El dolor
Hay que ser alegres. Tenemos el deber de ser alegres. Algo parecido dijo García Lorca. No hablaba de la alegría de los ignorantes, ni de los que sólo son capaces de alegrarse por aquello que afecte a su ego, sino de la alegría como motor de la vida, de la alegría que libera del ensimismamiento y hace estar atento a lo que tenemos delante de los ojos. Hay que ser alegres. Se lo escribía Lorca a un amigo en un momento muy oscuro de su existencia. Es probable que se lo estuviera diciendo a sí mismo, que esa frase escondiera una especie de regañina íntima hacia una actitud depresiva de la que no lograba escapar, uno de esos "corta el rollo" que a veces uno se dice a sí mismo para no engolfarse en la tristeza. La tristeza. Con todo este asunto terrible de la guerra hay quien sobreactúa la tristeza. Y no hay cosa más frívola que la sobreactuación viviendo en este lugar del mundo, tiene algo de obsceno. Proust creó un personaje que, como todos los suyos, tiene su calco exacto en alguien que conocemos: Francisca, la criada. Cuando Francisca oía algo sobre una desgracia que ocurría en otro lugar del mundo comenzaba a llorar desconsolada y se le llenaba la cara de padecimiento. Sin embargo, ¡ay como Francisca tuviera que sentir lástima de un ser cercano al que ella considerara por debajo de su categoría! Ahí Francisca se olvidaba de la identificación con el dolor ajeno y podía ser terriblemente cruel. Hay que tener mucho cuidado con la expresión del dolor, y en los entierros, por educación, dejar el protagonismo a quien más lo merezca, es cuestión de justicia. El dolor, en estos días, es de aquellos inocentes a los que les llueven bombas del cielo. El dolor es suyo. No hace falta vestir de negro en las manifestaciones, ni ser campeón del sufrimiento, ni apropiarse de la desgracia ajena. Separemos la realidad de la ficción, como dijo el director de Bowling for Columbine. El papel real de los que podemos dormir tranquilos cada noche es mantener la cabeza fría y no olvidar los nombres (de aquí a las elecciones) de quienes nos metieron en esto. La ficción es hacer que sufrimos tanto como las víctimas reales.
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