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Columna
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¡No!

Fue en Huelva. Tres inmigrantes marroquíes fueron apaleados en la madrugada del Jueves Santo por cinco tipos protegidos por capuchas, bajo las que no podía haber más que cinco despreciables seres humanos de los que nos ponen ante la evidencia de que si la crueldad es un hecho, nadie puede producirla con más rotundidad que los seres humanos. La brutal paliza provocó la muerte de uno de los inmigrantes apaleados, un hombre de 60 años a quien aplastaron el cráneo. No lo hicieron unas bestias, lo hicieron cinco despreciables seres humanos a quienes tenemos que verle la cara, quienes deben ser buscados sin descanso, detenidos y privados de sus capuchas, ser juzgados por su crimen y debemos exigir que sea así y no olvidar este hecho, que se suma a otros bien conocidos unos y desconocidos otros, pero denunciados por Atime, quien asegura que suelen pasar a mejor vida archivados por falta de pruebas.

Lo ocurrido el Jueves Santo en la estación de autobuses de Huelva ha sido señalado por el consejero de Gobernación de la Junta, Alfonso Perales, como una agresión provocada por "intereses xenófobos", lo que no peca precisamente de imprudencia, sino que se adivina en lo dicho el cuidado en medir las palabras, hasta tanto no se tengan noticias claras de los motivos de la paliza. Pues a pesar de esa prudencia y de que al fromage se le está viendo claramente que es queso, el portavoz del PP en la Diputación de Huelva, Juan Carlos Adame, le parece y así lo ha pedido, que el consejero debe rectificar sus declaraciones porque con ellas "está manchando" la imagen de su provincia, delirante idea que refuerza con la recomendación de que no trate de "enrarecer el ambiente y sembrar dudas sobre la tolerancia de los onubenses y sus actitudes" y remata pidiendo "serenidad y cordura". Es eso justamente lo que hace falta, serenidad y cordura, para no confundir la velocidad con el tocino y decir serenamente y cuerdamente que si hay un solo racista en Huelva, o donde sea, que apalee a inmigrantes, a mendigos o a quien quiera que no le guste, hay que detenerlo y juzgarlo por sus delitos; para que en Huelva, Sevilla, o donde sea, todo el mundo sepa que vivimos en un país civilizado y decente donde esas cosas, nuestras leyes, nuestro civismo y nuestra vergüenza ¡no! las consienten.

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