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Reportaje:TENDENCIAS

La muchedumbre inteligente

Las manifestaciones mundiales contra la guerra de Irak no detuvieron la guerra, pero lograron una sorprendente y sustanciosa conquista. Los manifestantes no pararon la matanza, pero dieron a luz la sensación de una nueva época en la que la masa, en vez de hallarse apoltronada, se incorporaba para la acción. Aquella desmayada mayoría silenciosa de los años ochenta gira hacia una algarabía imprevisible del siglo XXI, y las protestas por implosión que se atribuían a una sociedad plana e indolente se traducen en una explosión donde convergen los elementos más dispares.

La reunión de cientos de miles de personas juntando sus cuerpos en las avenidas de numerosas ciudades del mundo parece contravenir el diagnóstico de que a cada uno sólo le interesaba su propia vida y el destino social coincidía con el porvenir del yo. Contra el apogeo de un yo exclusivo, la venta one-to-one y los productos personalizados, la gente se felicita por verse constituida en legión. Efectivamente, su alianza no ha podido contener la guerra, pero ha generado una celebración comunitaria simplemente por contemplarse juntos.

Los nuevos artefactos de comunicación están configurando una nueva naturaleza de la multitud, aparentemente aborregada y, sin embargo, despierta para berrear
La oposición al sistema que mata o enferma se ha propagado como una epidemia desde los empleados hasta los jefes, desde los obreros hasta los empresarios
Este movimiento carece de jefatura y jerarquía; no conoce todavía la estrategia y gana su mayor fama del mestizaje y de la espontaneidad

La felicidad, según han demostrado las investigaciones de psicología social, no correlaciona con la edad, la inteligencia, la cultura o la etnia, sino, ante todo, con el despliegue de contactos y comunicaciones con otros seres humanos. Nada llega a ser de verdad feliz aisladamente, y nada se parece más a un enamoramiento que los aglomerados entusiasmos prerrevolucionarios. ¿Nos hallaremos pues en esa fase de prerrevolución social, política o cultural? Los participantes de las manifestaciones pacifistas han sugerido algo así para los más optimistas. La protesta planetaria contra la guerra habría propiciado, aunque sólo fuera emocionalmente, la experiencia de un entusiasmo colectivo por un mundo más justo y conjunto. Otro mundo posible en cuya construcción intervendrían, por el momento, dos factores. Un factor animado con el sentir humano primordial y otro factor desanimado ante la política.

Estas masas, efectivamente, no se mueven empujadas por una ideología ni tampoco en nombre de un programa. La energía de la que han partido nace de las raíces básicas de la condición humana. Esta muchedumbre no sabe, en fin, con precisión lo que quiere, y es tan sólo rotunda en el no, lo que recuerda la actitud primaria de la voluntad infantil, que si dice de un lado "no" a algo, "no sabe bien lo que quiere". "No a la guerra", "no a la injusticia", "no a la contaminación del Prestige", "no a la discriminación de sexos o razas". Se trata, en todo caso, de una etapa hacia la identidad y el ejercicio indispensable para abastecerse de potencias.

Desafección a lo político

Pero ¿potencia política? Ciertamente, el segundo factor, propio de estas movilizaciones, es su desafección de lo político. El movimiento rechaza ser calificado de derechas o de izquierdas. Aspira a mucho más. Su ambición no se orienta hacia una reforma de la organización social y económica, sino hacia una revisión del sentido. Igualmente, en su acción no se vislumbra un deseo de poder determinado, sino una ansiedad por la abolición del poder.

De esta manera, el movimiento se adultera cuando en sus filas se empotran a codazos los líderes políticos que buscan rentabilizar para su causa las energías de las riadas humanas. Este movimiento carece de jefatura y jerarquía; no conoce todavía la estrategia y gana su mayor fama del mestizaje y de la espontaneidad. Nada semejante a los calculados oportunismos de las formaciones políticas y nada equivalente a los planes de estos grupos para repartirse los beneficios del poder convencional.

