientes y la angustiosa sensación de fracaso por el choque contra una realidad exterior hostil y aniquiladora, incluido el amor y el sexo oprimentes. Buena parte de la obra inédita de Maragall, Marcilla y Subirats, junto a piezas de sus continuadores Casasses, Pau Riba, Pedrals y otros, ha sido recogida por el citado Cano, profesor de la Facultad de Bellas Artes e historiador del movimiento, en el libro Poètica de la contracultura, que presentará el próximo miércoles día 21 (Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, 12.00 horas).

Aunque incluida en la sesión precedente, Amb la veu ben clara, la intervención del veterano Jesús Lizano podría haber formado parte de la de los contraculturales, pues empezó arengando al respetable con un Manifiesto por la acracia contra lo que él llama "el mundo real político". En un cuarto de hora de los más atronadores que se recuerdan en los Set Dies, el autor de Lizania estimuló al público al grito de "a mí me gustan las personas curvas", "¡a los caballitos!" y "balada del soldado conocido", para terminar arrastrando al respetable a corear la Canción del Popocatepl. El recitado enfático de Lizano se llevó la ovación de la noche. En el estrado de un Museo Marès abarrotado le habían precedido otras tres de las más destacadas voces de la poesía peninsular actual: la intimista de Màrius Sampere, la cazallosa pero traviesa de Ángel González y la mágica de Manuel Rivas, quien, alternando gallego y castellano, volvió a seducir a una audiencia fiel con sus historias de héroes casi anónimos, esta vez empapados de guerra y chapapote.

Cambiando el tono, en la sesión de tarde de ayer Miquel Desclot presentó a la audiencia infantil su cantata Música, mestre!, grabada en el Auditori de Barcelona y todavía no comercializada.

Para hoy el Instituto de Cultura de Barcelona ha previsto una de las sesiones más originales, la performance El gran poema de nadie que el manchego-americano Dionisio Cañas realizará en la plaza del Macba (de las 12.00 hasta las 18.00 horas) con el objetivo de montar un enorme mural de palabras. A las 19.00 horas, El poema, otro tiempo, con música de Arturo Palaudarias y textos de Teresa Shaw (jardín del Museo Marès), y a continuación, sesión doble en la plaza del Rei: Oh, poetes salvatges, de Enric Hernáez (20.00 horas) y el recital que Luis Eduardo Aute protagonizará con su recientemente editada obra poética (22.00 horas).

En busca de sitios

En ediciones anteriores de los Set Dies de Poesia, el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), organizador del festival, solía deslumbrar primero a los informadores y después al público descubriendo lugares insólitos donde realizar las sesiones poéticas. Así, el año pasado y el anterior se pudieron escuchar versos en sitios tan mágicos como la sala hipóstila del parque Güell, el Museo Picasso, los jardines del antiguo Hospital de la Santa Creu y el claustro de la Casa de Convalescència, lugares a los que valdría la pena acudir, aunque recitasen poetas mudos. Los habituales del festival recuerdan con especial afecto las lecturas efectuadas en el tejado de La Pedrera y del Palau Güell, la terraza de la tienda Vinçon, el Saló del Tinell y la famosa del pailebote anclado en el Port Vell.

Este año, sin embargo, la geografía poética se ha reducido y, aparte de la recuperada plaza del Rei, tiene como únicas aunque interesantes novedades el Mercat de les Flors y los jardines de Emma, uno de los interiores de manzana del Eixample recuperados para uso público. Los responsables del ICUB aseguran que eso se debe, paradójicamente, al éxito de convocatoria de Barcelona Poesia, que obliga a descartar muchos sitios adecuados por falta de capacidad (el viernes mismo, sin ir más lejos, el Museo Marès, un clásico de la programación, se quedó pequeño). La famosa sesión del Palau Güell todavía la recuerdan como una pesadilla, pues hubo que repetirla tres veces porque por razones de seguridad no podían subir más de 60 personas a la vez.

En las reuniones para la planificación de este año partían de un número mínimo de 200 asistentes, con lo cual quedan descartados rincones tan románticos como la antaño idónea plaza de Sant Felip Neri. El año próximo, según fuentes del ICUB, se explotarán mucho más las posibilidades de los citados patios del Eixample, porque muchos se encuentran todavía pendientes de inauguración. Mientras tanto, pues, se aceptan propuestas.

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