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Reportaje:ELECCIONES DEL 25 DE MAYO | La guerra, telón de fondo

El vía crucis de Alberto Fernández

Las protestas contra la posición del PP respecto a Irak se han hecho persistentes en Cataluña

En los últimos 15 días, a Alberto Fernández Díaz, el alcaldable del Partido Popular (PP) para Barcelona, le han llovido huevos, tomates, golpes, patadas y, sobre todo, pitos, muchos pitos. En Reus (Tarragona) fue agredido tras un acto político, y sus conferencias en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y en la Universidad de Barcelona (UB) duraron sólo 5 y 12 minutos, respectivamente, y fueron ahogadas por el griterío de estudiantes coreando "no a la guerra".

Los incidentes no le han hecho bajar la guardia: "Voy a continuar con todos los actos previstos con toda normalidad y estoy seguro de que conseguiremos un gran resultado electoral", afirma, con una moral de hierro.

La guerra ha dejado en una situación difícil a los candidatos del PP de toda España, pero en pocas comunidades se sienten tan aislados como en Cataluña. Y con razones, porque aquí se juntan dos fenómenos distintos, la endémica debilidad del partido -en ningún otro lugar el PP exhibe tan exigua implantación- y el extraordinario arraigo del movimiento contra la guerra.

"La situación no es comparable a la de Euskadi", admiten los líderes regionales
"Ellos ya se expresan en los medios que controla el PP", alegan los estudiantes
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En las últimas semanas no hay dirigente conocido del partido que pueda permitirse lo que para ellos ha pasado a ser un lujo, pasear o ir al cine sin que le increpen. "¿Cómo puedes estar comiendo aquí tranquilamente cuando por culpa del PP se están matando niños en Irak?", le espetó recientemente una airada comensal de un reputado restaurante barcelonés a una destacada diputada del PP.

Es sólo un caso entre decenas de casos similares, acogidos la mayor parte de las veces con deportividad. "A los políticos nos va en el sueldo recibir insultos o exabruptos", afirma Daniel Sirera, vicesecretario general del PP catalán y coordinador de la campaña electoral para las municipales, quien pone, no obstante, ciertos límites: "Siempre y cuando no se intimide, se coarte la libertad o se impute un delito", afirma.

El PP catalán ha elaborado un informe en el que cifra en 76 los "actos vandálicos" sufridos por las sedes del partido desde el pasado 10 de febrero. El día más intenso fue el 26 de marzo, con 14 acciones: pintadas en Terrassa, Tàrrega, Cornellà, Barcelona, el Prat de Llobregat, Sant Llorenç Savall y Cambrils. Lluvia de huevos, escombros, piedras y vísceras de animales en Lleida, Reus, El Vendrell y en varios locales de Barcelona. En algún caso aislado se ha ido mucho más allá. La sede del partido en El Vendrell (Tarragona), por ejemplo, fue incendiada el pasado 6 de abril.

Pese a la intensidad de las protestas contra el PP, la situación de Cataluña no tiene ningún punto de comparación con la del País Vasco. Lo dicen con rotundidad todos los partidos catalanes, incluido el PP. "La situación en Cataluña no es comparable a la de Euskadi", afirma Sirera, a pesar de que algunos altos dirigentes del PP han advertido del peligro de batasunización en Cataluña.

El propio Alberto Fernández, probablemente el dirigente catalán al que se le han reventado más actos en las últimas semanas, lo afirma sin ambages: "Nunca compartiré los análisis que desde fuera de Cataluña distorsionan la realidad comparando la situación catalana con la vasca", afirma. Y añade: "La realidad de Cataluña es de integración y de convivencia y no hay niguna complicidad con los actos de violencia".

