¿Va en serio esta vez?
Si la guerra del Golfo hizo posible la Conferencia de Paz de Madrid y los Acuerdos de Oslo, que a su vez pusieron término a la primera Intifada, la guerra en Irak y la llamada Hoja de Ruta (nombre que se da al nuevo proyecto de paz entre israelíes y palestinos) podrían catalizar la conclusión de esta segunda Intifada, que se ha cobrado más de 700 víctimas israelíes y otras 2.000 palestinas, además de dejar miles de heridos en uno y otro bando. A diferencia de entonces, el nuevo proceso negociador contará con la asistencia del cuarteto -un directorio de apoyo formado por EE UU, la UE, la ONU y Rusia-, que ha elaborado un plan de paz basado en el discurso del presidente estadounidense, George W. Bush, del pasado 24 de junio. A pesar de esta ayuda exterior, su éxito o fracaso dependerá exclusivamente de la buena voluntad y acciones prácticas de las dos partes.
G. Steinberg: "Israel desconfía de Europa y de las Naciones Unidas, a las que no percibe como equilibradas a la hora de posicionarse frente al conflicto"
Los palestinos piensan que EE UU ha tomado partido a favor de Israel e ignora sus reivindicaciones, salvo cuando le interesa apaciguar al resto de países árabes
Entre las precondiciones establecidas por el Gobierno israelí para retomar las negociaciones destacan el cierre definitivo del ciclo terrorismo y violencia, la reforma profunda de la Autoridad Nacional Palestina y el cambio de liderazgo dentro de la misma. Los dirigentes palestinos, a su vez, reclaman la retirada del Ejército israelí a las líneas previas al 28 de septiembre de 2000, la congelación inmediata de la política de asentamientos y un compromiso firme por parte de Israel para aceptar la creación del Estado palestino. Todos estos requisitos aparecen reflejados en el borrador de la Hoja de Ruta, cuya publicación tendrá lugar inmediatamente después de la presentación oficial de un nuevo Gobierno por parte del primer ministro palestino, Abu Mazen.
Reservas israelíes
"Nosotros aceptamos cualquier plan que nos conduzca a una paz verdadera, acorde con la visión del presidente Bush", afirma el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, Guideón Meir. "Ahora bien, lo que rechazamos es que se nos pida un paralelismo a la hora de aplicar nuestros compromisos, cuando lo que debe darse es una secuencia de acontecimientos", añade. "Y el primero de ellos es que los palestinos pongan fin al terrorismo, a la violencia y a la incitación", sentencia Meir, quien se muestra optimista por el nombramiento de un nuevo Gabinete de la ANP que eclipse de una vez por todas la figura del presidente, Yasir Arafat. Aparentemente, el Gobierno israelí quiere otorgar un voto de confianza a la gestión del nuevo primer ministro, Abu Mazen. "En realidad, nos da igual con quién negociemos, siempre y cuando cumpla con sus compromisos, al igual que nosotros hacemos honor a los nuestros", comenta Meir, sin entrar a valorar la composición del nuevo Gabinete palestino. "Lo que queremos es ver resultados", concluye.
Uno de los principales ministros del Ejecutivo israelí, Natan Sharansky, titular de Asuntos de Jerusalén, previene contra lo que podría llevar a "cometer los mismos errores de Oslo". En una conferencia pronunciada recientemente ante el Jerusalem Center for Public Affairs -un think tank próximo al Likud-, Sharansky insistió en la necesidad de que "haya un proceso de cambio profundo del sistema político palestino, de forma que el poder no pase sólo de las manos de Arafat a las de Abu Mazen, sino que experimente una verdadera democratización". Dadas sus amistades en la Casa Blanca, que datan de la época en que lideró la disidencia antisoviética durante los años ochenta, las ideas de Sharansky influyeron sin duda en la redacción del discurso del 24 de junio, que él califica de histórico. Pocos días antes de esta fecha mantuvo una reunión con dos altos funcionarios de la actual Administración, Paul Wolfowitz y Richard Perle, a quienes explicó cómo aplicar su binomio de "seguridad y democracia" en Oriente Próximo. Aunque conceptualmente se muestra de acuerdo con la filosofía de la Hoja de Ruta, asegura tener importantes reservas respecto de su plasmación práctica, "no tanto por el texto en sí, sino por las diferentes concepciones que se tienen, ya se vea desde Washington, Bruselas o Moscú".
