_
_
_
_
Reportaje:GUERRA EN IRAK | El frente norte

A las puertas de Kirkuk

Intensos bombardeos aéreos de EE UU preceden a las conquistas de los milicianos kurdos

Juan Carlos Sanz

Cada explosión brutal volvía a romper la calma en las praderas de la sierra de Ismail Bach, adornadas de margaritas y retama en pleno estallido de la primavera en Kurdistán. Desde las trincheras abandonadas por el Ejército iraquí se divisaban al mediodía de ayer las columnas de humo negro que jalonaban cada pasada de los cazabombarderos de EE UU sobre Kirkuk, 20 kilómetros al sur. "Sí, este paisaje es muy hermoso, pero está sembrado de minas", se quejaba el comandante de los peshmergas Abdalá Haarez, mientras los milicianos de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) contemplaban la caída de bombas y misiles sobre posiciones militares del régimen de Sadam Husein.

El avance de las fuerzas kurdas en los últimos días llega ya a las puertas de Kirkuk, capital de la principal zona productora de petróleo del norte de Irak. Sin disparar un solo tiro, los peshmergas han estrechado el cerco por el este y el norte después de ocupar posiciones que se acercan a unos 15 kilómetros del centro de la ciudad. Pero la principal amenaza para las tropas iraquíes, que aparentemente se replegaron de forma ordenada para cerrar un anillo defensivo en torno a Kirkuk, no son los milicianos de la UPK, armados sólo con fusiles y granadas de mano. El ataque viene ahora del cielo.

Más información
Sadam Husein llama a la 'yihad'

"Aunque nos duela, tenemos órdenes de limitarnos a defender las nuevas posiciones", reconocía con un gesto de disgusto Mohamed Wahid Anuar, jefe del pelotón de milicianos en las trincheras de las cumbres de Ismail Bach, una estratégica posición desde donde se controla el paso desde el norte hacia la llanura de Kirkuk. Anuar, de 45 años, desertó de las filas del Ejército iraquí durante la guerra contra Irán (1980-1988) para enrolarse en la resistencia kurda.

Las fuerzas de la UPK han protagonizado en este sector del frente del norte de Irak el avance más profundo hacia Kirkuk, después de adelantar sus posiciones más de 25 kilómetros desde las afueras de Taqtaq (al sureste de Erbil) hasta la población de Raider, situada a los pies de la sierra de Ismail Bach, al noreste de la capital de la provincia petrolera.

Minas antipersonas

Los peshmergas prefieren mantener el grueso de sus efectivos en los montes después de haber perdido a tres hombres por las explosiones de minas antipersonas sembradas por los iraquíes en las laderas. Los kurdos han desactivado hasta ahora más de 200 minas. Tras su repliegue estratégico, en el que todas las edificaciones quedaron arrasadas, los cerca de 5.000 soldados iraquíes que ocupaban la posición apenas dejaron un par de botas rotas, un bote vacío de betún para el calzado, unos pocos sacos terreros, algún rollo de alambre de espino y la habitual máscara antigás inservible.

El zumbido sordo de los reactores se reproducía ayer a intervalos de 15 o 20 minutos sobre las alturas de Kirkuk. A pesar del deslumbramiento producido por el sol y a la elevada altura a que volaban, era visible el paso de dos cazas que se desplazaban como dos puntos brillantes en el cielo. "Los norteamericanos llevan más de dos días bombardeando", aseguraba Anuar, el jefe del pelotón peshmerga, mientras apuntaba hacia una nueva columna de humo en el horizonte.

Un pequeño destacamento de milicianos acompaña, según revelan fuentes de la UPK, al equipo de fuerzas especiales de EE UU que localiza los centros de mando e instalaciones militares, como cuarteles o polvorines, del Ejército de Irak, y guía las bombas y misiles hasta los objetivos elegidos para los ataques aéreos.

"No han venido soldados norteamericanos porque los turcos no se lo han permitido", argumenta el comandante Haarez, número dos en la cadena de mando de los peshmergas de la UPK, en el frente de Taqtaq. "Pero todavía esperamos a que aumenten su número de efectivos". A pesar de que la presencia de los comandos de EE UU es patente en el cerco a Kirkuk, el comandante de las milicias insistía en que aún no hay ningún estadounidense en el frente, que parece haber quedado estabilizado. Al menos en las operaciones terrestres.

Para los kurdos, el avance hacia Kirkuk tiene un alto valor simbólico. Es la primera vez que rompen el frente defensivo de Bagdad desde 1991 y ven retroceder a las fuerzas iraquíes en un territorio que fue sometido a una campaña de limpieza étnica por el régimen de Sadam Husein. "Cuando llegué hace cuatro días a este frente", recuerda el comandante Haarez, "me sorprendió ver a veteranos peshmergas llorando. Uno de ellos me explicó así la razón de sus lágrimas: 'Yo nací en un pueblo que está allí abajo. No había vuelto aquí desde hace 30 años'. Yo también les entiendo", asegura el oficial, mientras señala con el dedo a las colinas recién bombardeadas. "Por la noche, las luces de la ciudad de Kirkuk iluminan el cielo".

Miembros de las Fuerzas Especiales de EE UU, durante una rueda de prensa en el Kurdistán iraquí.
Miembros de las Fuerzas Especiales de EE UU, durante una rueda de prensa en el Kurdistán iraquí.ASSOCIATED PRESS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_