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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La gran embarcada

Lo raro no es que surjan discrepancias en el PP sobre su implicación en la guerra, sino que hayan tardado tanto en aparecer. No es normal que una decisión rechazada por el 90% de la ciudadanía y que ha sido adoptada por Aznar de manera muy personal, sin debate previo, sea asumida sin más por su partido a dos meses de unas elecciones locales y a un año de unas legislativas en las que el actual presidente no será candidato. A la cuestión de por qué ha dado esta embarcada a su partido ha respondido el propio Aznar reiterando que la primera razón es el terrorismo, y la segunda, la necesidad de evitar la impunidad de quien incumple la legalidad internacional.

Esta última se anula a sí misma ante una intervención al margen de la legalidad de la ONU. En cuanto al terrorismo, es probable que también a Aznar le dieran (en el rancho tejano de Bush) una embarcada. Porque si acabar con esa lacra es la prioridad máxima, es un error sacrificar la relación con Francia, y otro aún mayor comprometer el entendimiento con la oposición a cuenta de una guerra de tan difícil justificación. Es evidente, por ejemplo, que la implicación bélica hace ahora aún más difícil el acuerdo electoral con los socialistas en el País Vasco, algo que el PP considera decisivo.

Incapaz de entender el motivo de tanta desafección, el presidente busca consuelo imaginando una conspiración "para intimidar al PP y derribarlo". Es lógico que la oposición intente aprovechar el divorcio del Gobierno con la opinión pública para vencerle en las elecciones, pero eso no es derribar o derrocar un Gobierno, sino la esencia del sistema democrático. Aznar (y Arenas) intentan responsabilizar a IU y PSOE de los desmanes contra sedes y actos del PP. Es una acusación inverosímil, y más cuando se intenta forzar un paralelismo con el acoso que sufren los partidos constitucionalistas en Euskadi. Arenas anunció ayer una querella contra los responsables de la página web en que se calificaba de asesinos a los diputados del PP. Aunque no es deseable trasladar el debate político a los tribunales, en este caso la intervención de la justicia se justifica para dilucidar si existe vinculación de esa página con IU, como afirma Arenas y niega Llamazares.

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Acusar a la oposición de los asaltos a las sedes y demás ataques es una forma de escapismo que no resuelve el problema que tiene el PP con sus electores. La peculiar situación de Aznar, que no tendrá ocasión de responder en las urnas de las decisiones que han comprometido a España en esta guerra, complica el panorama. Se ha llegado a un punto en el que hasta la presencia simbólica del presidente del Gobierno en la lista del PP para el Ayuntamiento de Bilbao se considera un handicap para las expectativas de los partidos constitucionalistas. De ahí el desconcierto que cunde por las filas populares y de ahí también que hayan surgido por fin voces que, como la del antiguo mentor de Aznar, Félix Pastor Ridruejo, anteponen el sentido común a su fidelidad al líder.

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