Valle 'cuniculus'
Los agricultores de la Vall d'Albaida no salen de su asombro. Como es sabido están sufriendo en los últimos años una amenaza que cada día va a más, la del conejo australiano, que diezma las cosechas allá por donde campa. Los orígenes del problema hay que buscarlos en la suelta, mucho más que probable, que unos desaprensivos seres, de afición cazadora, hicieron en su tiempo, de una raza de conejos que aguantaba todas las epidemias que le echaran. A más inri su propagación era exageradamente fiel a su fama.
Así pues, los conejos pastaron a sus anchas en todos estos años. Encontraron un hábitat favorable en cuanto a terreno y comida, y en estos momentos son una endemoniada plaga.
En todo esto han tenido mucho que ver, a mi parecer, las consejerías del ramo: Medio Ambiente y Agricultura, porque si se hubiera atajado en su momento el problema actuando contra los culpables con todo el peso de la ley, quizá a otros les hubiera servido de escarmiento, y de ejemplo, y no habrían secundado a sus primeros compañeros. Pero no, en Medio Ambiente no solamente no se actuó tajantemente, sino que se colaboró en su propagación. Porque a uno no le cabe en la mollera que salieran protegiendo a las indefensas criaturas, obligando a los cazadores, que provistos de hurones salían a vaciar sus madrigueras, a soltarlos en otras zonas, vivos. Indignante, sencillamente. Sobre todo si se tiene en cuenta los problemas que este mamífero causó y sigue causando a los colonos australianos.
Uno, que ha visto ya muchas cosas, piensa, malévolamente, que a lo mejor se quiere destinar la Vall d'Albaida a reserva cinegética, para así atraer a un turismo ávido de sangre.
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