La tensión provocada por la guerra no ha alterado las costumbres de Fernández. Evita siempre que puede los coches oficiales y prefiere ir andando o en motocicleta. Al pasear con él por las calles de la ciudad se comprueban las pasiones que despierta. La gente de los bares le sigue con la mirada -a menudo de reprobación-, alguien le increpa, pero también se le acercan muchos para expresarle solidaridad. El pasado viernes, tres personas le hicieron llegar su apoyo en menos de un minuto cuando paseaba por la calle de Muntaner. "No soy del PP, nunca os he votado y estoy contra la guerra, pero no me gusta nada lo que os está pasando", le dijo una de ellas, antes de despedirse con un "¡ánimo!".

Fernández se muestra especialmente respetuoso con los estudiantes y los pacifistas que le han increpado: "No es agradable, pero es legítimo que me silben", asegura. Incluso quita hierro a las protestas por su presencia en la universidad.

En la UPF, donde tuvo una presencia virtual a través de videoconferencia, los estudiantes le concedieron únicamente 5 minutos y 42 segundos para explicarse, el 9% de la duración prevista. Lo justificaron porque era el equivalente al porcentaje de españoles que, según el CIS, respalda la postura del Gobierno ante la crisis de Irak. "Sus opiniones ya se expresan sobradamente a través de los medios de comunicación que controla el PP", le espetaron los estudiantes. En la UB intervino 12 minutos, pero sus palabras fueron inaudibles porque el griterío no cesó. Aun así, Fernández Díaz admite que su derecho a expresarse quedó en cierto modo garantizado.

Entre los estudiantes que protestaban en la UB había, no obstante, un grupo compacto y separado del resto, con eslóganes lemas independentistas y vivas a Batasuna. Alberto Fernández considera que este segmento es "muy minoritario" y que "se aprovecha de todas las causas respetables en busca de un paraguas que les dé cobertura", pero se muestra indignado con los que niegan que existe.

Algunos de estos grupos tienen actitudes ambiguas ante la violencia, cuando no la defienden. Varios informes policiales calculan que en los últimos siete años han estallado en Cataluña 372 artefactos explosivos -rudimentarios y de poca potencia-, mayoritariamente en cajeros automáticos, empresas de trabajo temporal, edificios públicos y sedes de partidos.

La situación derivada de la guerra ha dificultado que el PP catalán aprovechara las próximas municipales para tratar de ensanchar su base de apoyo con la incorporación de independientes. Los dirigentes confiaban en beneficiarse del tirón del nuevo líder regional, Josep Piqué. Pero la realidad ha sido otra. Muy pocos han llamado a la puerta del partido.

No obstante, los problemas vienen de atrás. Desde su nacimiento, el PP catalán se ha situado al margen de los consensos en Cataluña. Ya en las primeras elecciones autonómicas, de 1980, AP quedó como extraparlamentaria. Hoy está a más de 40 diputados de los socialistas en el Parlamento de Cataluña y sólo 12.000 catalanes tienen alcalde popular. La soledad de sus militantes empezó mucho antes de la guerra.

La policía protege a Alberto Fernández Díaz a la salida de un acto en Reus, el pasado 25 de marzo.
La policía protege a Alberto Fernández Díaz a la salida de un acto en Reus, el pasado 25 de marzo.JOSEP LLUÍS SELLART

Apoyo del Parlamento

El Parlamento de Cataluña ha aprobado varias resoluciones condenando los actos vandálicos contra el PP y ha repudiado la agresión sufrida por Alberto Fernández en Reus. El PP considera que las condenas llegaron tarde, que debían ser aún más contundentes, y pide una mayor implicación del Gobierno catalán. Por esta razón ha presentado una moción, que se debatirá en el próximo pleno, en la que pide "apoyo a todos los dirigentes, candidatos, militantes y sedes de partidos agredidos por grupos radicales".

Los populares han acusado a la izquierda de tener un discurso que, en la práctica, pone al PP en el punto de mira de los pacifistas, pero las relaciones entre los partidos son mucho mejores que en Madrid. Entre los 39 incidentes que la dirección nacional ha llevado a los tribunales para tratar de responsabilizar al PSOE e IU, sólo hay un caso catalán -en L'Hospitalet- y con pocas posibilidades de prosperar. El informe de la Guardia Urbana señala que la concentración ante la sede del PP concluyó "sin incidentes".

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