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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mal ejemplo nigeriano

El Partido Democrático del Pueblo, liderado por el presidente Olesegun Obasanjo, ha obtenido una aplastante victoria en las elecciones celebradas en Nigeria. De acuerdo con los resultados oficiales, se ha alzado con la mayoría absoluta en las dos cámaras que componen el Parlamento nigeriano, además de con el Gobierno de una veintena de los 36 Estados en los que se divide la federación. Y en la elección presidencial, Obasanjo ha obtenido el doble de apoyo que su más inmediato rival, el ex general Muhammadu Buhari, cuyo partido ha debido conformarse con un porcentaje cercano al 30% de los votos. Buhari ha denunciado un fraude masivo en las elecciones, cuyo desarrollo no ha estado exento de violencia.

Tanto la Fundación Carter como la Unión Europea, que han formado parte del cuerpo de observadores internacionales en los comicios, han constatado la existencia de irregularidades a lo largo de todo el proceso. Sin embargo, han preferido inclinarse por convalidar los resultados ofrecidos por la Comisión Electoral, al considerar que estas elecciones son decisivas para el futuro de la frágil democracia nigeriana y, en general, para el resto de los países africanos. Con su convalidación han querido evitar una mayor inestabilidad en un país de gran peso en la producción de petróleo. En realidad, el argumento tendría que haber operado en sentido inverso: dada la importancia de esta consulta, tendrían que haberse extremado las garantías para que se hubieran desarrollado con absoluta transparencia.

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el continente africano es que se considera a sus ciudadanos incapaces de respetar las normas de la democracia y, consecuentemente, existe una injustificable propensión a exculpar sus exacciones. Esta actitud podría estar perjudicando la estabilidad y la credibilidad de los Estados africanos, única instancia con capacidad para mediar en el complejo mosaico étnico y religioso que, como en el caso de Nigeria, coexiste a presión en el interior de cada país, siempre con el riesgo de detonar. Al final, esta elección fraudulenta puede llevar a la desestabilización de Nigeria.

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