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Tribuna:CRÓNICAS DEL SITIO
Tribuna
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Comunidades de sentimientos

En estos días, un año más, he escapado a tierras andaluzas a celebrar mi "aberriguna" y sentirme rebrotar bajo la flor de la manzanilla.

Sentada en la terraza de una taberna al atardecer, compartiendo con mi amiga unos finos y unos "pescaítos", veía acercarse el paso de un eccehomo envuelto en secos redobles de tambor. Y me acordé del reproche del poeta andaluz a sus paisanos que "todas las primaveras andan pidiendo escaleras para subir a la cruz". Pensé que yo también, puesta a elegir un Dios, optaría por el que caminaba sobre las aguas y no por este cautivo en agonía. En esto, los redobles cesaron de golpe, la imagen dio aún tres pasos y, después, sonó la aldaba y toda la estructura se hincó en el asfalto. De entre sus faldones salieron unos muchachos que se vinieron riendo hacia donde nos encontrábamos. Querían refrescarse y descansar. Pero antes de llegar al bar, uno de los costaleros risueños fue interceptado por su novia que le atizó un beso en los labios. He aquí una santa -pensé yo- dispuesta a quitarle la sed como María Magdalena.

No hay discurso de 'aberri-eguna' en que falte la referencia a metáforas bélicasComunidades de sentimientos
No necesitan un domingo de resurrección. Ni siquiera necesitan rodearse de curas

La procesión siguió su marcha y, al rato, llegó a nuestra altura el paso de la Virgen. Un hombre, cerca de mí exclamó: -¡Qué guapa va!- Y vi que a ese hombre le asomaban las lágrimas. Miré a la escultura, avanzando bajo el palio, mecida sobre una alfombra cuajada de flores, cubierta con un manto de brocado entretejido con hilos de oro y me atrajo su extraordinaria belleza. En ese instante entendí el mensaje de esta religión, tan distinta de la que me enseñaron. Estas gentes trabajan buena parte del año para lograr el milagro de transfigurar en belleza la tortura de su Cristo y el dolor de su Virgen. No necesitan un domingo de resurrección. Ni siquiera necesitan curas. Las gentes del pueblo ejercen de sacerdotes y ofician el milagro. Por eso se les ve sonrientes, van vestidos de fiesta; beben y comen; y los más jóvenes ríen y se besan. La tristeza sólo aparece cuando la lluvia les impide sacar sus pasos. Entonces lloran desconsolados. Y cuando el atardecer es templado, lloran también, pero de emoción, de compasión y de alegría.

-Vaya- dije a Clara, recomponiendo mi pensamiento crítico. -Esta comunidad de sentimientos, quizás no es tan diferente del aberri-eguna de nuestros nacionalistas. Me miró con lástima: -¿Qué dices? Aquéllos en el fondo son unos tristes. Y éstos, hasta en el Calvario hacen sitio a la alegría.

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Tenía razón. Pero había algo más. En esta representación, tan cargada emocionalmente, no hay lugar para sentimientos de repulsión humana. Los estandartes no señalan enemigos ni arengan contra demonios. Y el orden en la procesión lo marca el ritmo de pasodoble. Estas cofradías convierten el cuidado de las imágenes en elemento de integración en la comunidad. A nadie hacen sentirse extraño ni excluido. Quizá por eso, los penitentes no se flagelan ante estas divinidades tan humanas a quienes ellos con su devoto esfuerzo logran resucitar en pleno Viernes Santo.

Nuestra comunidad nacionalista también usa y abusa del simbolismo religioso. Llora por la resurrección de la Patria amenazada y aparentemente suscita una similar comunidad de emociones. Pero en su sermón siempre aflora la repulsión entre humanos; no hay discurso de aberri-eguna en que falte la referencia a la guerra o metáforas bélicas de los españoles destruyendo a los vascos. La voluntad de causar el mal es atribuido a los enemigos de "lo vasco" quienes tratan infructuosamente de arrebatarnos la "ilusión" y el amor por lo nuestro. Pero no es difícil comprender que sólo un creciente velo de hipocresía permite escamotear el propio odio que, inexorablemente, genera la constante identificación como enemigo del oponente político.

Ya sé que en esta tierra andaluza, también existen todas las pasiones humanas y que la hermandad se deshace cuando los cofrades penetran en su empresa, uno por la puerta principal y otro por la de empleados. Los seres humanos no son tan diferentes como el folclore o las liturgias pueden hacernos creer.

Pero, por Dios, si nuestros gobernantes quieren montar con nuestro dinero una comunidad basada en una liturgia neolítica ilusionante, exijamos que sea divertida. Si nos hacen llorar, que sea de alegría, o de emoción por la belleza de una virgen amantísima como la de estos andaluces. Que no sea siempre en funerales. Y si eso no es posible, porque son unos tristes, al menos, que se nos permita cambiar de canal. El mando, lo que se dice el mando a distancia, no vamos a permitir que nos lo quiten.

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