Es hora de actuar por la paz
Bajo el fogoso título "¡Es hora de actuar!" en la edición de EL PAÍS del lunes 29 de abril, P. Camus, R. Hertrich, M. Tumer y D. Ranque, directivos de empresas de defensa europeas, sostienen que "Europa debe hacer esfuerzos a nivel de presupuesto, de investigación militar y espacial y de integración de las fuerzas operacionales para mejorar su defensa".
La tesis fundamental del artículo es que las intervenciones en Afganistán y en Irak demuestran "la necesidad de que Europa refuerce su defensa". Los autores afirman que "da que pensar saber que (...) la provisión total de fondos de R&T (investigación y tecnología) en defensa en los EE UU supera la de Europa en un múltiplo de ocho, mientras que en el campo de investigación espacial y militar nos enfrentamos a un déficit frente a EE UU de factor 15".
Hay que tener muy poca altura moral para defender la industria armamentística y la investigación militar en estos días, cuando miles de personas aún lloran a sus muertos o se retuercen de dolor por las heridas y quemaduras provocadas por las bombas angloamericanas. Y, sin embargo, ésta puede ser una más de las terribles consecuencias de la guerra de Irak, que se extienda la idea de que, para desempeñar un papel relevante en politíca internacional, sea necesario disponer de un gran potencial militar.
¿Es necesario recordar de nuevo que bastaría una pequeña parte del presupuesto militar mundial para erradicar la pobreza en el planeta? ¿Que se destinan cinco veces más recursos a la investigación militar que a la sanitaria y diez veces más que a la investigación básica? ¿Que el Gobierno de Aznar ha multiplicado por cinco desde 1996 los presupuestos dedicados a investigación de armas ofensivas?
Terminada la guerra fría, la industria militar, con la ayuda incondicional de Bush, Blair y Aznar, ha encontrado en los "pequeños conflictos periféricos" nuevas excusas para seguir consumiendo recursos humanos y financieros. La guerra de Irak ha dejado clara la postura del Gobiemo de Bush: prefiere la fuerza militar a la subordinación a Naciones Unidas, al apoyo al Tribunal Penal Internacional y a instituciones independientes que velen por el respeto a los derechos humanos. Prefiere la fuerza y alimenta con dinero público su gigantesca industria militar para que se sigan construyendo y perfeccionando instrumentos cuya única función es provocar muerte y devastación.
¿Y quieren que Europa se una a la locura armamentística norteamericana? Muchos de los que en Europa nos hemos opuesto frontalmente a la guerra de Irak pensamos que lo que Estados Unidos debería hacer es precisamente lo contrario: reducir su armamento y su industria militar. Más que nunca es ahora necesaria una Europa que aboque por la racionalidad, por el desarme y por mecanismos multilaterales, los únicos que pueden garantizar realmente el respeto a los derechos humanos en el mundo.
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