'I hope some day you'll join us...'
Yo soy uno de ellos. Desde el 15 de febrero no he faltado a ninguna de las manifestaciones y concentraciones convocadas en Castellón en contra de la guerra. Además llevo una chapa en la solapa donde se lee, rojo sobre negro, el mismo mensaje que cuelga del balcón de mi casa: "No a la guerra".
Así que soy a decir de usted, señor presidente, un compañero de viaje de Sadan Husein; uno de los antisistema que ataca sedes de su partido y coarta la libertad de expresión de sus compañeros; un pacifista de boquilla que no se inmuta por las víctimas de ETA pero que llora por los muertos de Irak. Ponga nombre y apellidos a esa denuncia para no acusar así injustamente a los miles de españoles que estos días salimos a la calle pidiendo que pare la matanza ó, al menos, que España no participe en ella. De no ser así me veo obligado, por alusiones, a defenderme de sus acusaciones.
Como lo de viajar con Sadam es una chorrada y como no existe denuncia por agredir a nadie, tan sólo puede sembrar dudas sobre mi postura ante unos y otros muertos. Que no es poco. Es la acusación que más duele por la indignidad que representa el uso partidista de las víctimas.
En mi defensa aporto las hemerotecas y pongo como testigos a cargos de su partido: Ninguno ha callado su rabia en más minutos de silencio que yo por cada asesinato de ETA. Como mucho habrán sumado los mismos, porque yo no he faltado a ninguno. Además queda constancia escrita de mi rotunda y reiterada condena a ETA en las páginas de un periódico local. Con firma y foto, pero sin escolta. Así que por ahí no, señor presidente.
Para que lo tengan claro quienes me ven con la chapa en la solapa: a mí me duelen por igual los muertos del Hipercor de Barcelona, los del mercado de Bagdad, ó los del World Trade Center de Nueva York. Me rebelo ante el dolor de cualquier víctima y condeno la barbarie de cualquier verdugo.
Su condición de víctima de un atentado, felizmente fallido, no le concede legitimidad moral para utilizar la memoria de los que no tuvieron la misma suerte. No apoye esta guerra en mi nombre y no la justifique en el nombre de quienes no pueden pronunciarse sobre ella. Una masacre donde siguen muriendo inocentes. También españoles. El último por fuego amigo, quiero decir por el fuego de su amigo.
Habla usted de violencia en las calles. En esta España ayer simpática y hoy seria sólo por apoyar una guerra ilegal, los episodios más violentos los han sufrido tres jóvenes: una fue salvajemente agredida por un policía nacional. A su ministro no le consta, pero a usted le tocó pedir disculpas. No basta con eso, falta que aleje a la bestia de la calle. Que nos proteja de ella. Ayer supe que va a ser así y le felicito por ello.
Otras dos fueron brutalmente atropelladas en Vigo por un conductor que no estaba por aceptar los inconvenientes de la pacífica protesta y se abalanzó sobre ellas. Esa noche se lanzaron contra dos sedes del PP en Galicia los primeros cócteles molotov. Un delito por el que deberán rendir cuenta sus autores, pero sólo ellos. Apártelos también de la calle cuanto antes. Así, sin policías salvajes y sin salvajes incendiarios, yo saldré a manifestarme más tranquilo y sus sedes estarán más seguras. Todos saldremos ganando.
Son lamentables, y condenables, los insultos y los huevos que caen sobre los militantes de su partido cuando intentan ejercer su derecho a la palabra. Espero que a ninguno le pase como a aquel joven de Arganda. ¿Se acuerda de él? Fue agredido por ejemplares padres de familia y/o por venerables jubilados. Golpeado por ejercer, sin violencia, su libertad de expresión. Sólo eso, aunque, eso sí, en el lugar equivocado. Usted ironizó que de estar en Irak no hubiera salido vivo. Cierto. Pero, aún siendo sustancial el matiz sobre el grado de violencia con que se acalla la voz de los discrepantes aquí y allá, me permito recordarle que no se trata tanto de medir quien pega mas fuerte sino de aceptar todos la voz de quien dice lo contrario sin levantarle la mano y sin taparle la boca. En eso tienen que aprender mucho aún los jóvenes que tiran huevos y los que golpean jóvenes... por huevos.
Hasta aquí mi defensa. Aprovecho además para decirle lo que pienso de una guerra que usted apoya y que su partido ampara. Guerra que nadie dice querer, pero que los diputados del PP bendicen todos a una y prietas las filas. También a ellos les asiste el beneficio de la duda: es posible, como dicen, que no quieran la guerra; pero es cierto, como hacen, que no la condenan e incluso la justifican. Igual que HB cuando se le pregunta por la violencia de ETA.
Se convierten así en cómplices morales de la muerte de inocentes. De esas víctimas a las que luego asisten con ayuda humanitaria en forma de barcos de guerra enviados no para matar sino para intentar recomponer los cuerpos que otros descomponen. Es nuestra primera aportación a la reconstrucción de Irak: reconstruir cuerpos. En el diabólico y criminal plan que se urdió en Azores, donde se bendijo el nuevo orden mundial basado en la pax texana, Bush y Blair decidieron poner las bombas y a usted le tocó poner las tiritas. Los muertos, mayoritariamente, los pone Irak. Aunque no sólo.
Víctimas que en su ignorancia no llegan a entender que se les corta la vida, a veces sólo los brazos o las piernas, para liberarles de acabar gaseados con armas químicas. Esas que, como el temible ejército que representaba una amenaza para todo el mundo, siguen sin aparecer. Se sabe que estuvieron, porque las dejaron allí quienes ahora las buscan cuando armar a Sadam era tan prioritario, y ético, como ahora es desarmarlo. Días en que no era ni tan malo ni tan genocida; sólo un buen y necesario aliado, aunque ya gaseara kurdos y asesinara chiítas.
Pero todo llegará. Aparecerán armas prohibidas que justifiquen la guerra y llegará, sobre todo, la otra reconstrucción. La mas deseada, la de verdad. La de las carreteras, los edificios, los pozos de petróleo, las comunicaciones y las infraestructuras: será la hora del negocio. Y ya dijo el hermano de Bush que éste será generoso en el reparto.
Al Vaticano, seguramente, no le tocará nada por posicionarse con el eje del mal. A no ser que usted interceda por él, como desagravio al nulo caso que le ha hecho cada vez que pedía, él también, que parara esta guerra. En todo caso es reconfortante que pese a su estado de salud Juan Pablo II comparta el mensaje de John Lennon que encabeza este artículo.
Acabo. Ignoro si habla inglés cuando le invitan a la intimidad del rancho de Tejas. En todo caso el párrafo de Imagine es fácil de entender, incluso leído con ese deje tan propio que últimamente le acompaña: Recuerda que yo no estoy sólo y le invita a unirse con nosotros en la paz. Hágalo ahora que ya han ganado la guerra.
¡Pues claro que sí¡ Vale ya de eso. También a la paz sin dictadores como Castro, sin genocidas como Sadam o Sharon, sin el terror de ETA. Usted sabe que estoy, que la mayoría, estamos ahí. Aunque repita una y mil veces lo contrario.
Javier Andrés es periodista.
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