Enmiendas al plan
Por esta misma razón, el director de la oficina del primer ministro, Dov Weisglass, se desplazó el pasado domingo a Estados Unidos para presentar una serie de enmiendas conceptuales al plan. Entre ellas, condicionar el progreso de su puesta en marcha al resultado de acciones concretas, que no a un calendario fijo de trabajo; congelar la expansión de los asentamientos sólo tras un largo periodo de calma; rechazar cualquier mención a la iniciativa de paz de Arabia Saudí, que contempla el derecho del retorno de los refugiados palestinos; desmantelar toda la infraestructura terrorista antes de conceder fronteras interinas a un Estado palestino, y lograr que los mecanismos de verificación queden exclusivamente en manos estadounidenses, sin interferencias del resto de miembros del cuarteto. "Israel desconfía de Europa y de las Naciones Unidas, a las que no percibe como equilibradas a la hora de posicionarse frente al conflicto", dice Gerald Steinberg, profesor del centro Begin-Sadat de estudios estratégicos de la Universidad de Bar Ilan.
Los palestinos tienen una visión diametralmente opuesta. Piensan que es Estados Unidos el que ha tomado un claro partido a favor de Israel e ignora completamente sus reivindicaciones, salvo cuando le interesa para apaciguar al resto de países árabes. "Todas las referencias de Bush a la Hoja de Ruta y a la creación de un Estado palestino no son más que una cortina de humo para justificar lo que están haciendo en Irak", explica el actual ministro de Trabajo, Ghassan Jatib, cuya permanencia en el Gobierno en ciernes se da como segura. Jatib, quien formó parte de la delegación que representó a los palestinos en la Conferencia de Paz celebrada en Madrid en 1991, reclama un papel más relevante de la UE. "Precisamente lo que pensamos es que Europa no debe quedar relegada, sino que debe romper el monopolio que los americanos intentan arrogarse en Oriente Próximo", agrega en una entrevista celebrada en su residencia particular de At Tire.
Sistema de 'apartheid
Una opinión similar expresa el doctor Mustafá Barguti, director del Health, Development and Information Policy Institute de Ramala. "Los mecanismos de evaluación y verificación que contempla la Hoja de Ruta deben incluir a los otros tres miembros del cuarteto, de forma que no se convierta en rehén de los designios estadounidenses", argumenta. Barguti, que junto al también doctor Haider Abdel Shafi -otro veterano de la Conferencia de Madrid- encabeza la Iniciativa Nacional Palestina, un movimiento ciudadano que aboga por la resistencia no violenta a la ocupación, insiste en que "la comunidad internacional está mirando para otro lado mientras Israel impone un sistema de apartheid a través de la construcción del muro de separación de Cisjordania". Según indica Barguti, Sharon "se ha aprovechado del caos iraquí para proponer el trazado de un segundo muro, que en este caso se construiría a lo largo de la carretera de Alón, segregando Cisjordania del valle del Jordán, que pretende anexionarse unilateralmente". Además, "si no se le pone freno inmediatamente, la expansión de las colonias judías hará que en poco tiempo la creación de un Estado palestino sea imposible", reivindica frustrado.
Así las cosas, la viabilidad de la Hoja de Ruta parece depender de dos factores fundamentales. El primero, del éxito del Gobierno de Abu Mazen a la hora de cumplir los compromisos que le atribuye el plan, algo para lo que necesitará ganarse el apoyo de la calle palestina. A esto podrían ayudar algunas medidas de confianza por parte de Israel, entre ellas la congelación de los asesinatos selectivos como parte de su política antiterrorista, y la retirada gradual de sus fuerzas de los territorios autónomos. La segunda, que Estados Unidos y la Unión Europea, como principales miembros del cuarteto y patrones del proceso de paz, logren establecer una eficiente división del trabajo en las diferentes áreas -seguridad, ayuda humanitaria, desarrollo institucional, reactivación económica- que satisfaga tanto a los israelíes como a los palestinos.
