¿Nos convertiremos en daños colaterales?
Cualquier día de éstos podemos convertirnos en daños colaterales. El pasado viernes a mediodía nos sobrevolaron tres superbombarderos B-52 norteamericanos cargados de bombas que, procedentes del Reino Unido, se dirigían a bombardear Irak eludiendo pasar por encima de territorio francés, aunque sí invadieron su espacio aéreo. Parece ser que despegan cortos de carburante para poder cargar mayor cantidad de bombas y luego repostan en pleno vuelo.
Hasta aquí, normal, dentro de la gravedad de la situación en que nos ha colocado el Gobierno del PP. Pero resulta que además aquellos aparatos realizaron la maniobra de repostar combustible mientras pasaban literalmente por encima de nuestras cabezas, maniobra que resulta altamente peligrosa y que está expresamente prohibida sobre zonas habitadas. Las fuerzas aéreas españolas no son ninguna excepción y también lo tienen absolutamente prohibido. El famoso accidente de Palomares, que nos deparó aquellas entrañables imágenes de Manuel Fraga bañándose en la playa para demostrar que no había peligro de radiactividad, sucedió precisamente a causa de una maniobra de este tipo.
Ante esto, una de dos: o bien Aznar ha dado carta blanca a las fuerzas norteamericanas para hacer lo que les dé la gana mientras se hallen en el espacio aéreo español, o bien éstas se han tomado la libertad por su cuenta, dando por descontado que el Gobierno español no pondrá ningún impedimento.
La colaboración de Aznar y del Gobierno español en la guerra va mucho más allá, pues, del soporte humanitario que nos han querido hacer creer: están poniendo en peligro nuestras vidas sin movernos de casa y sin necesidad tampoco de ser objetivos de ataques terroristas. El pasado viernes miles de vascos, navarros, aragoneses y catalanes habríamos podido convertirnos en daños colaterales.
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