El dolor posoperatorio, un sufrimiento innecesario y evitable
Varios hospitales crean dispositivos para controlar las molestias posquirúrgicas
Nadie tiene obligación de sentir hoy dolor después de operarse", afirma rotundo Mariano de las Mulas, jefe de Anestesia y Reanimación en el hospital sevillano Virgen Macarena. Y es que no es lo mismo tratar el dolor que genera la propia enfermedad y el causado por el acto quirúrgico. Este último, añade el anestesista, "puede perfectamente evitarse con las herramientas y los fármacos de que disponemos".
Desde hace cuatro años, el servicio que dirige Mariano de las Mulas utiliza un nuevo protocolo para tratar el dolor posquirúrgico en las primeras 48 horas. El equipo ha estudiado los resultados. De los 2.556 pacientes evaluados, sólo el 11,8% manifiestan sentir "algún" dolor, aunque el 99,3% responden afirmativamente cuando se les pregunta por el método empleado y su grado de satisfacción. Los resultados son sorprendentes, pues en este mismo hospital, en una encuesta realizada en 1998 entre 400 pacientes recién operados, el 86,3% manifestaba sentir "mucho dolor" y más del 70% calificó su situación posquirúrgica de "insoportable".
La supresión del dolor acelera la recuperación del paciente y reduce el gasto sanitario
Con los últimos datos en la mano, Mariano de las Mulas y su equipo han convencido al hospital para que cree la primera Unidad de Dolor Agudo Posoperatorio (UDAP) de Andalucía. En Barcelona, el hospital Clínico tiene ya una unidad similar desde 1995, y en Madrid, el hospital de La Paz también la creó recientemente. Pero esto no es lo habitual en los hospitales españoles. Aunque las primeras unidades datan de finales de los ochenta y vienen de EE UU, en Europa, en particular en España, "cuesta mucho todavía convencer a la Administración sanitaria", afirma el especialista de Sevilla, de que la supresión del dolor posoperatorio, "totalmente innecesario", acelera la recuperación del paciente y propicia un ahorro "notable" para la Administración.
Una UDAP no es más que una organización formal, dentro del Servicio de Anestesia y Reanimación de cualquier hospital, "que aprovecha al máximo las técnicas y los fármacos existentes para combatir el dolor agudo de los pacientes recién operados con la máxima seguridad y con los mínimos efectos secundarios", explica la anestesista Elena Chabás, que desde 1995 trabaja en la unidad del Clínico de Barcelona.
Estas unidades pueden ser de alto coste, con personal específico dedicado en exclusiva, durante las 24 horas, al seguimiento de los enfermos recién operados, y de bajo coste, cuando una enfermera del propio servicio supervisa a los enfermos que llegan a la sala de despertar y reanimación, mientras se les aplica el protocolo específico diseñado para tratar su dolor. "El principal problema lo tenemos en la falta de anestesistas", resume Luis Miguel Torres, presidente de la Sociedad Andaluza y Extremeña de Anestesia, Reanimación y Tratamiento del Dolor. "Porque lo que está claro", añade, "es que el beneficio es muy superior al esfuerzo y la inversión, mínima, que hay que realizar. No podemos olvidar que el dolor posoperatorio puede controlarse en el 100% de los casos".
Para atajar el dolor, hay que considerarlo como si se tratase de la temperatura o la presión arterial. "Como una variable más que se evalúa y se pauta", concluye el anestesista Rafael Rodríguez, responsable de la unidad andaluza recién creada. Los estudios realizados en el hospital Macarena han demostrado que normalmente el dolor posoperatorio se aborda mal o de forma equivocada. Los aines (analgésicos antiinflamatorios no esteroideos), utilizados en el 78% de los pacientes, han resultado ineficaces.
En cambio, los opiáceos, apenas prescritos al 2,5% de los enfermos, parece que representan, según los especialistas "el tratamiento perfecto". Un tratamiento que se hace mediante un catéter epidural conectado a un dispositivo mecánico que permite el flujo constante de analgésico o utilizando una bomba electrónica de presión que, previamente programada, aporta las dosis exactas prescritas. En este caso, el enfermo, si le aumenta el dolor, tiene la potestad de apretar un botón y dispensarse una nueva dosis. "Lo que ocurre es que no siempre que pulsa recibe medicamento, pues hay una programación previa del dispositivo que establece las horas y las cantidades de fármaco que se han suministrar. Con esto conseguimos también un efecto placebo, que es muy importante", explica Rodríguez. "El que el enfermo tenga la sensación de que controla su propio dolor es fundamental", añade.
La UDAP no requiere una gran infraestructura ni apenas personal. Sería suficiente, aseguran los especialistas, con que hubiese "más voluntad política" y "una mayor conciencia en la Administración sanitaria" sobre los enormes beneficios que aportan estas unidades para que proliferasen. En la práctica, un protocolo y una enfermera que haga el seguimiento de éste son suficientes.
Si existen los fármacos y se conocen las técnicas, ¿por qué, entonces, no se implantan estas unidades en todos los hospitales? Chabás lo resume así: "Porque trabajar en la UDAP requiere un esfuerzo extra para los profesionales, que nadie les paga, y terminan cansándose". Los estudios realizados en el hospital Macarena, sin embargo, apuntan hacia otras variables que, de algún modo, explican el abordaje inadecuado que existe todavía del dolor posquirúrgico.
Entre ellas, estarían el déficit de formación del personal sanitario y la escasa preocupación de los pacientes acerca del dolor posoperatorio, que, prácticamente en el 100% de los casos ignoran que es un dolor que puede evitarse. Asimismo hay razones que apuntan a los cirujanos, que no parecen muy concienciados sobre la intensidad que puede alcanzar este tipo de dolor.
El derecho a no sufrir
El presidente de los anestesistas andaluces y extremeños, José Miguel Torres, anima a los enfermos "a que exijan que se les trate el dolor" cuando se operan. Si no se implantan más unidades contra el dolor posoperatorio es "porque la gente no protesta", dice. "Las personas tenemos derecho a que se nos evite el dolor posquirúrgico", insiste. Pero ¿cuánto dolor siente un enfermo recién operado? Desde luego, no es fácil medirlo; los especialistas coinciden en que siempre es un "mal" subjetivo. También creen que las herramientas disponibles para paliarlo son "suficientes". Y coinciden asimismo en denunciar los inconvenientes de un posoperatorio doloroso. "Predispone a la infección y merma las defensas del enfermo, además de alargar el periodo de convalecencia. Incluso puede llegar a provocarle estrés", resume Torres.
En el hospital Macarena disponen de una tabla para medir el dolor que va de 1 a 10 puntos. Es una variable más en la gráfica de seguimiento de toda persona recién operada. Se mide seis veces al día. Y mientras se sigue esta evolución, a los responsables de la enfermería y al paciente se les explican los objetivos que se persiguen con su tipificación. Según los responsables de la UDAP sevillana, la gráfica que se obtiene aparece casi siempre relacionada con los signos objetivos del dolor, que se definen por un aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial, por estados psicológicos anormales y por la utilización de analgésicos y la frecuencia en su administración. Los especialistas destacan que una operación exitosa puede convertirse en una cruz cuando, en el posoperatorio, el dolor se descuida.
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