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Reportaje:

Detectives del mar

Una empresa malagueña de arqueología subacuática desentraña el misterio de un buque hundido en el siglo XIX

El mar es muchas cosas. Entre otras, un cementerio de barcos que nunca llegaron a su destino. Partidos por las rocas, vencidos por el temporal o hundidos por piratas o enemigos, cientos de buques esperan en el silencio azul a alguien que les pregunte por su historia. El Isabella era uno de ellos.

Conocido hasta hace poco como Pecio de los Santos (un pecio es un buque hundido), este navío barca de mediados del siglo XIX reposaba bajo las aguas de la costa de Benalmádena, justo frente al hotel Torrequebrada. De él se sabía bien poco; apenas que el vientre de sus bodegas había escupido varias tallas de mármol de corte romano, y que en 1961, el incansable erudito malagueño Juan Temboury, al que la provincia le debe la recuperación de buena parte de su patrimonio, había situado su hundimiento en el siglo XIX.

Con esos mimbres, el Ayuntamiento de Benalmádena pidió a Carlos Cañete y Javier Noriega, jóvenes responsables de la empresa de arqueología subacuática Nerea, que reconstruyeran la historia del pecio.

"Ha sido un trabajo bastante peculiar, porque normalmente el rescate de un buque hundido empieza justo al revés: uno conoce la crónica del hundimiento de un barco, intenta situar el lugar exacto donde se encuentra y busca hasta que da con él. Aquí se ha actuado justo al contrario: se sabía la ubicación del pecio, pero su historia hemos tenido preguntársela a las piezas que hemos ido rescatando", relata Cañete.

Tanto él como su socio y el resto del personal de Nerea son arqueólogos aficionados al buceo. "Dadas nuestras inquietudes, lo mejor que nos podía pasar era dedicarnos profesionalmente a buscar y estudiar pecios. El litoral español, y en particular el andaluz, que corresponde a la antigua Bética romana, está plagado de ellos", enfatiza Noriega.

Cuando los arqueólogos comenzaron a trabajar, el Isabella era aún el Pecio de los Santos. Temboury, que se había aproximado bastante a la historia del barco, creía que la carga de estatuas y ornamentos arquitectónicos que llevaba estaba destinada al cónsul británico en Málaga de la época, William Mark.

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Los materiales que el equipo de Cañete y Noriega siguió rescatando del barco certificaron que efectivamente éste había sido fletado en el siglo XIX. Pero una paciente investigación en archivos como el Provincial de Málaga, el Municipal de Málaga, el Díaz de Escovar, el Consular Británico, el del diario The Gibraltar Chronicle o el Public Record Office (Archivo Nacional Británico), además de varias consultas con los servicios especializados de la Guildhall Library de Londres, llevaron a los arqueólogos a rebatir la tesis de Temboury sobre el destino del barco, y a rellenar las abundantes lagunas de su historia.

Así, el Pecio de los Santos resultó llamarse Isabella. Pertenecía a un famoso naviero inglés, Robinson, quien lo fletó en 1855 desde el puerto de Génova con una carga de ornamentos y materiales de construcción destinada a un prócer británico en Calcuta. En aquella época, esa ruta obligaba a costear por Málaga.

El 4 de marzo de 1855, un fuerte temporal precipitó al Isabella contra las rocas. La noticia del naufragio se publicó días después en los periódicos ingleses. "El buque fue saqueado inmediatamente, y el 11 de abril algunas piezas se vendieron en subasta en Málaga", dice Cañete.

"El barco ha sufrido muchos expolios desde entonces", añade el arqueólogo, que no tiene claro que el mejor futuro para pecios como el Isabella esté en ser reflotados. "El mar los conserva intactos, y mantener ese estado no siempre es posible en tierra. Nuestro objetivo en este caso es documentarlo e incluirlo en los mapas donde se detallan los pecios de esta zona", explica. Los arqueólogos subacuáticos piensan seguir jugando a detectives del mar, y reclaman que los dragados de arena para la recuperación de playas se hagan bajo supervisión arqueológica para evitar la destrucción de tesoros aún desconocidos.

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