Elegías de lo supremo
Botho Strauss (Naumburg, 1944), indiscutido maestro del escrutinio concienzudo del alma humana desde La dedicatoria (1977) y Parejas, transeúntes (1981), da nuevas muestras de su sutileza en este libro, una sucesión de miniaturas narrativas sobre los vericuetos intrincados del amor donde incluye un poema de inspiración trovadoresca. Su objeto de investigación es, según uno de sus personajes, "el más pequeño universo vivo del corazón", descrito con delicadeza y pasmosa puntería analítica.
Tras sus inicios en el teatro Strauss ha desarrollado una obra narrativa y ensayística importante. Gran polémica provocó en 1993 con un artículo donde reclamaba el liderazgo de los intelectuales para una sociedad hundida en la cultura de masas. También en El particular una mente consciente de su superioridad marca las distancias, aunque no en beneficio de una crítica socio-cultural. El antiguo postulado progresista de Strauss, "considerar conjuntamente acontecimientos estéticos y políticos", se ha truncado en una reivindicación de valores estéticos elitistas. Y no se limita a una opción formal -para la prosa, un lenguaje estilizado, lírico; para la poesía, metáforas rilkeanas a mansalva-, sino que culmina en el lamento patético de una de sus protagonistas: "¡Cuánta gente hay en el mundo que no conoce las constelaciones de los astros! ¿Cabe sorprenderse de que sólo unos pocos sepan orientarse en la infinitud de las obras de arte? ¡A veces uno piensa cómo puede haber tanta vida preciosa que no tiene la menor idea de lo supremo!".
EL PARTICULAR
Botho Strauss.
Traducción de Carlos Fortea.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2003
227 páginas. 17,90 euros
De ahí a maldecir "la impotente [máscara] de la igualdad de derechos" hay sólo un paso. Irena, la indignada defensora de lo supremo, persiste en su alegato a favor de las "viejas palabras". Pero éstas, por muy hermosas que sean -y Strauss conmueve con la belleza de su verbo-, aquí no recuperan el aliento de la "auténtica antigüedad". En ese intento, Strauss ha perdido la noción del tiempo. Y tampoco logra cuajar sus narraciones miniaturescas, dedicadas a la "nanometría del gesto y del comportamiento".
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