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Columna
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Aguirre

José Luis Ferris

El martes 29 de abril (quedan sólo cinco días) la planta baja del Museo de Bellas Artes Gravina (MUBAG) de Alicante acogerá una de esas exposiciones que se pueden calificar de necesarias y que, por imperativos ideológicos y mezquinos, se ha demorado más de sesenta años. Me refiero a las ochenta obras del pintor Lorenzo Aguirre (1884-1942) que, procedentes casi en su totalidad de colecciones particulares, se ha logrado reunir para dar una muestra plural de la trayectoria de uno de los mejores artistas plásticos del primer tercio del siglo XX.

Hace tres años le dediqué una columna en este mismo periódico, pero entonces sólo pretendía transmitir la deliciosa experiencia de haber descubierto buena parte de su pintura en una galería de Madrid, así como ciertos detalles de la vida de Aguirre que sus propias hijas me relataron aquellos días con verdadera emoción. Ellas me aproximaron a las retorcidas razones que hicieron de su padre (uno de los artistas con mayor genio creativo de su tiempo) un absoluto olvidado. Y éstas no podían ser más viles que la pura venganza personal. No en vano, Lorenzo pagó muy cara su militancia comunista y el hecho preciso de ser Jefe Superior de Policía los últimos años de la República. De nada sirvió su talla artística, el talento que le llegó a situar entre los más destacados pintores de la época, junto a Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana o Benjamín Palencia. Todo su mundo se vino abajo el 6 de octubre de 1942 en la prisión madrileña de Porlier, cuando el garrote vil acabó con su vida para regocijo de aquella panda de justicieros que ganó la guerra y que, no satisfecha con la desaparición física de Aguirre, urdió la aniquilación también de su memoria, minimizando su obra hasta la sinrazón, sembrando el miedo entre los suyos para aplacar su nombre, para abolir todo recuerdo posible.

Ahora, tantos años después, tenemos la maravillosa oportunidad de comenzar a restituir a una de las mayores víctimas de aquella larga venganza. El momento de contemplar de cerca lo que el olvido tenía bien guardado está aquí. Vayan al MUBAG y disfruten sencillamente del Arte con mayúscula.

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