Este movimiento de las nuevas masas es tan espontáneo como altruista. Procede, sin duda, de la misma cultura que la demanda de equidad internacional, de transparencia económica frente a la opacidad y de verdad documental frente a la ficción mediática. ¿Ideario? No hay más ideario que la impulsión moral. Los partidos de nueva concepción que han formado últimamente los jóvenes llevan por nombre Espiral, Motivados, y, al juntarse para acudir a las próximas elecciones municipales y autonómicas, la coalición se ha llamado "Otra democracia es posible". ¿Qué otra democracia? ¿Cómo será posible? Todavía no se sabe todavía, pero no incorporará a las gentes conspicuamente alistadas en la política de hoy.

Estos nuevos grupos son, además, frecuentemente interclasistas, de modo que tenía razón Comisiones Obreras cuando se oponía a la huelga de dos horas que propuso UGT contra la guerra. La oposición al sistema que mata o enferma se ha propagado como una epidemia de malestar desde los empleados hasta los jefes, desde los obreros hasta los empresarios, autónomos o no. Una frustración para la que, desde luego, no posee remedios el actual régimen democrático, en el que los grupos políticos dominantes se comportan más o menos igual e intercambian sus puestos por temporadas, como las modas.

¿Cambios fundamentales el diseño? La canción titulada Color esperanza, del argentino Diego Torres, ha sido el lema escogido para recibir al Papa en Madrid, pero a la vez se trataba de la melodía que habían seleccionado los asesores de la popular Esperanza Aguirre para su campaña electoral, y la misma, también, que los técnicos en marketing del socialista Rafael Simancas tenían en cartera para su promoción en los comicios de la Comunidad de Madrid. Todo suena por igual. O parecido, dependiendo de los arreglos.

Los nuevos artefactos

Ante ello, la masa se desespera o se desapunta. En los tiempos anteriores, hasta finales de los noventa, cuando imperaba el modelo de la televisión, los ciudadanos se sentaban a ver los programas. La televisión representó por esencia la cultura de la pasividad. Ahora, sin embargo, los nuevos artefactos de comunicación, desde el móvil hasta Internet, son instrumentos activos e interactivos. Puede que la comunicación cara a cara se haya reducido espectacularmente, pero ha crecido formidablemente la conexión. En 1995 había 16 millones de personas conectadas a Internet. En 2005 superarán los 1.000 millones, y serán alrededor de 2.000 millones de seres humanos en 2010.

A través de esos vehículos no sólo se envían señales de información "general", sino también informaciones personales e íntimas. El ¿cómo estás? de Vodafone refleja el continuo universo de contactos emocionales, comunidades de humor y sexo, señas de pertenencia dentro de una trama que en la misma política se ha manifestado con las formidables protestas contra las dictaduras en Filipinas o en Senegal. O también, en las concentraciones antiglobalización de Seattle o Barcelona y en las marchas contra la guerra de Irak en Sydney o Madrid.

Los nuevos artefactos de comunicación son medios que están configurando aceleradamente una nueva naturaleza de la multitud, aparentemente aborregada y, sin embargo, despierta para berrear en mil casos e idiomas distintos. Howard Rheingold, director de la publicación Whole Hearth Review, la biblia tecnológica alternativa de los hippies, pionero del ciberespacio y antropólogo que ha explorado durante 20 años el desarrollo de las nuevas formas de comunicación y la interacción entre la tecnología y los usuarios, fue autor, en 1993, de un best seller mundial titulado Comunidades virtuales porque por entonces todavía, de verdad, no eran reales. Su nuevo y reciente libro se llama ahora, sin embargo, Smart Mobs, multitudes inteligentes. Multitudes tangibles, medibles, audibles, que si hasta hace poco parecían sólo irracionales o pasionales, vienen hoy a dar mucho que pensar. Dan tanto que pensar que bien podrían configurar un pensamiento nuevo. ¿Profético? ¿Redentor? Esperanzador y humano, por lo menos.

Miles de manifestantes en Londres protestan por la guerra en Irak.
Miles de manifestantes en Londres protestan por la guerra en Irak.REUTERS

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