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Columna
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Sin sesera

Que nuestro interior rural se despuebla desde hace muchas décadas, es de sobra conocido. La costa ofrece mayores posibilidades de futuro y, económicamente, el interior está a la intemperie. No es que a los valencianos del secano, que vivían o siguen viviendo en las comarcas de secano, les falte iniciativa o laboriosidad; los vecinos de las poblaciones de Els Ports, el Alto Palancia o el Alto Mijares, por ejemplo, tienen históricamente el valor demostrado respecto a la una y a la otra. Pero el número de habitantes vino a menos y los en otras épocas florecientes municipios se convirtieron en aldeas con unas decenas de ancianos. La nostalgia o la añoranza de la tranquilidad y el sosiego de la vida rural ha hecho que muchos de quienes abandonaron esos pueblos, o sus hijos, renueven los muros del hogar familiar que un día dejaron; vuelvan esporádicamente en Navidades, Pascua o durante el verano al villorrio, y faciliten con ello que el pueblo no se convierta en un descampado y mantenga su carácter de municipio.

Con buen tiento y mejor sesera, algunos políticos locales de los municipios citados hacen cuanto está en sus manos por invertir la situación o, al menos, por evitar que la tierra se convierta en un desierto humano y se mantenga en sus municipios los habitantes que aún quedan sin que descienda su número. Es el caso de Cortes de Arenoso, donde Pepe Mata, un hombre con convicciones en la izquierda, gestionó la creación y el funcionamiento de una planta embotelladora de los manantiales de la localidad del Alto Mijares. Pepe es el alcalde de la localidad desde hace varios años y su actividad permite la estabilidad económica de unos cuantos vecinos. Con un activo político considerable sobre sus espaldas, el alcalde de Morella, Ximo Puig, se desvela por aprovechar los recursos históricos, culturales y artísticos, y hasta gastronómicos, de su amurallada ciudad -y en cierta manera de toda la comarca de Els Ports- y revitaliza en gran manera la economía de la abrupta comarca, frenando la sangría humana de la emigración. Políticas cabales de gestión local con sesera, que la ciudadanía puede constatar estos días de lluvia y asueto.

Claro que en otros políticos locales, también del interior, la cordura y la sesera brillan por su ausencia. En Sacañet, sin ir más lejos, la gestión local se convierte en excentricidad. La bucólica población del Alto Palancia pasó en poco más de un año de los 68 a los 174 vecinos sin que el vecindario tuviese noticia de la aparición de pepitas de oro en el barranco cercano, ni noticia de una venta desenfrenada de viagras que ocupase a sus pacíficos habitantes, sin descanso durante doce meses, a la función reproductora. Ni el descubrimiento de riquezas naturales ni el deseo carnal alentado mediante afrodisiacos tuvo nada que ver con el hecho de que el padrón municipal aumentase en 106 personas de forma solapada y repentina. Se trata de un tinglado electoral, con vistas a los próximos comicios locales, basado en empadronar a gentes en el pueblo, domiciliándolas en casas en ruinas o en corrales donde picotean las gallinas. La descalabazada alcaldesa del PP, Araceli Enguídanos, con la colaboración de otros prohombres locales, acabó con la despoblación inflando el padrón, y la lista de electores, mediante una soberbia y genial maniobra política. Maniobra quizás legal, pero la alcaldesa y sus colaboradores, como diría Luis del Val, tienen menos sesera que las cabras de la tía Pascualina.

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