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REDEFINIR CATALUÑA
Columna
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El señor de Puerto Rico

Si no fuera por los aires acondicionados, que literalmente abofetean mi desconcertada piel, esto sería el Caribe. Un Caribe distinto, pasado por el filtro rico de su condición de Estado libre, asociado al gran gigante del norte. No pueden votar al presidente de Estados Unidos, te dicen con sólo pisar tierra isleña, y una no sabe si ese pequeño detalle les marea o si, como parece, están encantados de no ser "culpables". La isla está dividida, en geografía humana, en tres penínsulas: el sector independentista, que es electoralmente muy menor pero intelectualmente muy notorio; la gran familia de los estadistas, enconados defensores del Estado 51 de la unión, y casi la mitad del voto, y la otra gran mitad, encantados de haberse conocido en esta situación y sin ningún deseo de cambiarla. La gobernadora actual pertenece a este sector, frágil en su mayoría minoritaria, pero sólidamente afincada en la alianza independentista, que la considera un mal menor. La isla ha vivido su guerra particular contra el imperio y ha conseguido que la mismísima Navy se vaya de una de sus islas menores, donde hacía maniobras. ¿La guerra? La viven con mucha más distancia que nosotros, hasta el punto de que les sorprende nuestra pasión en las calles. Barcelona, vista desde San Juan, resuena épica y, a la vez, excesiva. "Sois la capital del antiamericanismo europeo", me suelta un estadista. ¡Vaya gracia! Ellos tienen miles de puertorriqueños desplazados a Irak: son el duodécimo Estado americano en aportación de soldados a la guerra. Su peculiar estatus no les permite votar al presidente de Estados Unidos, pero sí morir en sus guerras. Han muerto dos, de momento, y los lloran distinto en función de su ideología: desde la rabia antiamericana hasta el orgullo patriótico. La prensa refleja esa casi pura partición en dos de la isla.

Puerto Rico no puede escoger al presidente de EE UU, pero es el duodécimo Estado en enviar soldados a Irak

La guerra. Recibo todo tipo de flujos informativos, como si la isla fuera una gran parabólica de las televisiones del mundo. Desde los canales religiosos, que rezan a Dios por los puertorriqueños caídos -de momento son selectivos en sus rezos-, hasta la mayoría de las televisiones suramericanas. En una de ellas, Daniel Ortega, líder de la oposición en Nicaragua, hace un alegato a favor de Sadam Husein. Alucino mientras intento perdonar mis debilidades de antaño: hubo un tiempo en que me pareció inteligente. La televisión alemana parece una seta esperpéntica en mi receptor caribeño, pero cuando el zapping me lleva a Ana y los siete me coge un auténtico subidón. A los puertorriqueños les encanta la serie. Muchos me conocen por los debates en defensa de la mujer en Ésta es mi historia. "Aquí sí que hay machismo", me aseguran un grupo de mujeres, y me explican historias para no dormir. La CNN se recibe en versión americana y española, y durante todo el día una puede ver expertos militares, mapas, las interminables ruedas de prensa de Muhammed al Sahaf y mucha imagen en ocre, convertido en el color de la batalla. La guerra de la CNN se parece a un juego de la play-station.

Pero no es un juego, y de ello hablamos en la conferencia que doy sobre los derechos de la mujer y la infancia. Les explico el enrolamiento de niños en conflictos armados -300.000 en combate, según datos de la Unicef-, el uso de niños en zonas minadas, la utilización de niños suicidas, el secuestro de niñas para uso sexual, el drama de los desplazados, la tragedia de los huérfanos. Los niños invisibles, esos que no salen en los juegos de la play... En las calles de San Juan, las banderas del país saludan al presidente de Costa Rica,de visita por la isla. ¿Alguien sabe que Costa Rica es un paraíso para los pedófilos, convertida en la Tailandia americana? Incluso por Internet se llegan a ofrecer niñas. Un apunte: Tailandia ha conseguido atacar seriamente a la prostitución infantil, pero Camboya ya la ha sustituido en tal macabro honor. El mal, ese mal puro, vuela más que corre. Una mujer, preocupada por la infancia, me explica con orgullo que forma parte de un grupo de apoyo psicológico a las familias que tienen soldados en Irak. Trabaja voluntariamente en lo que ella define como un "acto de espiritualidad". "Sobre todo me preocupo de explicar a los hijos y a los hermanos pequeños de los soldados qué es la guerra". ¡Que suerte tienen estos niños de formar parte de los buenos! En el Irak de los malos, el apoyo psicológico se da en forma de bombas, cuya pedagogía para la guerra es sin duda mucho más efectiva; pero, en fin, está bien que haya gente buena en el lado bueno que se preocupe por los niños de los soldados buenos. También sufren como niños.

En un ir y venir de conversaciones, alguien me pregunta por Aznar y, antes de esbozar un intento de respuesta, se monta un enconado debate a la puertorriqueña: para los estadistas, Aznar es un estratega brillante; para los conservacionistas, es un imprudente; para los independentistas, es directamente un asno. En la misma relación, inversamente proporcional, se adjetivan las protestas contra la guerra. Vista desde San Juan, la guerra de Irak se ve en función de cómo se ve la relación con Estados Unidos: del rojo pasión al negro cabreo. Como en ninguna parte, tampoco aquí existen los matices. En un último intento patrio, pregunto cómo ven la posición de Jordi Pujol ¿Pujol? Ése no sale en el canal 51, el internacional de Televisión Española, pero me demandan si Ana Obregón se ha pronunciado sobre la guerra ¿Ana Obregón? ¡Puerto Rico es estupendo!

Pilar Rahola es escritora y periodista. rahola@navegalia.com

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