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INFANTIL Y JUVENIL

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La historia de la literatura infantil española es aún muy reciente. Nacida con el siglo XX, alimentada con entusiasmo durante la República -Antoniorrobles, Salvador Bartolozzi, Elena Fortún, García Lorca, María Teresa León, Valle-Inclán, el editor Calleja-, interrumpida por la Guerra Civil y apenas irrelevante en la larga posguerra de Marcelino pan y vino (1952), comenzó a recuperarse en los sesenta gracias a diversas iniciativas editoriales que, con afán modernizador y apoyadas en los incipientes movimientos de renovación pedagógica, apostaron por una nueva literatura infantil.

El fenómeno fue especialmente dinámico en Cataluña, impulsado, entre otros, por la editorial La Galera, que este año celebra su 40º aniversario. Su experiencia, ligada a la defensa de la lengua catalana y de la "nueva escuela", aglutinó a autores e ilustradores catalanes, creó novedosas colecciones para niños de todas las edades, desde prelectores a adolescentes (entre ellas la emblemática Los Grumetes), inauguró la modalidad de la doble edición catalán-castellana, y ha sido, posteriormente, el referente de la edición para niños en otras lenguas.

Hoy, La Galera sigue siendo la principal editora catalana para niños. Convoca anualmente los premios Folch i Torres (infantil) y Joaquim Ruyra (juvenil), y participa en los Ciutat d'Olot y Hospital Sant Joan de Déu. A lo largo de estos cuarenta años no ha dejado de ponerse al día y ha sido la impulsora de iniciativas como la creación, en 1999, de Editores Asociados, un sello que agrupa a editoriales catalanas, gallegas, vascas, valencianas, aragonesas y asturianas que coeditan en todas las lenguas del Estado, que convoca anualmente el Premio Abril de narrativa juvenil, y que mantiene dos colecciones: Abril, para jóvenes, e ¿Y Qué?, para niños de 8 a 10 años.

La década de los setenta, fue

la del despegue de la moderna literatura infantil y juvenil española, que viviría su gran etapa de expansión en los ochenta y que hoy, con los altibajos propios del sector, está consolidada. Diversas iniciativas editoriales -Miñón, Altea, Noguer, Juventud, Everest, SM, Anaya, Espasa Calpe, Destino- coincidieron entonces en la búsqueda de nuevas fórmulas para la literatura infantil, en la promoción de autores e ilustradores, en la creación de premios literarios y en la especial atención al libro ilustrado. Pero fue la madrileña SM la que encontró la "piedra filosofal", con el lanzamiento, en 1978, de la colección El Barco de Vapor: la colección de referencia de la literatura infantil española, que este año celebra su 25º aniversario.

Nació, quizá, en el momento justo, y con evidentes aires de modernidad. Proponía una equilibrada mezcla de autores españoles y extranjeros; un cómodo formato de bolsillo; una clasificación por edades y colores, muy orientadora para padres y profesores de niños de 6 a 14 años; un atractivo diseño y adecuadas ilustraciones. Y, sobre todo, un exigente nivel de calidad literaria que, a lo largo de estos 25 años y más de 500 títulos.

Un conjunto de profesionales, formado por editores con buen gusto literario y atentos a la evolución de la literatura infantil internacional, por un equipo pedagógico bien informado sobre las demandas escolares y un eficaz engranaje comercial, han logrado consolidar una colección ejemplar, abierta a todos los géneros literarios -fantasía, misterio, humor, poesía, realismo social- en las que están los mejores autores e ilustradores del Estado español. Porque El Barco de Vapor, que comenzó su travesía en castellano, pronto tuvo su Vaixell de Vapor en Cataluña (Cruïlla), su O Barco de Vapor en Galicia y su Baporea en el País Vasco, consiguiendo, por ejemplo, que por primera vez una obra en gallego -As cousas de Ramon Lamote, de Paco Martín- consiguiera el Premio Nacional de Literatura Infantil en 1986.

Y en cuanto a premios, "los

barcos" también han sido pioneros. El mismo año que nació la colección, la editorial SM, a través de la Fundación Santa María, convocó la primera edición del Premio El Barco de Vapor, a la que se sumarían después las correspondientes convocatorias en las otras tres lenguas oficiales. El 6 de marzo, SM celebró la fiesta del 25º aniversario de El Barco de Vapor. Se fallaron los Premios El Barco de Vapor y Gran Angular (de narrativa juvenil en castellano) que a partir de este año cuentan con una dotación de 100.000 euros (la mayor de los premios de la especialidad en todo el mundo), y el XIII Premio Internacional de Ilustración. Lo obtuvo Andrea Ferrari, una periodista argentina, por El complot de las flores; el Gran Angular correspondió a Gonzalo Moure, reconocido autor afincado en Asturias, por El síndrome Mozart, mientras que el Internacional de Ilustración fue para Miguel Ángel Fernández Pacheco y Javier Serrano, por La letra que no tenía trabajo. Se ha celebrado, también, la mayoría de edad de una literatura que ya cuenta con su propia y muy apreciable historia, aunque con creadores que todavía no han alcanzado el reconocimiento cultural y la atención mediática que sin duda merece.

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