Los tres cerditos
Están en las Azores: y gritan "¡que viene el lobo!". Son los cuentos: el lobo feroz que se llama Sadam Husein, con armas temibles y la maldad de comérsenos. Nos lo dicen los tres cerditos de la simple metáfora, y el nuevo Drácula por mordedura Chencho Arias, embozado para que no se coma a su excelencia la ministra (Caperucita-Palacio pálida, infantiloide), a la que explica el riesgo en que estamos. Los tres cerditos creen que los ciudadanos somos tontos al salir a las calles pidiendo que dejemos en paz al Padre de Todos los Lobos, y nosotros estamos seguros de que los tontos, incluso rematadamente tontos, son ellos. ¡Sí, sí, tontos! Los tontos no tienen esas bombas fálicas, capaces de desvirgar países enteros. Vemos a sus enemigos tratando de defenderse: haciendo agujeros para esconderse, sacando a sus mujeres de las celosías del mucharabieh para entregarles el viejo Kaláshnikov; me acuerdo de nuestras milicianas, con una pistolilla al cinto y gritando: "¡No pasarán!". Jo, si pasaron: todavía no hemos conseguido que se vayan, ni siquiera que nos dejen en paz, como se lo pide Zapatero a uno de los tres héroes de la isla Terceira. ¡Que se va a ir! Y es que Zapatero es compañero de viaje del lobo, dice el chanchito nuestro. Y su coro. Para ellos somos los lobatos, que también muerden.
Estaba el viernes en Córdoba -donde quedan mucharabieh-, me desperté, leí El Día y tropecé con un artículo de Francisco Bejarano; habían sacado una frase de él para un titulillo y decía: "El no a la guerra abstracta es de todos. El no a guerras concretas puede ser escondrijo de traidores y mediocres. Está de moda y bien visto". ¡Ya empiezan a llamarme traidor otra vez! Mediocre, bueno: incluso es mejor de lo que pienso de mí. Traidor, me importaría poco: pero nos echan del trabajo, nos meten en estadios hechos cárcel: nos pasean, nos exilian. ¡Qué bien, terminar la vida como la empecé! Mientras por las calles asoman las banderas de entonces del que fue mi país. Y hubo otra vez en la calle millones de traidores y mediocres contra los tres cerditos.
(Ah, mucharabieh, el lugar sagrado (harem) de las casas árabes. Isla Terceira: España perdió sangre y navíos por esas islas de las Azores, finalmente portuguesas. Y hoy, cochiquera de los tres cerditos que desventrarán al lobo).
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