Un Manchester de pega

Lynch, Roche, Pough, Fletcher... nombres que no dicen nada al aficionado. ¿Era de verdad el Manchester que vio Riazor? Bueno, estaba Giggs y algunos veteranos como Blanc, que ya anda camino de la retirada. Un United de pega, de cualquier modo. Poca cosa para un Deportivo que jugaba también con los menos habituales en las últimas fechas. Pero en el Depor, dentro de esa categoría entran, por circunstancias diversas, gente como Valerón, Luque o Víctor. Entre todos se encargaron de darle a su público la decorosa despedida a una Liga de Campeones que, aunque insatisfactoria, ha mantenido la reputación de un equipo capaz de medirse a cualquier rival europeo.

Aunque Ferguson había plantado sobre Riazor una pandilla juvenil, el Manchester empezó a romperse por el lado de los veteranos. El encuentro de Luque y Blanc, a la media hora de juego, fue como una carrera entre el AVE y una oxidada locomotora a vapor. Recibió Luque en el flanco izquierdo del área, Blanc pretendió encararle y el cambio de ritmo del deportivista resultó un cruel recordatorio para el central francés de que el tiempo nunca pasa en vano. El acelerón de Luque rememoró por un instante la figura del Cruyff de los 70 y sirvió un gol hecho a Víctor.

Hasta ese momento, el partido tenía el tono menor de un amistoso, pero el gol dio vida al Depor, al que le entraron ganas de divertirse. No le faltaba gente aficionada a darle cariño a la pelota: Acuña y Duscher, en el medio centro, y por delante, Víctor, Valerón y Fran. Entre los cinco, más la bala de Luque, se dedicaron a tocar para desesperación de la muchachada y los prejubilados del Manchester, simples comparsas del rondo local. Era lo mejor que podía pasar en un partido así, porque dio entretenimiento al público y a los jugadores. Peor le fue a los chicos del Manchester, que desnudaron su candidez. Víctor regateó por dos veces en la banda a un perplejo Pough, centró con la eficacia que acostumbra el segundo palo, y Lynch se hizo tal lío que al mismo tiempo que cometía penalti sobre marcaba en propia puerta.

Casi lo único que se le vio al Manchester lo puso Giggs, por supuesto: un eslalon de los suyos en la primera parte y un remate el palo en la segunda. Tan pronto Giggs disparó a la madera, Ferguson lo sustituyó por otro nombre desconocido. No era cuestión de ensuciar la digna despedida que merecía el Depor.