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Columna
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Municipales

Mi compañero de columna, Félix Bayón, ponía el pasado viernes el dedo en la llaga: ¿es la invasión de Irak un elemento pertinente a la hora de decidir el voto en las elecciones autonómicas y municipales de mayo? El asunto tiene su interés, aunque llegado el momento de votar, cada cual haga lo que le venga en gana, y tan válido sea el voto internacional, por llamarlo así, como el estrictamente municipal.

Desde que las tropas británico-estadounidenses invadieron Irak con el apoyo del Gobierno español, mi cuerpo de abstencionista militante me pedía que reconsiderara aquella decisión de no votar que tomé hace mucho tiempo, cuando perdimos el referéndum de la OTAN. Fue una postura enrabietada, que sin embargo ha ido cargándose de razones. Cada cuatro años he ido mirando los resultados de las elecciones, y siempre me ha sucedido lo mismo: no entendía por qué Convergencia, un suponer, con la mitad de votos que Izquierda Unida, por ejemplo, obtenía el doble de diputados. Debe de ser un error, me digo siempre; hasta que se aclare, prefiero quedarme fuera.

La furia que ha despertado en mí la desvergonzada decisión de Aznar, ese fraudulento representante de la voluntad popular; su apoyo al terrorismo internacional; su granito de arena en la construcción de un mundo más injusto; su empeño en liquidarse las instituciones en las que yo creo para ponerse a las órdenes del Gran Macarra, que a su vez está al servicio de las grandes empresas de armamento y petróleo estadounidenses; y el no poder hacer nada efectivo para impedir que ese señor hable en mi nombre sobre un asunto tan grave, me ha llevado a reconsiderar mi tradicional abstención.

Sin embargo, Bayón tiene toda la razón del mundo: no hay que mezclar las cosas; las protestas contra la guerra no deben incluir el voto de las elecciones municipales, porque lo que se dirime en mayo no es la política internacional de España, sino un trabajo municipal de cuatro años, a veces bien hecho aunque haya sido realizado por alcaldes o presidentes de la derecha. Y es cierto que hay que evitar una situación tan injusta como la que se produjo hace cuatro años, cuando los casos de corrupción impidieron la reelección de alcaldes honestos del PSOE.

Pero al mismo tiempo que mi razón acepta estas consideraciones y me induce a la abstención, que es lo que siempre he votado en las municipales, el cuerpo me pide seleccionar el voto más dañino para el PP, y ejercerlo pese a la ley D'Hont. Al fin y al cabo, esta es mi única oportunidad de contribuir a un desastre electoral del PP, lo único que movilizaría a sus militantes contra la dictadura a que los somete Aznar. Si esperamos a las Generales, este hombre se nos va de rositas y esta historia no tendrá un final feliz: un seleccionador nacional que se cree llamado por Dios y por la Historia para sacar a España de la segunda división, y que es defenestrado por sus propios jugadores en el vestuario ante la atónita mirada del equipo rival. Sólo por ver la cara que se le queda a este Mesías de pacotilla soy capaz de renunciar al alcantarillado de mi barrio.

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