La ministra de Exteriores viajará a Damasco el domingo
Al margen de la catarata de invectivas contra el PSOE y las restantes formaciones de la oposición por su rechazo a la guerra, Aznar aprovechó su presencia ante los periodistas en la capital griega para transmitir, una vez más, la aspiración de jugar un papel activo en Oriente Próximo, porque es una de "las prioridades esenciales" de la política exterior española. Fue en ese contexto, y no en el hipotético papel de intermediario entre Washington y Siria, en el que enmarcó la "positiva conversación" telefónica del martes por la noche con el presidente sirio, Bachar el Asad.
"Siria no es un objetivo militar para nadie", reiteró Aznar, tras asegurar que en la conversación le había explicado a Asad la posición española sobre Oriente Próximo. Pero también comentó que el presidente sirio le había transmitido un doble compromiso: Damasco no colaborará con el terrorismo y no acogerá a ningún dirigente del régimen iraquí derribado.
Con esas explicaciones, el presidente del Gobierno dio a entender que, en efecto, había intervenido a modo de puente entre Washington y la capital siria, puesto que ha sido el Gobierno estadounidense el que ha amenazado estos días al país vecino a Irak por sus presuntas conexiones con el terrorismo y la supuesta acogida de ex colaboradores de Sadam Husein. Además, Aznar anunció que la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, visitará Damasco el próximo domingo.
Reconstrucción en Irak
Preguntado por el grado de participación que España pretende alcanzar en Irak, tras la caída de Sadam, aseguró que se materializará "en distintos aspectos de la política de reconstrucción". Destacó entre ellos el de la seguridad y el de la ayuda humanitaria, pero también la "reconstrucción en sí" del país porque, según argumentó, en Irak "existía un régimen parapolicial, pero no un Estado", por lo que hay que crear grandes infraestructuras como escuelas, hospitales y centros de generación de energía eléctrica.
Similares argumentos empleó cuando se refirió a la ejecución sumarísima en Cuba, tras un proceso judicial por procedimiento de extrema urgencia y sin ningún tipo de garantías, de los tres secuestradores de un transbordador que intentaron desviar el barco y llegar a la costa de EE UU. En este caso quiso dejar claro que no pretende "polemizar con el régimen cubano" porque el Gobierno "quiere para Cuba lo mismo que para España", es decir, libertad, democracia, tranquilidad y respeto a los derechos humanos.
Pero a renglón seguido aprovechó la ocasión para arremeter de nuevo contra los partidos de la oposición. Según Aznar, quienes "han dado lecciones de moralidad o de legalidad son francamente dudosos" al analizar lo ocurrido en Cuba.
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