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Columna
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Mansión de duquesa

Al Madrid de los chirimbolos, obstáculos diversos y estatuas anacrónicas le viene bien la mirada clara de un arquitecto como el portugués Álvaro Siza, que imprime siempre una poética de la sencillez a todo lo que hace y al que creo radicalmente incompatible con la megalomanía del gusto casposo que le ha tocado sufrir a esta ciudad esquiva. Y digo esquiva porque así la vio Siza, que reconoce haber tenido alguna dificultad para entrar en ella. Y no me extraña. Pero un hombre de su sensibilidad debe de contar con amigos madrileños muy sensibles porque gracias a ellos confiesa ahora sentirse seducido por Madrid. No sabe él cuánto celebramos semejante seducción los que a la vez nos sentimos seducidos por su obra, expuesta hasta junio aquí. Y cuánto esperamos de ella si finalmente aborda una reforma tan sustancial para Madrid como la del paseo del Prado.

Bien es verdad que se ha mostrado temeroso por lo que a él, y a todos, nos parece un gran problema: el tráfico. Dice, con sabia cautela, que de eso sabe poco. Y no sé si confía de verdad en que los ingenieros sepan más que él. Los que sí, quizá, hayan logrado saber algo más de eso que los ingenieros son los candidatos en las elecciones que vienen y tal vez estén dispuestos a contárselo. Así, de paso, nos haríamos los demás una idea. Ya, por ejemplo, tenemos una idea del palacio en el que podría aposentarse la presidencia del Consistorio, en la Cibeles, una vez retiren los buzones y las sacas de Correos. Del mismo modo que gracias a la espléndida exposición de Siza en la Fundación Canal sabemos ahora de un proyecto suyo en fase de redacción: la reforma de la casa ducal de Sueca para dignísima sede de la futura Concejalía de Asuntos Sociales, que en esa mansión ya no sería una concejalía cualquiera como con toda seguridad habrá sido previsto por el alcalde saliente y, naturalmente, por el que aspira a ser entrante. En cualquier caso, toda obra que aborde el arquitecto portugués es una garantía para Madrid que un ciudadano de buen gusto deberá agradecer, pero que tal iniciativa fuera de Manzano resulta al menos sorprendente. Es, no obstante, un motivo de elogio para quien no anda sobrado precisamente de requiebros al abandonar su bastón de mando. Bien es verdad que de haber seguido él cuando se acabe el proyecto nadie podría garantizarle a Siza que lo soportara.

Y aún le queda por superar a Siza, en lo que a la reforma de esa casa ducal se refiere, una prueba a la que lo someterán las urnas de los madrileños: que sea o no Ana Botella la titular de la vicepresidencia municipal de esta noble villa. Porque a nadie se le escapa que el celo puesto en que los asuntos sociales del municipio queden instalados en tan aristocrática mansión no es ajeno al anhelo del PP de que sea ella la digna defensora de los intereses de los menesterosos y, de llegar a serlo, quizá tuvieran el arquitecto y la superconcejala más de un debate sobre asuntos de gusto. Si ése fuera el caso, no sé si el buen talante de Siza resistiría la contienda. Conviene que sepa que cuando Botella llegó al palacio de la Moncloa no le gustó nada la casa, le faltaba calor de hogar, pero no era el arquitecto del palacio el que la había contrariado, sino los inquilinos anteriores. Lo arregló con mucha cretona y fotos de familia.

Lo que me extraña es que en los mítines del PP no se nos esté vendiendo ya esta tarea de recuperación patrimonial que han emprendido en el Ayuntamiento y de la que la casa ducal de Sueca debe constituir sólo una muestra. Yo comprendo que en San Blas y en el Pozo de Tío Raimundo estos proyectos resulten un poco indiferentes, pero quizá no en el barrio de Salamanca, donde sus votantes aplaudirán sin duda que se dignifique el lugar de trabajo de la que, por muy concejal que sea, no deja de ser la presidenta por ahora y a buen seguro, mañana, duquesa. Tendrá que irse acostumbrando a las casas ducales. Así que voy a recordar una obviedad con palabras de san Mateo que Botella me agradecerá : "Los hechos externos son fruto de lo que hay dentro de la inteligencia y la voluntad del hombre". Y, sin querer enmendarle la plana a san Mateo, que carece, creo yo, de la posibilidad de contestarme en una carta al director, pongo en duda que en algunos casos tales hechos sean producto de la inteligencia electoral. No así la verdadera voluntad del PP, que en este asunto es, más que clara, innegable.

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