¿Ocupar o liberar?
Cuanto peor vaya esta guerra, peor será la posguerra para todos. No es sólo el futuro de Irak el que está en juego, sino la recomposición de un orden internacional también destruido tras la invasión de Irak por EE UU. El debate vuelve a girar en torno al papel de la ONU y de su violado Consejo de Seguridad. El intento de Blair de reconstruir un cierto consenso en la UE y en las relaciones transatlánticas, mirando al futuro en vez de al pasado, pasa por la ONU. Blair, que ha entendido que ése es el camino para su regreso al corazón de Europa, quiere recuperar la vía onusiana. Pero en Camp David, Bush no ha dado realmente su brazo a torcer, y el dominante campo de los halcones, no quiere oír hablar de eso por el momento. Quiere su ocupación militar.
La propuesta del Council on Foreign Relations y del Instituto James Baker sobre el post-Sadam limita la ONU a "un papel útil". No se trata de que la ONU tome las riendas de Irak, pues no tiene capacidad de hacerlo: Irak, con 25 millones de habitantes, no es Bosnia ni Timor Oriental. De lo que se trata es de poner la reconstrucción bajo mandato de la ONU. Francia rechaza que, por esa vía, se legalice retrospectivamente la guerra o la ocupación estadounidense. Y EE UU tampoco premia a franceses y alemanes. Curioso vocabulario en este conflicto que Aznar no quiere llamar guerra -Blair sí lo hace- y en el que la llamada "coalición" habla de liberar a los iraquíes. En 1944 los aliados sí liberaron París; pero luego ocuparon Berlín. Es más que una diferencia de matiz. Por cierto, que en Berlín los aliados se encontraron con una feroz resistencia final alemana en defensa de un régimen abyecto que se derrumbaba.
A través de la eficacia en la guerra y en su gestión del post-Sadam, EE UU, como señala Joseph Nye, puede tratar de recuperar la legitimidad que ha perdido con el ataque. Pero bajo la habitual simplista distinción étnica entre shiíes (mayoritarios), suníes y kurdos, existe en Irak una complejidad sectaria de tribus y clanes enfrentados entre sí. La guerra puede destapar la botella de la que escape el genio de la división y de la guerra civil múltiple. El principal líder shií iraquí en la oposición ya ha avisado desde Irán a EE UU de que no permanezca en Irak tras esta guerra, en la que pocos de los liberados -bien es verdad que hasta ahora no han sido numerosos y Sadam sigue ahí- han estallado de júbilo. Veremos en Bagdad en qué grado y a qué precio EE UU gana la batalla por "los corazones" iraquíes.
No está asegurado que la destrucción no lleve a Irak al caos, y éste se contagie a algunos de sus vecinos. Irak no se podrá resolver de forma aislada. Por ello otro estudio de cuatro institutos europeos (ninguno español), impulsado por la Fundación Bertelsmann, acaba de proponer la creación de un grupo de trabajo multinacional, bajo los auspicios de la ONU, para la reconstrucción no sólo de Irak, sino de un orden regional más amplio. Sugiere poner gradualmente en pie un sistema de seguridad regional que incluya a Irak, Irán y otros países del Golfo. Pero EE UU puede preferir ahondar en su error y rehacer la región al margen de lo que piensen los demás. Además, Irán sigue siendo parte del eje del mal de Bush. Claro que, según una pancarta en una manifestación de los Hermanos Musulmanes en El Cairo, el "nuevo eje del mal" es el formado por "EE UU, el Reino Unido y España".
¿España? Cuando han empezado a morir soldados estadounidenses y británicos, los que tienen tropas combatiendo han mirado a su alrededor para ver qué otros les acompañan en la dura batalla. ¿Dónde están las divisiones de Aznar? Afortunadamente, el Gobierno no ha osado o (no afortunadamente) siquiera podido, implicar en combate a fuerzas españolas en esta guerra. Hay que saber a qué se juega. Aunque, de una u otra forma, le pagarán los servicios prestados; y los que aún puede prestar. aortega@elpais.es
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