El fenómeno Anthony
El torneo universitario estadounidense sigue produciendo figuras para alimentar el relevo generacional en la NBA
"Un año más" no será posible. Los miles de fans que Carmelo Anthony ha acumulado durante sus tres años en la Universidad de Syracuse llevan ese lema inscrito en sus camisetas, en sus cánticos y en sus corazones. Se lo han entonado durante tres cursos con éxito, para evitar su pase precipitado al universo de la NBA. Su madre, su protectora, también ha intentado retenerle en el ámbito no profesional del baloncesto. Pero Melo Anthony, como le conocen sus seguidores, no sólo dará el gran salto este año sino que se propone disputar el cetro como probable número uno de los draft de selección al mismísimo fenómeno LeBron James. El sábado, en las semifinales de la Final Four de la NCAA, confirmó sus espectaculares condiciones, sobre todo en ataque, al conducir con 33 puntos y 14 rebotes a los naranjas de Syracuse a disputar la final la madrugada de mañana (03.00, Canal +) con Kansas.
De Carmelo Anthony se han dicho cosas tan improbables como que dispone de la sonrisa de Magic Jonson y del estilo de juego de Danny Manning o Paul Pierce. Para empezar, ha llevado a la Universidad de Syracuse a la lucha por el título tras 16 años de sequía. Es un alero que no se destaca únicamente por su voracidad en una sola jugada perfecta. En ataque lo hace prácticamente todo. Lo mismo sobresale por su capacidad para atrapar rebotes en el aro contrario que para encestar desde más allá de la línea de tres puntos. No tiene una fácil defensa.
Muchos observadores se han atrevido a asegurar que tanto Anthony como Dwyane Wade, la estrella de la Universidad de Marquette que fue derrotada en semifinales por Kansas, son mejores que LeBron, al que predicen dos o tres temporadas para cuajar en la NBA. Pero las dudas sobre el rendimiento real de todos ellos, a los que se podía añadir a T. J. Ford de la Universidad de Tejas y a Nich Collison de Kansas, son generales cuando se trata de imaginar que en unos meses podrían estar jugando contra Kobe Bryant.
Tim Duncan les ha recomendado a algunos de sus futuros discípulos que lean antes que nada su libro de cabecera, titulado El chico apresurado´ naturalmente sobre las presiones a las que se somete desde muchos ámbitos a los jóvenes.
Anthony y Wade han sido los exponentes más claros del debate que ha estallado durante la locura de marzo del torneo universitario en Estados Unidos sobre si debe frenarse la irrupción en la NBA de los jugadores más jóvenes.
No parece posible que nadie pueda controlar a estas alturas la Lebronmanía que convertirá en junio a LeBron James, de 18 años, en el jugador número uno del draft de entrada a la NBA. Muchos entrenadores, especialistas e incluso jugadores veteranos han aprovechado la oleada provocada por esta moda para defender la necesidad de completar todos los ciclos de aprendizaje. Especialmente en la universidad. No aceptan que se pueda saltar tan impunemente desde la escuela hasta la elite. Hasta la madre de Anthony ha participado de esas ideas, seguramente con la sana intención de mantener a su hijo alejado del profesionalizado y complejo circo de la NBA, donde teme que pueda recaer en la tentación de las malas compañías. Para sustentar esos argumentos, los expertos se arman de los datos irrefutables de los últimos fracasos sonados de ese acelerado ritmo, entre los que destaca el del pívot Kwane Brown. Brown brincó hace dos años, con apenas 19, hasta los Washington Wizards de Michael Jordan y ahora apenas disputa cinco minutos por encuentro.
La fase final del torneo celebrada este fin de semana en el impresionante Superdome de Louisiana, en Nueva Orleans, culminará la madrugada de mañana con la lucha por el título entre Syracuse y Kansas. Pero el otro interés de la cita está en descubrir si, finalmente, LeBron puede tener en el tatuado Anthony o en el padre de familia Wade alguna competencia entre las nuevas estrellas del universo NBA que dejará huérfano Jordan tras su retirada.
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