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26 muertes violentas en lo que va de año

Las armas de fuego son las más usadas para matar, según se desprende de las 26 muertes violentas registradas en la región en lo que va de año. Este dato es preocupante, sobre todo si se compara con el mismo periodo del año pasado, en el que sólo hubo dos crímenes con pistola (uno en Pozuelo y otro en San Blas). La Guardia Civil y la policía reconocen que este aumento de las muertes violentas en Madrid (un 73% en estos dos meses respecto al mismo periodo de 2002) obedece al asentamiento de bandas criminales extranjeras. A partir de ahora, el Ministerio del Interior tiene, además, un nuevo problema: identificar y detener al criminal en serie ya conocido como el asesino del naipe.

Los tres primeros meses han resultado de los más sangrientos en los últimos años en la región. El miércoles 5 de febrero marcó el punto de inflexión, ya que en menos de 12 horas hubo cuatro homicidios. Al menos uno de ellos es atribuible al asesino del naipe: el empleado de limpiezas del aeropuerto de Barajas Juan Carlos Martín Estacio, de 28 años, hallado sin vida en Barajas. Y junto a su cadáver, un naipe del as de copas. Aparentemente, ese hecho fue el primer movimiento de este juego sangriento.

Ese mismo día, además de Martín Estacio, fueron asesinados a tiros Mikel Jiménez Sánchez, de 18 años, el hijo de la dueña de un bar de Alcalá de Henares, y Juana Dolores Uclés López, de 57 años, que había ido a llamar por el teléfono público del local. Una horas antes, Piedad García Gómez, de 50 años, murió acuchillada en su chalé de Valdetorres del Jarama a manos de su vecino Antonio M.M., que entró a robar en la vivienda.

Esta escalada criminal experimentó el 26 de febrero un hecho de inusitada violencia: dos búlgaros fueron acribillados a tiros de kalashnikov en la calle del Jazmín, cerca de Pinar del Rey. Una venganza de claro corte mafioso.

El pasado 7 de marzo, el ecuatoriano Eduardo S.S. de 28 años, resultó gravemente herido de un tiro cuando acompañaba a su novia en Tres Cantos. Al agresor se le escasquilló el arma. Antes de huir, arrojó cerca de las víctimas una carta del dos de copas. La firma del asesino del naipe. El misterioso tahúr seguía jugando con la muerte. Y ayer volvió a hacerlo para mover dos nuevas cartas ensangrentadas: el tres y el cuatro de copas.

La imparable oleada criminal se explica en parte por la gran cantidad de armas de fuego que están circulando por la región. "La guerra de Bosnia ha hecho que muchas de las pistolas utilizadas allí se hayan vendido a las mafias tras terminar el conflicto. Además, es muy fácil pasar pistolas desde Portugal ante la inexistencia de controles fronterizos", explica un jefe de la Guardia Civil.

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