Un buzón en Galapagar

Desde hace 17 meses soy vecino de Galapagar e invito al alcalde a que vaya desde mi casa hasta la oficina de Correos, situada a unos 200 metros, a echar una carta con el cochecito de la niña y sin que, al menos, tenga que salirse a la carretera en dos ocasiones. Tanto en un lado como en otro la acera de la carretera que viene de Torrelodones y va a enlazar con la de El Escorial tiene puntos con una anchura de no más de 40 centímetros, el espacio justo para emplazar una farola en medio de tan raquítica acera.

Y no pasa una vez sólo. Por lo que te ves obligado a bajarte a la carretera con el cochecito. Podría ir a otro sitio a echar la carta, se preguntarán, pero se da la circunstancia de que en Galapagar, al menos en el casco urbano, no hay otro buzón donde echar el correo. Y yo, gracias a Dios, me valgo por mí mismo, tengo un sprint envidiable, pero para cualquier señora mayor del pueblo, cumplir dicho cometido de echar una carta al buzón es una aventura. Ni que decir tiene que un minusválido, en Galapagar, debería vivir, literalmente, encerrado en su casa. En algunas ocasiones, es de lo más parecido a practicar un deporte de riesgo el simple hecho de pasear.