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Reportaje:GUERRA EN IRAK | Las repercusiones

Signos de disidencia contra Chirac

La guerra y la relación con EE UU ponen a prueba en Francia la unidad de una derecha reunificada hace sólo cinco meses

La derecha francesa y el mundo de los negocios están sufriendo con la actitud de su país respecto a la guerra de Irak. Jacques Chirac ha dado instrucciones para frenar las demostraciones antiestadounidenses en el Hexágono, pero cada paso pacificador se ve festoneado de escándalos; un día porque el halcón Richard Perle anuncia a los franceses que no están invitados al club de la reconstrucción de Irak y al otro porque la Cámara de Representantes de EE UU quiere asegurarse de que los franceses -los alemanes, rusos y sirios- no vean un dólar de la reconstrucción. "Hablan de Irak como de El Dorado", se subleva el ministro de Exteriores, Dominique de Villepin.

La crisis de Irak ha sorprendido a la derecha francesa en plena reunificación. Sólo han pasado cinco meses desde que se celebró el congreso que disolvió diferentes tendencias y las integró en la Unión por un Movimiento Popular (UMP), construida de un modo que recuerda más a la UCD de Adolfo Suárez -al rebufo de un triunfo electoral del líder- que al PP de José María Aznar. Cada día que pasa, en los cenáculos de París se descubre a más conservadores dubitativos.

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Amparado por el off the record, uno de los gaullistas proatlantistas asegura que "más o menos la mitad" del grupo parlamentario de la UMP habría votado en contra del enfrentamiento con Estados Unidos, si el asunto se hubiera sometido a algún tipo de consulta en el partido. Alain Madelin, ex presidente del partido Democracia Liberal -hoy diluido en la UMP-, predica en público contra los argumentos de Chirac, negando la ilegalidad de la intervención porque el "fuera de la ley es Sadam Husein".

El proamericanismo sobrevive incluso en alguna persona de izquierdas, como Bernard Kouchner. "Es difícil de explicar que estamos contra los británicos y los norteamericanos, y en cambio nos encontramos al lado del Putin, el asesino del pueblo checheno, y del Gobierno chino", argumenta el ex ministro del Gobierno de Lionel Jospin.

Pero la opinión pública continúa al lado del presidente de la República, como demuestra una encuesta tras otra. Y De Villepin dejó claro el viernes que los líderes franceses no cejan en la presión a favor de devolver a la ONU el control de la crisis internacional; es decir, de que la dirección del mundo de la posguerra quede en manos de un consejo de potencias y no en las de un solo país.

"EE UU ha decidido barrer de la faz de la tierra a todos los que les molestan, mientras la Francia de Chirac piensa en una Europa potente, portavoz del multilateralismo, que se resiste a interpretar el 11-S de 2001 como el comienzo de una guerra de religión", razona un diputado de la UMP. "Por eso se han roto los puentes entre dos viejos aliados", añade.

Pero los gaullistas disidentes también existen: "El divorcio [con EE UU] se debe a que un hombre como Chirac, que fue elegido con el 82% de los votos, tiene cuentas que arreglar con la historia. La defensa de las inspecciones de la ONU habría sido una estrategia creíble si Chirac hubiera enviado tropas para presionar a Sadam Husein, pero no lo hizo. Dieciocho países de la OTAN gastan en Defensa, entre todos, el 40% del presupuesto que dedica EE UU a esa cuestión: ¿cómo se puede soñar así con un trato de igualdad?".

La presión para torcer la voluntad de Chirac viene ahora por el arma económica. Francia necesita obtener inversiones en el mundo árabe para sacar partido de la estrategia presidencial, sin dejar de llamarse a escándalo por los intentos norteamericanos de controlar la reconstrucción de Irak.

Sin embargo, Richard Perle ha dicho en una televisión francesa que su país no cuenta con los que no quisieron ser miembros del grupo comprometido en la guerra. El secretario de Estado, Colin Powell, corrigió ayer un poco esa violenta toma de posición, negando a Le Figaro la existencia de una lista negra de naciones que se verían privadas de todo contrato. Pero la reclamación francesa de volver a la ONU obtiene un eco débil por parte de Powell -"podría contribuir al mantenimiento de la paz y a la búsqueda de armas de destrucción masiva"- y casi un veto de la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice: "No estamos hablando de la ONU con los aliados".

George Bush y Jacques Chirac conversan en una reunión del G 8 el año pasado.
George Bush y Jacques Chirac conversan en una reunión del G 8 el año pasado.ASSOCIATED PRESS

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