"Nosotros confiamos en que el nombramiento del nuevo Gabinete palestino lleve a la inmediata publicación del plan, de forma que éste pueda ser entregado oficialmente a las partes, y procedamos a aplicarlo", comenta el enviado especial de la UE, Miguel Ángel Moratinos. "Aunque, como decía el primer ministro Isaac Rabin, no hay fechas sagradas, esperamos que, si no los plazos intermedios del próximo mes de junio y finales de 2003, al menos podamos cumplir con la meta de finales de 2005 como fecha de finalización del proceso", añade Moratinos, quien insiste en la importancia de la contribución europea, a pesar del papel predominante que desempeña Estados Unidos.
Por su parte, fuentes diplomáticas estadounidenses en Jerusalén señalan que es prematuro hablar de la aplicabilidad de un plan antes de que éste sea publicado. Aunque también confían en su éxito a partir del modelo biestatal que contempla la visión de Bush, el primer presidente en abogar públicamente por la creación de un Estado palestino, algo que la UE lleva haciendo desde 1980, en que el Consejo promulgó la Declaración de Venecia.
Los itinerarios de la 'hoja de ruta'
SON VARIOS LOS BORRADORES de la hoja de ruta - el proyecto de plan de paz- que circularon por los despachos de los diplomáticos occidentales durante la segunda mitad del año 2002. Todos ellos presentando un articulado muy similar, con pequeñas modificaciones o anotaciones, incorporadas durante las sucesivas reuniones del cuarteto. No obstante, la versión del texto que hay que tomar como referente es la que se aprobó en la cumbre de Washington del pasado 20 de diciembre, a la que asistieron Colin Powell, Javier Solana, Kofi Annan e Igor Ivanov, en representación de Estados Unidos, la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas y Rusia, respectivamente.
La hoja de ruta plantea un plan con tres fases. La primera, a aplicarse inicialmente desde enero hasta junio de 2003, propone un cese real de la violencia y de los atentados terroristas, el restablecimiento de la cooperación entre las fuerzas de seguridad israelíes y palestinas de acuerdo a las directrices previamente diseñadas por el director de la CIA, George Tenet, y la congelación de los asentamientos, que constituye una de las principales recomendaciones del Informe Mitchell. Además, la ANP ha de reformar y unificar todos sus servicios de seguridad bajo un mando único, elaborar una constitución y proceder a una separación real de sus poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Asimismo debe llevar a cabo una auditoría de todas las finanzas públicas, que han de funcionar según los principios de transparencia y buena gestión, asegurándose de que todos sus ingresos van a parar a una cuenta única, dependiente exclusivamente del Ministerio de Hacienda.
La segunda fase, que se correspondería con la segunda mitad de este año, sería escenario de la declaración de independencia de los palestinos, que pasarían a tener un Estado, aunque éste fuera nominal y con fronteras interinas. También vería la celebración de una conferencia internacional de paz, que en principio debería incluir a Siria y Líbano, según el esquema de Madrid, que se reactivaría a nivel de los grupos de trabajo multilaterales. La tercera fase, comprendida entre principios del año 2004 y finales del año 2005, debería posibilitar que las partes alcanzaran un acuerdo definitivo en los tan complejos capítulos de fronteras, refugiados, asentamientos y estatuto de Jerusalén. Para entonces, y tras la celebración de una segunda conferencia internacional, se crearía el Estado de Palestina, y los países árabes normalizarían sus relaciones con Israel, "lo que traería seguridad a todos los países de la región en un contexto global de paz árabe-israelí".
