La policía impone 15 multas al día por consumir alcohol en la calle tras la entrada de la 'ley seca'
Los agentes municipales refuerzan la vigilancia de las zonas donde se practica el 'botellón'
La Policía Municipal de la capital ha impuesto 3.918 denuncias desde la entrada en vigor de la conocida como ley antibotellón, el pasado 29 de julio. Las más numerosas (3.222) han sido han sido por consumir alcohol en la vía pública, lo que supone una media de 15 multas al día por este concepto. "El consumo de alcohol en la calle ha bajado bastante en los últimos meses y muchas zonas han recuperado la tranquilidad. Ahora tenemos una herramienta para sancionar, y eso lo saben los jóvenes", dice un cabo de la unidad de Tetuán, que este fin de semana ha reforzado el dispositivo para sancionar a los consumidores en la vía pública.
Los refuerzos policiales puestos en marcha este fin de semana incluyen patrullas a pie y coches patrulla que circulan en las zonas más conflictivas de la ciudad. Pero el viernes por la noche el distrito de Centro estuvo desierto de habituales bebedores de cubatas en parques y plazas. Las cargas de los antidisturbios en la plaza de Colón y en la Puerta del Sol, con motivo de las protestas por la guerra de Irak, motivaron que los consumidores se dispersaran por lugares menos vigilados.
El aspecto era bien distinto, en cambio, en zonas como en la avenida del Brasil -junto al estadio Santiago Bernabéu- y los aledaños del intercambiador de Moncloa. Los chavales, que no suelen superar los 25 años, llegan a estas zonas provistos de las bebidas compradas en grandes almacenes o en tiendas abiertas las 24 horas. Whiskys, tequila, ron y ginebra de primeras marcas son mezcladas en vasos de plástico y enfriadas con el hielo adquirido en grandes bolsas.
Los agentes se distribuyen por zonas y suelen actuar de improviso. Los jóvenes, al verles llegar, salen corriendo y abandonan la bebida e incluso sus efectos personales. Cada denunciado debe pagar 300 euros por la infracción y además retirar todos los desperdicios de la vía pública. En caso de que se nieguen a esto último, los agentes pueden endosar otra sanción contra el medioambiente, lo que supone otros 300 euros de multa. En ambos casos, los infractores pueden permutar el pago de la sanciones por servicios a la comunidad, como barrer un parque un fin de semana o acudir a algún servicio social.
Decomiso de las bebidas
En las carreras huyendo de los agentes, algún rezagado, borracho o despistado es pillado. Frases como "agente, yo no estaba haciendo nada" o "sólo estoy bebiendo un poco de limonada" son argumentadas por los sancionados para evitar la denuncia. Pero nada de ello vale. Los agentes les piden el carné de identidad y proceden a rellenar el boletín de denuncia. Después cargan en el coche policial todas las bebidas decomisadas. La ley no recoge qué debe hacerse con este cargamento pero, tras llegar a la unidad, los policías proceden a destruirlo. "Tiramos las bebidas al contenedor más cercano para su reciclado", explican.
"Antes no podíamos hacer nada contra el botellón, pero ahora tenemos todo en nuestra mano para actuar. En algunas zonas como en la avenida del Brasil hemos hecho mediciones de ruido. En el piso 12 de un edificio de esta calle, en concreto, los niveles superaban lo permitido sólo con la algarabía y las conversaciones de los chavales. Los vecinos vallaron incluso la plaza porque todas las mañanas amanecían repletas de desperdicios", señala el cabo de la Policía Municipal y su compañero, que el viernes patrullaban la zona.
Las denuncias de los agentes no se circunscriben a los jóvenes que hacen botellón en la calle, a pesar de que han impuesto una media de 15 denuncias diarias por este motivo. También han denunciado a 91 gasolineras y a 65 bares por vender bebidas alcohólicas. Otros 251 locales han sido también sancionados por carecer de carteles que anuncien la prohibición de vender alcohol a menores de edad. Ocho centros docentes han recibido las multas municipales por exponer publicidad de alcohol y tabaco.
"Las cosas han cambiado mucho. Antes no se podía ni andar por el parque del Oeste, pero ahora son muy pocos los chavales que se arriesgan a fuertes multas y que encima tienen que pagarlas sus padres, con la consiguiente riña en casa", añade otro agente. Otro policía municipal añade que "siempre" va a haber jóvenes en la calle bebiendo alcohol, pero matiza enseguida: "La ley ha hecho que los muchachos se dispersen y, desde luego, no molesten a los vecinos como lo hacían antes".
"Oiga, pero que yo no he bebido"
Un coche patrulla circula lento por el distrito de Tetuán. Lleva apagadas las luces azules para pasar desapercibido. Los dos agentes se bajan, se ponen las gorras y comienzan a andar. Se dirigen a un grupo de jóvenes que beben y que no se percatan de la presencia policial. Justo, cuando están a su altura y el policía les saluda, se dan cuenta de que les han pillado. La frase del policía es siempre la misma: "¿Saben ustedes que está prohibido beber bebidas alcohólicas en la calle?". Las respuestas difieren.
Algunos intentan convencer al agente de que no están molestando a nadie: "Jo, que no estamos haciendo nada malo y estamos en un parque muy retirado". Otros se enfrentan al policía: "En lugar de estar aquí incordiándonos, ¿por qué no se van a detener a carteristas o a ladrones?". Los hay incluso que niegan las evidencias: "Oiga, pero que yo no estoy bebiendo alcohol. Sólo se trata de un refresco de naranja o de cola. Pruébelo y verá".
El agente le contesta: "Si tuviera que probar todo lo que bebéis, llegaría borracho todas las noches a casa". Los intentos han fallado. En el banco de al lado se exhiben tres o cuatro botellas de bebidas de alta graduación alcohólica. "O sea, vamos a tener que pagar 300 euros por beber en la calle, cuando no tenemos ni cinco euros para tomarnos un cubata en un bar de copas. Esta ley sólo va contra los pobres", se quejaba otro chaval.
"No es justo. Estamos más de 30 o 40 en esta zona y sólo nos denuncia a nosotras tres", protesta una joven. El agente le responde que los que han salido corriendo han sido más rápidos que ella, lo que no convence a la afectada. "Seguro que usted a los 18 años también bebía", le dice. El policía sonríe y le recrimina: "No he venido nunca y mucho menos de joven".
El agente permanece impasible, mientras otros compañeros que acaban de llegar vacían las botellas y los tetrabriks abiertos. "Es tanta la bebida que no nos la podemos llevar toda a la unidad", explica.
Los propios agentes se dan cuenta de que a veces los jóvenes dicen la verdad. El viernes, una chica de 18 años se lo dijo muy seria al policía: "Acabo de llegar y no estoy bebiendo. Si quiere, hágame la prueba de la alcoholemia". El agente la miró y se dio cuenta de que no le mentía. Rellenó el boletín de denuncia, pero no tramitó la infracción.
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