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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los ejecutivos se quitan la careta

Amaya Iríbar

Dinero, poder y éxito son sólo la fachada tras la que se ocultan los altos ejecutivos. El autor, directivo de una multinacional durante 18 años, aunque no precisa cuál, y con más de 25 de experiencia profesional, intenta arrancar esa careta para desvelar lo que se esconde tras ella, que no es otra cosa que falsedad, sumisión, miedo, competitividad, traición, apariencia... con efectos tan comunes como el estrés, el insomnio y la infelicidad. Una situación que, según el autor, tiene más que ver con cómo funcionan las grandes organizaciones empresariales y con la escala de valores de la sociedad actual que con la personalidad de sus directivos.

El autor dedica buena parte del libro a explicar la situación que vive este colectivo. Y lo hace a partir de anécdotas, no necesariamente reales, que encabezan cada uno de los capítulos. Desde el responsable de Marketing que debe rehacer una y otra vez un plan estratégico al dictado de sus superiores, perdiendo a cada paso un poco más de autonomía, hasta la directora comercial que tiene tan apretada la agenda semanal que no encuentra un momento para hablar con su hijo, ir al dentista o llamar a su hermana. Sobre esas anécdotas, el autor analiza las causas, un análisis que basa en su propia experiencia personal y en la de los colegas con los que ha tenido contacto.

Ejecutivos. La gran mentira

Javier Sánchez Álvarez

Editorial Planeta

ISBN 84-08-046558-6

Buena parte de las 254 páginas del libro se le van en detallar los momentos difíciles que viven los ejecutivos y en intentar darles una explicación. El resultado, sin embargo, no es tan atractivo ni contundente como el título que las encabeza. No hay grandes mentiras, a no ser que el lector sea tan inocente como para pensar que la vida de un alto ejecutivo es de color de rosa.

Lo que el libro desvela no va mucho más allá de lo que cualquier lector con experiencia profesional puede imaginar por su cuenta. Que tras esos sueldos de escándalo, trajes de marca y esas vidas trepidantes, hoy en Madrid y mañana en Bruselas, se encuentran personas de carne y hueso que deben renunciar a un sinfín de cosas, en ocasiones a sus principios, para mantenerse en un mundo que más se parece a una selva que a una gran empresa. Una selva en la que hay depredadores, pero también víctimas e incluso parásitos. Y donde el mayor peligro, el miedo que atenaza a casi todos, es el despido, el mayor desprestigio profesional que un ejecutivo pueda imaginar.

Quizá el capítulo más sorprendente es el dedicado a las escuelas de negocios, los centros donde se forman buena parte de los directivos que hoy están al frente de las grandes empresas. Aunque el autor no pretende generalizar a todas las escuelas, asegura que muchos de éstos centros fomentan hombres-robot que sólo responden al lema "tienes que ser el mejor y estás aquí para prepararte para ser el mejor".

A pesar de todo lo anterior, la conclusión es optimista. El directivo del siglo XXI puede ser diferente si toma conciencia de cuál es su papel e intenta mantener algunos rasgos éticos como cierta independencia o capacidad de crítica, asegura el autor. Y, sobre todo, es la herramienta para que algo cambie en el seno de las grandes organizaciones y en la escala de valores que hoy se impone en muchas empresas.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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