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Entrevista:Juan Ugalde

"Los medios de comunicación masiva están cambiándonos, a veces es como si viviéramos en su fantasía"

La revisión que hace el Museo Patio Herreriano de Valladolid de la obra de Juan Ugalde (Bilbao, 1958) abarca la última década en su carrera. Los diez últimos años representan además la etapa en la que el lenguaje de este artista cimentó su vocabulario. El uso de grandes fotografías de rincones y personajes del entorno más próximo, acentuadas por la gestualidad de su pintura, se han convertido en su marca distintiva, a pesar de que también se expresa a través del vídeo y las instalaciones.

PREGUNTA. Esta exposición abarca el periodo en el que usted encuentra su lenguaje expresivo más personal.

RESPUESTA. La exposición arranca con el momento en que empiezo a hacer grandes ampliaciones de fotos. Antes trabajaba en collage con formatos pequeños de foto y mucha pintura. Cuando nos planteamos esta muestra, y dado el espacio del que disponíamos, pensamos en que lo mejor sería centrarla en esa década, de 1992 a 2003. Es, en efecto, la etapa en la que se revoluciona mi lenguaje. Aunque no sé decir si es más personal o más impersonal.

"El límite entre lo bello, lo feo, lo sublime y lo vulgar es siempre impreciso. A mí me interesan las cosas que están en esa frontera ambigua"

P. ¿Se siente impersonal respecto a sus obras?

R. Sí. Aunque evidentemente hay mucha personalidad en cada imagen, porque al elegir el motivo, el momento en que disparas la fotografía, la que seleccionas entre todas ellas, luego encima si la retocas al ampliarla, todo eso parte de mí. Pero lo que es interesante es que la fotografía tiene cierto carácter impersonal. Parece que es algo que estaba allí, que has buscado y lo has utilizado, y a la vez tiene tanto de mí como el trazo caligráfico. Existe esa ambigüedad.

P. Quizá porque, siendo imágenes de tu entorno, y aunque tengan su propio gesto, al usarlas no se vincula emocionalmente.

R. Es algo que está ahí fuera. Es curioso porque trabajo con una galerista en París y me dice que cada vez que viene a España empieza a ver ugaldes por todos lados. Es de fuera, sí, a pesar de que definir el límite de lo que somos es muy difícil. ¿Qué es dentro y qué es fuera, lo privado y lo público? Ese sentimiento de posesión es algo que deberíamos quitarnos un poco. El del artista respecto a su ego, a su obra y al sentido posesivo de la realidad.

P. ¿El título de la exposición, Parques naturales, sobre la apropiación de paisajes para convertirlos en urbanizaciones, tiene algo que ver con esto?

R. El título viene de la instalación que presento en el museo, que ya se vio este verano pasado en El Escorial, relacionada con el parque natural de la sierra de Guadarrama. Hay un conflicto ahí porque están parcelando la sierra del Guadarrama y decidiendo lo que es parque natural y lo que es terreno urbanizable para hacer bloques de pisos a lo bestia. La pieza surgió en función de eso y es una imagen de un sitio con flores, rodeadas de fotos de grúas, construyendo en el llamado parque natural. Al reflexionar sobre esto pensé que mis cuadros también tenían que ver con ello, aunque en el sentido contrario. Titular el mundo posindustrial en el que vivimos como parque natural es algo irónico. Cómo se puede estar catalogando territorios como algo intocable y el resto se puede destruir sin reparos.

P. Usted ha trabajado siempre en sus imágenes con construcciones: edificios, chabolas, carreteras. ¿Es lo que queda de su apego a la arquitectura?

