Presión y algo más
Premisa de salida: el Barça es el mejor equipo de la Final a cuatro. Una plantilla profunda, un buen entrenador, el jugador más decisivo que permanece en Europa, recambios para todos los puestos, centímetros, veteranía y juventud, defensa y ataque y así podíamos seguir. Encima juegan en casa. Consecuencia: si los cuatro contendientes jugasen a pleno rendimiento, el Barça sería campeón de Europa. Correcto salvo una pequeña consideración: si nos atenemos a la historia reciente, las posibilidades de lograr las máximas prestaciones en una cita de esta envergadura son casi nulas. Por lo tanto habría que examinar las dificultades que pueden encontrarse los de Pesic para no llevar a la cancha su superioridad teórica. Entonces es cuando surge sin querer la palabra de moda, la que lleva camino de desgastarse de tanto usarla: la presión. Ese supuesto monstruo que parece acechar detrás de la esquina dispuesto a hacerte la pascua.
La presión tiene muy mala prensa, cuando objetivamente no es una cosa ni buena ni mala sino todo lo contrario. Lo decía Iñaki Solozábal en una entrevista publicada ayer en este periódico: lo importante no es no tener presión, sino saber convivir con ella. Una oportunidad como esta, después de tantos años de decepciones y jugando en tu ambiente resulta imposible que no genere una presión extra a los azulgrana. Por mucho yoga que hagan, abstraerse de ella resulta imposible salvo que circule por tus venas horchata en vez de sangre. La cuestión radica en cómo canalizar esta circunstancia. De forma positiva para que sirva de acicate, motivación y ayuda para superar momentos delicados; o de forma negativa, añadiendo dificultades, enturbiando el raciocinio o dispersando el esfuerzo colectivo (ver experiencias pasadas) que son algunas de las consecuencias desafortunadas que trae consigo su mala digestión.
Hasta ahora, una de las virtudes que ha mostrado este equipo ha sido precisamente el manejo de las situaciones extremas, en las que a partir de una gran confianza en sus cualidades, un conocimiento correcto de lo que debe hacer cada uno y una buena organización colectiva resuelven con tremenda contundencia. Esto, sin duda, invita al optimismo moderado, aunque también es verdad que lo disputado hasta ahora es un juego de niños con la que se va a liar en el Sant Jordi. Pero de tanto hablar de este asunto, se corre el peligro de simplificar las posibilidades del Barça en razón directa a su comportamiento emocional. Hay otros tres equipos en Barcelona, y el de esta tarde, el CSKA, tiene más peligro que una piraña en una bañera. Su juego rápido y desinhibido no es el que mejor le va a un equipo al que le cuesta correr hacia delante y mucho más hacia detrás. Encima a los equipos rusos o balcánicos, eso de la presión les suena a chino. El enemigo no debería estar ni en la historia ni en las gradas, sino enfrente y vestido de corto.
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