La frustración se apodera de las aulas
Los estudiantes van más allá de la protesta contra la guerra y acusan al PP de despreciar la voluntad popular
Dicen los ciudadanos que el Gobierno miente. Lo dicen en la calle, a voz en grito, y también en la radio o en las cartas que no paran de llegar a los periódicos. Una de ellas, escrita por José Tono Martínez, empieza así: "Acabo de escuchar la conferencia de prensa del señor Ángel Acebes [ministro del Interior] y les escribo para decirles que este señor miente". El profesor Ricardo Gómez Gil apunta en la misma dirección: "Señor Acebes, señor Aznar: o a ustedes les mienten, o ustedes mienten, o ambas cosas. No hubo provocación de los manifestantes. Yo estaba allí".
El relato del profesor se asemeja a las experiencias vividas por otros muchos manifestantes: "Miles de personas avanzaban pacíficamente cuando se produjeron las provocaciones policiales. Había personas mayores y niños que gritaban y lloraban. Sólo la suerte pudo evitar una tragedia". Hay más testimonios, muchos más, y todos vienen a decir lo mismo. Unos surgen de la rabia de quien se siente engañado, pero hay otros que recurren a la ironía para advertir de un asunto muy serio. "Les aclararé", dice un madrileño, "que tengo casi 50 años y que soy profesor. Les felicito por su pedagogía de la pelota de goma. Con su violencia y su cinismo están consiguiendo que cientos de miles de jóvenes sientan la misma repugnancia que hace 30 años sentimos ante el franquismo". Otra profesora, Alicia Alonso, licenciada en Historia Moderna y Contemporánea, dice: "Quiero expresar al señor Aznar mi más sincera gratitud y admiración por haber sido capaz, en el plazo breve de unas semanas, de lograr lo que yo no he conseguido en 10 años de práctica docente; a saber, que mis alumnos lean periódicos y que tomen conciencia de su realidad de hombres políticos en el sentido aristotélico del término".
Naiara Imedio sostiene que es verdad, que la rebelión de la calle y el despertar de los universitarios ya no se debe en exclusiva a la conmoción provocada por la invasión de Irak. Tiene 23 años y es estudiante de Ciencias Políticas. Dice: "La chispa de lo que está pasando es la frustración". Se explica: "¿Cuánta gente salió a la calle el 15 de febrero? Muchos millones, gente de todo tipo, de izquierdas, de derechas, jóvenes, mayores... ¿Qué hizo el Gobierno del PP? Nada. No se dio por aludido. Es más, intentó criminalizarnos. Dijeron que estábamos con Sadam, que estábamos manipulados por los partidos... cuando todo el mundo vio que fue tan espontáneo, tan de corazón. La postura del PP no es ni siquiera fuerte, es ridícula. La manifestación del 15 de febrero fue algo que nos emocionó a todos, y el Gobierno quiso ridiculizar nuestra emoción. Creo que eso le puede costar muy caro. Por el momento, se han quedado solos. Hasta ahora habían utilizado su mayoría absoluta, más el apoyo de Coalición Canaria y CiU, para cambiar muchas leyes, pero ahora ya se han quedado totalmente solos". Ángeles Díez es profesora de Sociología Política en la Universidad Complutense. También ella cree que la utilización de la mentira por parte del Gobierno está provocando que se disparen todas las alarmas:
"Pasó con el Prestige y está pasando ahora con la guerra. Se miente, se rompe el consenso, se huye hacia adelante. Todo esto produce una crisis de legitimidad muy peligrosa". Si hace mes y medio el grito casi único era "guerra no", en los últimos días ha ido apareciendo otro muy preocupante: "Le llaman democracia y no lo es".
"Los estudiantes", dice Ángeles Díez, "no entienden que un día salga en la televisión la imagen de un policía pegándole con la porra a una muchacha desprevenida y al día siguiente salga el ministro del Interior diciendo que la actuación policial ha sido perfecta. Ante eso, están sintiendo la necesidad de dar la cara, de tomar decisiones, de vigilar de cerca el funcionamiento democrático". Dice la profesora, y en eso coinciden con otros muchos de sus colegas consultados, que estos días se está "acelerando la maduración personal y política de muchos estudiantes".
Por si fuera poco, la comparación con el pasado es constante estos días en la universidad. A ello contribuye la presencia de furgones policiales y de agentes de paisano con cámaras de vídeo. "Sé de muchas compañeras", asegura Naiara Imedio, "que están hablando con sus padres por primera vez de la represión franquista". Una comunión entre generaciones que también afecta, como en aquellos tiempos, a profesores y alumnos. "En mi época", dice el profesor Jorge Verstrynge, "también los profesores se interponían entre los policías y los estudiantes para que no se pasaran con las porras".
Una pelota de goma
Gaspar Llamazares sabe que no es un ídolo de masas. Por eso el otro día se quedó de piedra cuando acudió al campus de Somosaguas y presenció cómo decenas de jóvenes se apretujaban para escuchar sus palabras. Al final del acto, unos jóvenes le entregaron una pelota de goma de las que descargó contra ellos la policía para que la entregara en el Congreso. La fisonomía de la universidad ha cambiado en sólo mes y medio. Charlas, asambleas, manifestaciones, encierros. La coordinación de los estudiantes de las distintas universidades es cada día mayor. Y también el protagonismo que están asumiendo ante la sociedad. Se les ve contentos por ello. "Nos decían pasotas", resume un grupo reunido en la facultad de Derecho, "pero cuando se hundió el Prestige nos fuimos a Galicia sin que nadie nos lo pidiera. También antes habíamos ido a Génova y a Barcelona para las protestas antiglobalización. Aunque lo de ahora, lo de ahora es otra cosa... ¿Cómo el Gobierno puede faltar el respeto del 91% de la población?".
Uno de los aspectos que más duele a los estudiantes es el "bombardeo mediático". Por eso, hace dos semanas entraron en las instalaciones de la televisión estatal con una pancarta que decía: "TVE oculta armas de desinformación masiva". Tras unos minutos de protesta, los estudiantes -unos 300- se marcharon pacíficamente. Los policías de la puerta les felicitaron por su acción. Días después llegarían los palos.
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