R. Es una reflexión sobre lo que somos, lo que hacemos y los paraísos que nos montamos. Para mí, el arte es un ejercicio de pensamiento. No hay una teoría sistemática o un discurso detrás, es sólo una reflexión sobre el ser humano, la sociedad a la que pertenecemos, el tiempo en el que vivimos y los efectos que producimos. Es divertido cuando te dicen que representas la España profunda, la parte dura de la realidad. Y tú te dices: pero bueno, ¿la España profunda qué es? ¿Hay una España light, acaso? Pero sí es cierto que el mundo de la publicidad y los medios de comunicación nos manipulan un poco la vista y hay una realidad que no queremos o no podemos ver, que pasa inadvertida ante el dramón o el anuncio de yogur. Cosas tan obvias como el paisaje de la periferia de la ciudad, lugares y gente que vas encontrando a cada paso, es como si no existieran.

P. ¿Cree que estamos un poco ciegos ante lo que nos rodea?

R. La gente va pensando en el coche que se va a comprar y cosas así. Vivimos en un mundo de estímulos y de sucesos televisados que nos impiden a veces ver las cosas más directas y cotidianas, las que están al lado. Los medios de comunicación masiva están cambiándonos, a veces es como si viviéramos en su fantasía.

P. En esa simbiosis que hace de pintura y fotografía, ¿es que la fotografía por sí sola, o la pintura, no es capaz de decir lo que usted desea?

R. No sé si es porque vengo de una tradición de pintor y me siento impulsado a intervenir, o si lo que me interesa es transformar un poco esa realidad, jugar. Lo que sé es que no puedo evitarlo.

P. Entonces, a pesar de que hace instalaciones, vídeos y algunas piezas con sonido, ¿todavía tiene usted fe en la pintura?

R. Pues no. No tengo ninguna fe en la pintura, sinceramente. Lo hago, pero no es una cuestión de fe. Me interesan todos los medios. Ahora estoy haciendo series de cuadros sin foto, pero no tengo ninguna fe. La verdad es que hoy la pintura es un medio anticuado.

P. ¿Qué le da el vídeo que no le da la pintura, por ejemplo?

R. Son medios totalmente distintos. Ahora estoy montando un vídeo y por momentos me pregunto para qué me he metido en esto, pero me gusta. Es un reto y una ventaja poder utilizar varios soportes. Puedes hablar de lo mismo desde distintos puntos de vista, lo cual te enriquece, pero son abismos: entre la pintura y la fotografía, entre la fotografía y el vídeo, el sonido, las instalaciones... Es difícil de compaginar, pero me gusta meterme en berenjenales.

P. Se ha dicho que cultiva cierto feísmo en sus paisajes sociales.

R. El límite entre lo bello, lo feo, lo sublime y lo vulgar es siempre tan impreciso. A mí me interesan sobre todo las cosas que están en esa frontera ambigua, porque estar más allá del límite siempre significa algo.

P. ¿Cree que el arte se encuentra algo alejado de la gente, que las galerías son una especie de gueto?

R. Más bien diría que las galerías ahora se encuentran un poco aterradas con la situación. A mí me preocupa más la manipulación de los espacios públicos. Todos estos nuevos espacios que están surgiendo patrocinados por empresas multinacionales o gobiernos. De pronto todo son esponsorizaciones y anuncios. Eso de utilizar el arte como algo que da una imagen, también es una forma de manipulación. Yo suelo decir a los jóvenes artistas que tengan cuidado porque el arte pierde su sentido y su eficacia en ciertas situaciones. Yo, de lo oficial, me estoy quitando. Es casi como el tabaco, que lo patrocina el Gobierno, le pagas impuestos y después causa lo que causa. Es una tentación, claro. Hay un dinero ahí a todo meter para que hagas lo que no puedes hacer con tus medios, pero hay un condicionamiento para el artista. Puede darle la vuelta al significado de la obra totalmente, sólo porque esté asociada a Telefónica, la banca, Coca-Cola, Tabacalera o a una fábrica de cremas para la cara. Hay unos intereses detrás muy sofisticados, y además vas a una de esas muestras y tienes que pasar por un detector de metales, vigilado por un guardia con trabuco y con la atención de señoritas de azul marino con faldita. Es que no apetece entrar a ver arte así, entre armas, lujo y burocracia.

El pintor Juan Ugalde, ante una de sus obras.
El pintor Juan Ugalde, ante una de sus obras.BERNARDO PÉREZ

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