Problemas para el nuevo liderazgo palestino
EL CAMBIO DE LIDERAZGO entre los palestinos está resultando ser un proceso complejo y traumático. La figura histórica de su triple presidente -de la Asamblea Nacional Palestina (ANP), de la OLP y del movimiento Al Fatah, cuyos cuadros nutren casi exclusivamente a las dos anteriores-, Yasir Arafat, va siendo poco a poco eclipsada por la del primer ministro, Mahmud Abbas, más conocido por el seudónimo de Abu Mazen. Desde que fue nombrado hace algo más de un mes por el pleno del Consejo Legislativo (Parlamento interino de la ANP), Abu Mazen está teniendo que enfrentarse a importantes inercias.
Entre ellas, la reticencia de Arafat a dejarle formar un Gabinete propio, así como a cederle el poder ejecutivo y el control sobre todos los servicios de seguridad. También, la negativa expresada por los movimientos islamistas y las organizaciones marxistas radicales a participar en las instituciones y a formar parte de un Gobierno de unidad nacional. Y aunque cuenta con el apoyo de la Casa Blanca -que le ha ofrecido visitar Washington cuando la coyuntura lo permita, algo que la actual Administración ha negado taxativamente a Arafat- y de la Unión Europea, Abu Mazen deberá esmerarse en ambos frentes para alcanzar sus objetivos.
A pesar de que finalmente parecen haber alcanzado un acuerdo en este sentido, el nombramiento de los nuevos ministros constituyó un pulso entre los dos líderes. Las discrepancias más importantes se dieron en las carteras de Interior e Información. Para la primera, Abu Mazen repescó al que fuera director del Servicio de Seguridad Preventiva en la Franja de Gaza, Mohamed Dajlan, mientras que Arafat insistió en mantener a Hani al Hassan, quien ha ocupado esta cartera durante los últimos meses.
El propuesto para suceder a Yasir Abed Rabbo en Información, Nabil Amro, quien ya fuera ministro de Asuntos Parlamentarios en el Gobierno anterior, se ha dedicado a intrigar regularmente contra la persona de Arafat, algo que este último no perdona. Otra cosa que molestó mucho al presidente fue que Abu Mazen pusiera fuera de juego a dos de sus más leales colaboradores, Saeb Erekat y el mencionado Abed Rabbo, a quienes ofreció permanecer como ministros, pero sin cartera.
También se dio la polémica en el ámbito de los servicios de seguridad, pues aunque la Hoja de Ruta establece que deben fusionarse y colocarse bajo el mando único del ministro del Interior, Arafat propone mantener el control sobre dos de ellos: el Servicio de Inteligencia General, dirigido por Taufiq Tirawi en Cisjordania y Amin el Hindi en la Franja de Gaza, y las Fuerzas de Seguridad Nacional, que comanda Haj Ismael. Los otros 10 cuerpos restantes pasarían a depender de Abu Mazen, con las disfunciones y enfrentamientos que esto podría suponer.
En lo que se refiere a los movimientos integristas -sobre todo, Hamás y la Yihad Islámica- y las organizaciones marxistas radicales -entre las que destacan el Frente Popular y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina-, Abu Mazen no parece haber hecho progresos en relación a lo previamente intentado por Arafat. A las sucesivas rondas de negociaciones celebradas en El Cairo, que unas veces fracasaron debido a la intransigencia mostrada por los extremistas y otras como consecuencia de algún asesinato efectuado por el Ejército israelí, se unía una visita del nuevo primer ministro a la Franja de Gaza, donde se reunió personalmente con sus respectivos dirigentes, pero alcanzando similares resultados.
Ante la negativa de islamistas y marxistas a participar en las nuevas instituciones, cuyo desarrollo contempla también la Hoja de Ruta, a Abu Mazen sólo le queda la opción de practicar una estrategia que combine la negociación con los aparatos políticos y la actuación policial contra sus aparatos armados clandestinos. Pues si, además de detener a los que Israel considera terroristas y confiscar las miles de armas ilegales que circulan todavía por las áreas autónomas, detiene también a alguno de los líderes políticos, esto podría desencadenar una guerra civil entre las diferentes fracciones.
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