El Valencia paga su narcisismo
El equipo de Benítez reacciona en el segundo tiempo, pero el Espanyol resiste la avalancha
Todavía empapado de gloria por haber apeado al Arsenal de Europa, el Valencia salió ayer a jugar mirándose al espejo. Estaba encantado de haberse conocido y el Espanyol le dio un sopapo repentino e inesperado. Al poco de presentarse en Mestalla. El equipo de Clemente bucea entre los últimos de la fila, pero dispone de un puñado de futbolistas tan escasos de poderío físico -Roger, De la Peña y Tamudo- como sobrados de talento. Dénles unos metros de vidilla y seguro que inventan algo. Un agujero por la izquierda, por ejemplo, que aprovechó el pequeño David García (m. 8) para romper con un disparo cruzado a Cañizares. A la que se dio cuenta, el Valencia ya iba con la lengua fuera, con el todo desgaste del miércoles en la chepa, y con un conjunto de Clemente dispuesto a aguantar como fuera.
VALENCIA 1 - ESPANYOL 1
Valencia: Cañizares; Réveillère, Ayala, Djukic, Carboni (Fabio Aurelio, m. 58); Rufete, Albelda (Angulo, m. 77), Baraja, Vicente; Aimar; y Carew.
Espanyol: Toni; Torricelli, Lopo, Soldevilla; Fredson (Morales, m. 68), Domoroud, David García; Òscar (Maxi, m.58), De la Peña, Roger (Marc Bertrán, m. 53); y Tamudo.
Goles: 0-1. M. 8. Jugada que inicia De la Peña, pasa a Roger, éste abre a la izquierda y David García cruza a gol con la izquierda. 1-1. M. 60. Rufete mete en profundidad para Réveillère y centro atrás de éste lo remata Baraja a bocajarro.
Árbitro: Pérez Pérez. Amonestó a Domoroud, Soldevilla, Carboni, Baraja, Fredson, Tamudo, Torricelli, Fabio Aurelio, Lopo, Réveillère y Ayala.
Unos 40.000 espectadores en el estadio de Mestalla.
Cierto que el cuadro de Benítez mejoró notablemente tras el descanso, se lanzó a un ataque total, buscó todas los caminos posibles, pero sólo le alcanzó para el empate, tal vez porque la fortuna se vistió ayer de blanquiazul. O tal vez porque a Benítez le costó mucho soltar lastre defensivo. Lo hizo ya en la segunda parte, con la entrada de Fabio Aurelio y de Angulo, y el equipo salió impulsado. Demasiado tarde.
Antes, el Valencia había menospreciado a De la Peña, se creyó esa teoría de que es un jugador acabado, y terminó pagándolo. A la que dispuso de tres metros de hierba, Lo Pelat hizo correr al Valencia tras la pelota. Eso, en el primer tiempo. Después, De la Peña se vino abajo físicamente y el Espanyol lo acusó. Curiosamente, Clemente ha dado rienda suelta a cuatro virtuosos en su ataque: De la Peña, Roger, Òscar y Tamudo. Nada menos. Protegidos, eso sí, por todos los demás compañeros, que ejercen la presión con una tenacidad tremenda. De la Peña disfrutó un rato en Mestalla y Tamudo le dio una tunda de trabajo al reaparecido Djukic, que sufrió su falta de rodaje en esta primera parte.
Los oportunistas la tomaron ayer con Baraja, sobre quien, desde hace tiempo, hay un runrún que asegura que no es el mismo de la temporada pasada. Así es. Tiene un año más y ha acumulado más partidos que entonces. Y puede que hasta haya perdido esa inspiración necesaria para ganar la Liga. Pero conserva el compromiso, la voluntad de armar un buen fútbol y la categoría para hacerlo. Llegaron los primeros pitos de Mestalla y Baraja siguió pidiendo el balón. Se creció ante el rechazo de esa parte de la grada y acabó conduciendo a su equipo a una remontada que mereció.
Rufete también pasó un mal trago. No conseguía sacar un regate en limpio hasta que, de repente, vio que lo desdoblaba Réveillère, le envió un prodigioso pase interior y éste sólo tuvo que centrar atrás ante la salida equivoca de Toni. Superado Toni, alguien remataría. Fue Baraja, que obtuvo así recompensa a su valor.
La grada comenzó a cantar la canción que le ha dedicado a Aimar, que era como decirle que se encargara de resolver el entuerto. Y el media punta argentino marcó las diferencias que se esperan de él, superó la densa barrera blanquiazul e incluso, después de muchas jornadas sin mirar a la portería, rozó varias veces el gol. Remató mucho y de diversas maneras, pero se le escapó el gol por milímetros.
Clemente mantuvo siempre a Tamudo arriba para que estuviera vivo su contragolpe, pero el Espanyol perdió su presión -sobre todo por las tarjetas que le iban cayendo-hasta verse realmente agobiado en el tramo final.
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